Dice el ex ministro de Hacienda Rudolf Hommes -quien es un defensor de la libre competencia y
abomina, no sin razón, el mecanismo de los subsidios económicos que
distorsionan el mercado- que los estudiantes de las universidades públicas
deberían devolver, una vez graduados, el costo real de su educación al Estado,
para que ese dinero sirva para financiar nuevos estudiantes. El argumento es
que el graduado debe devolver con su trabajo el esfuerzo realizado por la
sociedad para educarlo. Replica Moisés Wasserman,
rector de
Si ha habido un debate importante en Colombia en estos días ha sido el manejo
de los subsidios al sector productivo. El escándalo de Agro Ingreso Seguro puso
en evidencia millonarios subsidios estatales a empresas prósperas que
eventualmente podrían sufrir por la aprobación del Tratado de Libre Comercio
con Estados Unidos - que nunca se produjo- y que se prestaron para toda clase
de desviaciones de recursos, lo cual ha sido un tema recurrente en el sector
agropecuario. Aún los créditos de fomento se han desviado muchas veces hacia
inversiones más rentables. Y en el sector industrial manufacturero ni se diga.
Acuerdos de estabilidad fiscal que son compromisos a 20 años de no cobrar
nuevos impuestos, zonas francas a lo largo y ancho del territorio con
exenciones fiscales, exenciones específicas a sectores con acceso a los altos funcionarios
que crearon una red de privilegios fiscales, en fin, toda una estructura de
subsidios que buscaban facilitar la generación de empleo. Y en ese contexto,
¿cuál es la lógica económica y social de que no haya subsidios para la
educación superior pública, que forma capital humano, no sólo para suplir los
empleos sino para que éstos sean productivos, de
calidad y en las áreas donde la sociedad lo necesita?
De otro lado, la obligación estatal de garantizar una educación pública de
calidad está consagrada en