Homenaje a la mujer por su solidaridad y perseverancia

Ni importa cual sea el papel que desempeñan, ellas se alistan para recibir flores, obsequios y toda suerte de homenajes en la celebración del Día Internacional de la Mujer.

La ciudad tiene algo más de 1,1 millones de mujeres, un 51,2 por ciento de la población general, y son muchos los ejemplos del tesón y el entusiasmo que las han convertido en motor del desarrollo de la región.

Rescatamos cuatro historias de quienes dan ejemplo. El turno fue para la primera mujer y además enfermera en alcanzar la dirección del principal centro médico de la región. María Lucero Urriago, quien sin importar las amenazas contra su vida sigue empeñada en sacar adelante al Hospital Universitario.

No ha sido inferior la perseverancia de Mery Salazar, quien desde hace 20 años trabaja por los artistas; el amor de Lucero Rengifo por los niños de Charco Azul, y el de Janeth Valencia, quien convirtió su tragedia en una esperanza de vida para mujeres contagiadas con VIH.

La enfermera que dirige al HUV

Desde cuando llegó  a Cali, María Lucero Urriago ha sido una mujer de desafíos.

Así como no tuvo problema en recorrer termo en mano las calles destapadas del naciente Distrito de Aguablanca en busca de niños para vacunar y de paso lograr los primeros perfiles epidemiológicos de esa zona, ahora, 20 años después, no se amilana al reto de ser la primera mujer y  además enfermera, en dirigir los destinos del principal centro asistencial del suroccidente del país.

Su trabajo ha sido a pulso. Tras realizar su rural como enfermera de la Universidad Surcolombiana del Huila encontró  un lugar como coordinadora de atención primaria del Centro de Salud Puerto Mallarino.

"Fueron días de a pie, de ir de casa en casa buscando no solo las enfermedades sino de lograr convocar a la comunidad y convertirla en actor importante para su salud", recuerda con modestia, de esa época en la que 22 parteras y 25 curanderos de ojo que llegaron con la migración del Pacífico se le midieron a capacitarse y mejorar las condiciones de la población sin desterrar sus creencias tradicionales.

Al tiempo que combinó conocimiento y experiencia en las calles, se metió en el tema administrativo y en ese plano obtuvo una maestría en Salud Pública, hizo una especialización en Garan-tía de la Calidad y se preparó  en auditoría y contratación. Toda su vida laboral ha sido en el sector público.

De Puerto Mallarino pasó  al hospital Joaquín Paz Borrero, de ahí al centro de salud de la Rivera y asumió  el reto de la contratación y mercadeo en la Empresa Social del Estado norte.

Todo este recorrido combinado con la docencia, que se detuvo cuando el 16 de enero de 2008 aceptó  la Dirección General del Hospital.

"Sé que muchos, dice la Directora General, le apostaron a que no duraría un mes. Pero recorriendo piso por piso el hospital y con el favor de Dios vamos avanzando, no como quisiéramos, pero le apostamos al desarrollo de la institución. Encontramos al hospital con un déficit de 50.000 millones de pesos y a la fecha este se encuentra en 10.000 millones", dice Urriago.

No ha sido fácil, además de sintonizar a 3.000 colaboradores y 2.000 estudiantes, la directora ha tenido que lidiar con cuatro amenazas de muerte y arañar recursos para ponerse al día.

Se enorgullece al decir que no se deben salarios, que ahora la institución factura 22.000 millones de pesos y que de cien instituciones elegidas por el Ministerio de Protección para acreditarse en servicios de salud, es la primera en recibir recursos para iniciar el proceso.

Esto sin contar que en dos años de gestión se han recuperado 29.100 millones de pesos por excedente de facturación (se esperan 30.000 este año) y 92.000 de cartera vencida con las Eps del -gimen subsidiado.

"Ha sido duro, pero nada es imposible. La meta es que el Evaristo García siga cumpliendo con su misión de brindar apoyo y bienestar a la región", concluye.

Mery Salazar, la voz de los artistas

Fue en el atrio de la Catedral de San Pedro cuando Dios le encomendó  la misión. Los artistas de Cali despedían al tenor Gerardo Arellano, una de las víctimas del atentado contra un avión de Avianca, y en medio de la nostalgia a Mery Salazar la invadió  la incertidumbre por la suerte de cientos de artistas.

