“Todavía me da pena contar esta historia. Pero lo hago para que la gente
sepa que este problema tiene solución”, dice Juan Camilo Henao, de 28 años.
“Cuando tenía 20 años, sin razón aparente, comencé a sudar por las
axilas –cuenta–. Apenas salía de mi casa sentía cómo
mi ropa se empapaba en sudor. Pasaron los meses y nunca mejoré”.
Juan Camilo sufría de una afección médica llamada hiperhidrosis, en la
cual la persona suda de manera excesiva e impredecible, incluso cuando no hay
altas temperaturas o se encuentra en reposo.
Y aunque el sudor es una secreción necesaria, pues equilibra la
temperatura corporal, en ocasiones se presentan trastornos relacionados con la
sudoración que pueden deberse a la presencia de alguna enfermedad.
Dos de las alteraciones más comunes son la hiperhidrosis y la bromhidrosis, que se presenta cuando hay mal olor, causado
por una bacteria.
La dermatóloga Sandra Yepes explica que la
hiperhidrosis puede ser primaria o secundaria. “En el primer caso no hay una
causa específica –dice–. Generalmente se concentra en
zonas como las palmas de las manos, las plantas de los pies, las axilas y la
zona inguinal o genital. También hay frontal, pero es menos común”.
Por su parte, el endocrinólogo Enrique Ardila
explica que “cuando las personas sudan mucho puede indicar que hay una
enfermedad infecciosa.
También se relaciona con alteraciones en la glándula tiroides,
neuropatía diabética, o ciertos tumores del sistema nervioso”.
Se puede solucionar
Para superar la hiperhidrosis primaria existen varios tratamientos. En
primera instancia se recurre a sustancias que ayudan a disminuir la sudoración
excesiva.
También está la iontoforesis, que es la
aplicación de sustancias que bajo el efecto de un campo eléctrico cambian las
cargas a nivel de las glándulas sudoríparas para disminuir su secreción.
Otro tratamiento, que ha tenido auge reciente, es la aplicación de
toxina botulínica en las axilas.
“Es efectiva pero el efecto dura aproximadamente seis meses”, explica Ardila.
Finalmente, están los tratamientos quirúrgicos, que son más agresivos,
pero se practican. “Con estos se busca resecar un buen número de glándulas
sudoríparas”, dice Yepes.
También, en casos severos se puede destruir por vía quirúrgica o química
el sistema nervioso simpático encargado de activar las glándulas para que
produzcan sudor.
Juan Camilo optó por la aplicación de la toxina. “Aunque debo repetirlo
más o menos, cada seis meses ha sido efectivo –dice–.
Puedo usar la ropa sin preocuparme de verla mojada”.
Entre más perfumado peor
Escoja bien el desodorante o antitranspirante. Hoy en día existen toda
clase de desodorantes y antitranspirantes. Según especialistas, cada persona
debe escoger el que más le guste y le funcione.
Recuerde que los desodorantes ayudan a matizar el mal olor, mientras que
los antitranspirantes bloquean, en cierta medida, las glándulas sudoríparas.
Eso sí, cuando hay problemas de bromhidrosis
(mal olor), la dermatóloga Sandra Yepes da un
práctico consejo. “He visto que los pacientes tienen la idea de que cuanto más
perfumado es un desodorante, más les va a ayudar, pero esto empeora el
problema. Deben usar desodorantes neutros, para que no se intensifique el mal
olor”.
No todos necesitan desodorante
Al menos eso reveló una investigación realizada en la Universidad de
Bristol y publicada en el ‘Journal of Investigative Dermatology’.
Se estudió a 6.495 mujeres con sus parejas e hijos y se descubrió que
cerca del 2 por ciento tienen una rara versión del gen ABCC11, lo que significa
que sus axilas están libres del olor que produce el sudor.
Santiago Rodríguez, uno de los autores del estudio, le dijo a la BBC
Mundo que “el gen que produce el mal olor y el que no, lo tenemos todos”.
Se trata de un gen recesivo y para activarlo tiene que venir del padre y
de la madre.
SERGIO CAMACHO IANNINI
REDACCIÓN SALUD