Subsidios, un ¿mal necesario?
Octubre 25 de 2009

Aunque es una obligación del Estado, a veces estas ayudas no llegan a los que más las necesitan.

Politización. Según la oposición, en los consejos Comunales de Gobierno, el presidente Álvaro Uribe se dedica a entregar subsidios asistencialistas con fines políticos.

Redacción El País, Bogotá

Tras el escándalo de corrupción que se generó por el desvío de millonarios recursos del programa Agro Ingreso Seguro (AIS) hacia familias adineradas de la Costa Atlántica, en el país quedó la sensación de que lo mismo podría estar ocurriendo con todos los subsidios que entrega el Gobierno a la población más pobre y vulnerable.

Aunque AIS es un estímulo económico para el sector agrario que busca fomentar la producción alimentaria y generar empleo rural, es evidente que el Estado no dispone de las herramientas necesarias para detectar quiénes se benefician innecesariamente de él.

Parece lógico, si se considera, por ejemplo, que sólo Familias en Acción tiene una cobertura de cinco millones de beneficiarios. “Es posible que existan algunos ‘colados’, pero ese cruce de información apenas se está tabulando”, explica un funcionario de la entidad.

En las recientes concentraciones de desplazados en Bogotá, el ex director de Acción Social, Luis Alfonso Hoyos, puso las denuncias penales del caso, pues se comprobó una especie de ‘carrusel’ de falsos desarraigados que iban de ciudad en ciudad reclamando las ayudas.

En un programa como el Sisbén, que define quiénes reciben subsidios en salud y educación, Planeación Nacional detectó en su última actualización a más de 215.000 ‘colados’ entre los 23 millones de beneficiarios de estratos 1, 2 y 3. Según la entidad, entre ellos hay, incluso, personas de estratos 5 y 6.

Sin embargo, la verdadera polémica no está tanto en quiénes o cuántos colombianos le hacen ‘conejo’ al Estado aceptando ayudas que no necesitan, sino en realidad cuál es el impacto de esta política en el modelo económico del país.

Los expertos no descartan que estas ayudas directas pudieran terminar prestándose para manipulaciones políticas especialmente en las regiones más apartadas del país en las que algunos dirigentes, alcaldes y gobernadores presentan como suyos logros que forman parte del Plan Nacional de Desarrollo del Gobierno Nacional.

En ese sentido, José Fernando Arias, director de Desarrollo Social de Planeación Nacional, explica que “constitucionalmente el Estado está llamado a brindar atención a la población en condición de pobreza o vulnerabilidad”.

Según el funcionario, la política social es una amplia gama de programas tendientes no sólo a reducir los índices de pobreza sino, fundamentalmente, al fortalecimiento del capital humano, a la universalización de atención de necesidades básicas insatisfechas y al diseño de estrategias que permitan la focalización del gasto público.

Lo que es peor, al decir de los expertos, es que el asistencialismo persé tal como se está ejecutando afecta, incluso, al mismo aparato productivo del país pues quienes reciben esta ayuda terminan acostumbrándose a ellas y, por tanto, aumentando la informalidad laboral.

Ejemplo de ello es Rosaura Morales -nombre cambiado a petición de la fuente-, desplazada de Natagaima (Tolima). Llegó a Bogotá, se casó y tuvo dos hijos por los que recibe desde hace tres años apoyo monetario: $100 mil mensuales para la educación de sus hijos y $40 mil adicional para alimentación.

Hoy Rosaura estudia una carrera técnica, tiene un trabajo informal y su esposo labora para una empresa. Pero Rosaura admite que “el subsidio es parte importante de nuestros ingresos”.

¿Política de corto plazo?

Los analistas consideran que el modelo asistencialista constituye un importante paliativo frente a la pobreza y la inequidad en la distribución del ingreso. Sin embargo, advierten que debe tener unos límites en el tiempo.

Alejandro Gaviria, decano de Economía de la Universidad de Los Andes y ex director de Planeación Nacional, sostiene que “los programas asistencialistas pueden generar dependencia”.

Y agrega que, incluso, se afecta la formalidad laboral porque los subsidios en dinero o en especie “se convierten en una forma de rebusque adicional”.

Al respecto, dicen los analistas, muchos beneficiarios en salud del Sisbén dejan de hacer aportes al régimen contributivo cuando ingresan al mercado laboral formal (ver nota anexa).

De acuerdo con Ricardo Bonilla González, del Centro de Investigaciones para el Desarrollo de la Universidad Nacional, programas asistencialistas son los subsidios en salud, educación, vivienda, Familias en Acción y todos los integrados a la Red Juntos de Acción Social de la Presidencia de la República.

“Son aportes estatales que ayudan a solucionar inconvenientes de corto plazo pero no resuelven las necesidades estructurales de una familia. Lo que se necesita es solucionar los problemas de empleo e ingreso”, dice.

