Estudio revela que en Colombia aún las personas se suicidan por amor

En 300 ciudades del mundo se realiza el Día Internacional de los Sobrevivientes del Suicidio.

"Cada 40 segundos alguien se suicida en el mundo. Cada 41 segundos alguien se queda tratando de hallarle un sentido a esta muerte." El psicólogo Paulo Acero lleva veinte años trabajando el tema del duelo, la mitad de ellos en asocio con un grupo de investigación de la Universidad Manuela Beltrán especializado en el apoyo a personas que han perdido seres queridos. Hoy, 300 ciudades del mundo, incluida Bogotá, llevarán a cabo el Día Internacional de los Sobrevivientes de Suicidio, quienes, según Acero, afrontan un proceso muy diferente al de duelo por muerte natural.

¿Por qué causas se suicidan las personas en Colombia?

Según estudios, que hemos realizado con el Instituto de Medicina Legal, aquí todavía nos suicidamos por amor. La primera causa son las desilusiones y desengaños amorosos. Le siguen el diagnóstico de enfermedades terminales, los problemas económicos y los conflictos familiares. En el mundo, en cambio, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las primeras causas son las quiebras económicas y la soledad. En Japón, con 30.000 suicidios al año, los jóvenes se matan por falta de un proyecto de vida.

Aquí también se suicidan sobre todo los jóvenes...

Muchachos entre 14 y 24 años, lo que significa una pérdida muy grande para el país, incluso en términos económicos.

¿Por qué trabajar con los que le sobreviven a un suicida?

Hace parte de la prevención. Las estadísticas demuestran que en los entornos donde ha habido un suicidio es más frecuente que vuelva a presentarse. Así que trabajar en este duelo es proteger a personas que están en riesgo.

Dicen que hablar de suicidio puede atraer más casos.

Eso se decía por estudios que mostraban cómo, después de que alguien con reconocimiento se quitaba la vida y los medios informaban de ello, venía una ola de suicidios. El asunto no es no hablar del tema, sino cómo. No es conveniente hacerlo en forma apologética, sino mostrarlo como en realidad es: el resultado de que una persona no vio todas las opciones que tenía. El suicidio no es la última salida, como se dice. Cuando alguien se mata, lo hace porque entra en un túnel que le impide ver las otras alternativas.

¿Es definido como epidemia?

La OMS lo declaró así. Un millón de suicidios al año significan mucho más que las muertes por conflicto armado o violencia en el mundo. La misma OMS ha dicho que en el 2020 la depresión será la primera causa de discapacidad mundial, y sabemos la asociación de la depresión con el suicidio.

¿Cómo se asume un suicidio de alguien cercano?

Depende mucho de si la persona dejó una nota o si lo había intentado. Cuando ha avisado o dado razón de sus motivos, se asume más fácil. Pero si no deja rastro, es más difícil para la familia. Entran en una montaña rusa de emociones dominadas por rabia y culpa. Rabia hacia sí mismo. ¿Por qué no me di cuenta? ¿Por qué no entendí sus comportamientos? El 90 por ciento de los que se suicidan dan pistas de que lo harán. Por eso es un proceso de duelo que suele complicarse.

¿En qué consiste la complicación?

Primero están los efectos físicos. Como la persona no habla del tema, somatiza. Si tú no hablas, el cuerpo te habla, y lo hace enfermándose. Segundo, los efectos familiares y sociales. La mayoría de padres que viven el suicidio de un hijo corren el riesgo de divorcio, por el sentimiento de culpa. A los hijos, a los hermanos del joven, se les disparan trastornos como la ansiedad. Muchos se retiran de sus colegios y muchas familias, incluso, terminan por cambiarse de casa porque el entorno los estigmatiza. Lamentablemente, no sabemos acompañar ese duelo.

¿Cómo debe acompañarse?

Hay que entender que es un acompañamiento diferente del de muerte natural. Lo que más ayuda es estar, así no se sepa qué decir. Si no sabes qué decir, no digas nada, pero acércate. Darle a la familia la opción de hablar, de que vea que puede hacerlo, así no esté dispuesta. Este año he visto dos casos, por ejemplo, en los que los padres siguen dedicados a buscar pruebas de que su hijo no se suicidó. ¿Se puede ayudar si la propia familia no lo cree? Imposible.

