Taekwondista sin brazos sueña con ir a los paraolímpicos
Ancízar Correa entrena a 15
jóvenes en taekwondo y los saluda
dándoles dos golpecitos con sus piés.
Perdió
los brazos cuando tenía 10 años. Hoy, a los 44, ha vuelto a entrenar. Es
educador físico y, el próximo año, se graduará de psicólogo.
Se
trataba de buscar madera. Eso era todo. Era la mañana del cinco de diciembre de
1975. Ancízar Correa tenía 10 años y caminaba con sus
hermanos Héctor y Juan, acompañados de tres amigos de su barrio, Buenos Aires,
en el sur de Neiva.
"Uno cruzaba una carretera que iba para el Caguán
y 1.200 metros más allá estaba una torre de energía" cuenta Ancizar, vestido con una sudadera y una camiseta roja, en
un coliseo de la Universidad Surcolombiana de Neiva.
Mientras lo narra, sus aprendices de Taekwondo
continúan dando patadas en el entrenamiento.
Y él, a un lado de la cancha, se queda mirando lejos a ratos, intentando
reconstruir lo que pasó ese día. "Recuerdo que subí a buscar un nido en lo
más alto de la torre. Lo tiré y abajo lo recibieron con una camisa; cuando me
iba a bajar estaba agotado".
Fue en ese momento en el que, al mayor de los cortadores de leña, un menor de
16 años, se le ocurrió que Ancízar descansara sentado
en la torre, agarrado a uno de los cables.
"Me enganché con la pierna y comencé a balancearme para tomarme de la
cuerda". Un minuto después, todos, menos sus dos hermanos, habían salido
corriendo. Él estaba en el suelo botando humo por todo el cuerpo. Cuando
despertó, 17 días después, estaba en el Hospital Militar de Bogotá. "Vi un radio transistor en la mesa de noche. Con el brazo
izquierdo traté de encenderlo y no pude. Vi que
estaba amputado. Miré el lado derecho, y estaba igual. Me desmayé. Al otro día,
empecé a pedir, a gritar, que me devolvieran los brazos", narra Correa.
Los siete meses siguientes los pasó en ese hospital. Una película que vio en
1977 The way of the Dragon,
con Bruce Lee, lo impulsó a copiar sus movimientos y a grabarlos en su memoria.
Luego, ya practicaba en una academia de Taekwondo en
el centro de Bogotá.
La
ausencia de sus brazos nunca fue un problema a la hora del combate. Durante 15
años participó en 350 torneos de Taekwondo. No sabe
cuántos ganó, pero dice que llenó una bolsa con medallas de oro.
Es
cinturón negro y llegó a ser campeón nacional varias veces peleando siempre con
competidores que tenían los brazos y las piernas. Ancízar,
que se retiró a finales de los 90, es profesional en Educación Física y el
próximo año se graduará de psicólogo. Hace tres meses recibió una llamada que
podría traerlo, a sus 44 años, de nuevo al combate. Ya comenzó a entrenar para
cumplir su sueño: representar a Colombia en los juegos paraolímpicos
de Londres 2012.
Ancizar sabe que los años lo han
hecho perder velocidad, pero eso no lo desestimula.
"Sé qué hay que hacer: ganar".
ALBERTO
MARIO SUÁREZ D.
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
NEIVA