"Los programas asistencialistas pueden generar dependencia, fiscalmente son costosos y pueden tener ciertos efectos políticos”. Alejandro Gaviria, ex director del DNP.

El problema está en la focalización de los recursos, según el economista César González Muñoz. “Si no se resuelve primero esa cultura malsana que existe en nuestra sociedad, cualquier cosa que haga el Estado se convierte en un peligro de corrupción. Pero en este país hay millones de pobres a quienes el Estado tiene que ayudarles. No se puede caer en el simplismo de rechazar todo lo asistencialista, simplemente por serlo”, explica.

El director de Desarrollo Social del DNP reconoce que “la política social no puede ser asistencialista persé, pese a ser una función del Estado”, pero advierte que el sistema de protección social “no va dirigido única y exclusivamente a los grupos de pobres y vulnerables, sino que abarca al conjunto de población”.

Familias en Acción y todos sus componentes, formación de capital humano, universalización de la cobertura educativa, el Sena, vivienda, saneamiento básico, Banca de Oportunidades, salud pública, prevención y atención de desastres, atención a población desplazada, adulto mayor, pensiones, Ciudades Amables, son sólo algunos de los programas asistencialistas más conocidos de este Gobierno. Pero son muchos más.

“Lo que buscamos es no generar condiciones permanentes de dependencia, y que estemos seguros de que se están focalizando las ayudas de manera adecuada a la población que lo requiere”, concluye Arias.

Sisbén estimula evasión al Régimen Contributivo

El catedrático Ricardo Bonilla González, del Centro de Investigaciones para el Desarrollo de la Universidad Nacional, explica uno de los inconvenientes del Régimen Subsidiado en Salud.

“El Sisbén se volvió una política permanente: a la gente la contratan laboralmente pero permanecen en el Régimen Subsidiado. Ahí desaparece la temporalidad. Es decir, se está convirtiendo en un mecanismo de evasión del Régimen Contributivo de Salud”.

El Sisbén -Sistema de Selección de Beneficiarios para Programas Sociales- fue concebido para garantizar el acceso a la población más pobre a servicios de salud, educación y bienestar social.

Sin embargo, a la hora de ingresar al mercado laboral formal, empleadores y empleados sisbenizados acuerdan la no afiliación al Régimen Contributivo en Salud, que es una obligación legal.

¿La razón? Ambos ganan. En el Régimen Contributivo el trabajador y su familia son afiliados a salud, pensiones y riesgos profesionales. Además el empleador paga impuestos parafiscales.

En salud el empleado paga una tercera parte de la afiliación y la cuarta parte en pensiones. El resto lo paga el patrón. De ahí que muchos trabajadores sisbenizados evitan dichos descuentos, pues el servicio en salud se lo cubre el Estado.

El empleador también se ahorra su parte correspondiente, pero corre riesgos: asume las incapacidades laborales que deberían pagar las EPS, y las sanciones respectivas en caso del fallecimiento de su empleado no afiliado al Régimen Contributivo.

Asistencia social, ¿herramienta de inclusión?

Según la Contraloría General, la política pública social se está orientando en forma creciente a paliar los efectos más visibles de la exclusión laboral, la violencia por el conflicto interno y la falta de oportunidades educativas.

El análisis advierte que la capacitación para el ingreso al mercado laboral “continúa siendo asunto secundario en la agenda pública”. El organismo de control señala que la política pública social “apenas contribuye -si es que lo hace- a conjurar las desigualdades existentes en la sociedad colombiana”.

Sin embargo, la Contraloría destaca que el gasto público central para la atención de los más pobres se ha incrementado casi nueve veces entre 1990 y 2007, pues pasó de $780 mil millones a $6,8 billones, aunque aclara que en 2006 “casi la mitad (47%) de la población colombiana seguía siendo pobre y que 12 de cada 100 colombianos seguían siendo indigentes”.

Cifras

·  $234,6 billones es la proyección para inversión en política social dentro del Plan Nacional de Desarrollo 2006-2010, según cifras de Planeación Nacional.

·  $13,7 billones en 4,5 millones de préstamos ha desembolsado desde 2006 la Banca de Oportunidades.

·  6,5 millones de niños y medio millón de ancianos reciben a diario subsidios de alimentación del Gobierno.

·  863.376 familias pobres de 990 municipios del país fueron atendidas hasta el mes pasado por la Red Juntos que coordina Acción Social de la Presidencia de la República.

En pocas palabras

"El Sisbén es una bendición para los más pobres, pero por culpa de los 250 mil ‘colados’ el programa se está desenfocando”.

CÉSAR GONZÁLEZ MUÑOZ, economista.

Datos

·  En la última década el gasto público para atención a la población desplazada aumentó “de forma considerable” al pasar de $165 mil millones entre 1995 y 2002, a más de $4 billones entre 2002 y 2008, según un estudio de la Contraloría General de la República.

·  El Estado destina anualmente $12 billones a su política social. El DNP calcula que el 57% del total del Presupuesto General de la Nación va a ese rubro.