¿Por qué esa negación?

Por la tendencia natural del ser humano hacia la vida. Esto nos lleva a rechazar a quien se atreve y es capaz de sobrepasar ese límite y buscar la muerte. Esa es la razón por la que los papás que afrontan el suicidio de un hijo sienten que fracasaron en su tarea y que no fueron capaces de engancharlo a la vida.

Dice que el duelo es llevadero si han dejado cartas. Pero algunas son palabras muy duras...

En las notas de suicidas hay dos vertientes: culpabilizar a alguien o exonerarlo. "Mamá, tú no fallaste, fue decisión mía." O "me voy porque tal persona me presionó". Comprender eso implica un camino largo. Pero el hecho de poder saber la razón permite abrir el proceso de duelo, en lugar de quedarse en la constante pregunta: por qué.

¿De ahí la importancia de hacer una autopsia psicológica?

El fin de ese mecanismo es, precisamente, ayudar a los sobrevivientes. Si uno puede hacer una autopsia psicológica y determinar que la persona tenía un trastorno mental, por ejemplo, el duelo se hace más tranquilo. Y permite trabajar en la prevención familiar, pues muchos pueden estar en el mismo riesgo.

¿Es frecuente que acudan a una ayuda que no sea médica?

Acuden a brujos, a adivinos, a médiums... Es una de las vías que sabemos que la gente va a tomar, así lo consulte a uno. Tanto que nosotros mismos les advertimos que va a llegar gente diciéndoles que le puede traer un mensaje de su ser querido. Es entendible.
Ante el dolor, y sobre todo el dolor por suicidio, la gente busca cualquier respuesta.

¿Se debe decir que la razón de la muerte fue suicidio?


La gente se angustia por si contar o no. Sobre todo en relación con los menores. ¿Le digo a mi hijo que su padre se suicidó? La respuesta, cada vez más, es un contundente sí. Porque cuando tengo clara la causa es más fácil elaborar el duelo. Además, guardar esas verdades es difícil y alguien acaba diciéndolo. Eso sí, hay que dosificar la verdad según la capacidad de comprensión. Saber cómo, pero decirlo.

Hay familias que congelan el tiempo, la habitación, la ropa de su ser querido. ¿Es bueno?

Es una reacción que puede ser normal el primer año. Pero la función de un duelo debe ser sanadora, o sea, que la persona pueda recuperarse. Aprenda a desapegarse y entender que lo que pasó es irreversible. Hay duelos sanos y patológicos. Congelar es una forma insana.

¿Cómo saber que un duelo se está volviendo insano?

Cuando lo que estoy haciendo no me permite aceptar y procesar la realidad de la pérdida. El elemento clave para saber si algo está ayudando o no es hacerse dos preguntas: cuánto me cuesta hacerlo y qué tan bien me siento después de hacerlo.

En su libro 'Sobreviviendo al suicidio' habla de dos mitos.

Uno es decir que quien habla de matarse no lo va a hacer. Si alguien lo está diciendo, es muy probable que lo haga. Dos, que la persona que lo ha intentado, necesariamente va a repetirlo. Estudios han comprobado que, si al primer intento se abre una red de apoyo, no es inevitable que reincida.

Usted habla de la importancia de definir esa red de apoyo.

Es un ejercicio que deberíamos hacer todos, como una profilaxis mental. Pensar esto: en un momento difícil, quién cuenta conmigo y yo con quién cuento. Esa pregunta va a ayudarnos a establecer con qué redes contamos y de cuáles hacemos parte. Lo que nos permite construir un sentido de vida. Cuando alguien no tiene ese inventario, puede que en un episodio difícil sienta que no cuenta con nadie y nadie con él y que, si está solo, pues mejor se va. Hacer ese ejercicio es valiosísimo.

María Paulina Ortiz
Redacción EL TIEMPO