De esa manera, hace 20 años nació  la idea de crear la Fundación del Artista Colombiano. Y aunque en un principio para muchos fue una locura, nada la detuvo en buscar un alivio al desamparo que vive el gremio.

En un comienzo fueron 70 los que se les midieron a lo que parecía una utopía. Hoy suman 800 entre poetas, escritores, mimos, payasos, artesanos, escultores, pintores, bailarines, teatreros, solistas, grupos y hasta toreros.

"Inicialmente la Fundación se enfocó  en la ayuda de las necesidades extremas del artista, especialmente las de salud. Así sacamos adelante a unas 15 personas que no tenían ninguna opción como don Ángel Matos, quien hacía parte de un trío de serenateros en la calle", recuerda Mery, quien no pierde un solo segundo en idearse eventos para que los artistas estén ocupados más cuando alista por todo lo alto la celebración de los 20 años.

Su sencillez y entrega no le dan tiempo a vanidades.

Ella que también es intérprete y compositora de 52 canciones, desde hace cuatro años cuando en una servilleta escribió Ve vos yo soy caleña, madre de tres hijos, abuela de cinco nietos y felizmente casada, con mucha modestia recuerda las épocas en que sin querer se convirtió  en la gestora de la celebración de la Semana Santa en Caimatal, una vereda de Restrepo donde ni siquiera había energía ni carretera.

Y siempre hace un alto porque "aquí  hay mucho trabajo por los demás. Esa es una misión a la que después a Dios tenemos que darle cuenta", dice antes de contar con entusiamos las sorpresas para Colombia en el Festival de Regreso a Mi tierra, la Festival de los Mejores Tríos y por supuesto la celebración de la Fundación.

La madrina de Charco Azul

Lucero Rengifo todavía se sonroja cuando se le pregunta por el trabajo que realiza desde cuan-do aún era una adolescente con los niños de Charco Azul, un deprimido sector en el oriente de la ciudad, donde en medio de la escasez y la violencia hay esperanza de un mejor futuro.

Ella que siendo una nena de 6 años vivió  los rigores de invadir un predio, el abandono de su padre y la lucha de su madre por sacar adelante cuatro hijas mujeres, decidió  transformar el rencor que se anidaba en su corazón por la solidaridad.

Lucero es una líder innata que conoce palmo a palmo el sector donde empezó  como voluntaria de salud a finales de los 80 y descubrió  la carencia de los más pequeños. Por eso, desde entonces se dedicó  a alfabetizarlos.

El trabajo, que comenzó  con 90 chicos que conocieron sus primeras letras y lograron validar su primaria, es un proceso comunitario que aún sobrevive como un importante proceso de adaptación al colegio de la mano de la Fundación que lleva su mismo nombre y reúne a 230 padrinos que ayudan a sustentar materiales y alimentación para menores de 14 años.

No ha sido fácil. De esa primera generación, el 80 por ciento de muchachos no sobrevivió  a la violencia que campea en las calles del Distrito de Aguablanca y con la segunda la mortalidad bajó  al 60 por ciento.

"La historia se ha volteado, de la tercera generación sobrevive el 80 por ciento, pero será hasta la quinta generación cuando estos niños lleguen a ser profesionales", dice esta madrina, que no cree en cuentos de hadas sino en la realidad que no da tregua para el trabajo.

Un trabajo que no tiene problema en realizar en la calle, como lo hizo en los últimos cuatro años bajo la mirada sorprendida de quienes no entienden que así  como una calle es escenario de la violencia generada por las pandillas y la falta de tolerancia, también puede ser escenario donde se construye vida.

Janeth, una guerrera contra el VIH

Su propia tragedia no ha sido capaz de doblegarle el ánimo con que trabaja desde hace ocho años por mujeres que como ella son portadoras del VIH.

Janeth del Pilar Valencia sacó  fuerzas y levantó  los cimientos de la Fundación Lila Mujer en su propia casa, en el barrio Las Orquídeas, donde siempre hay así sea un abrazo en medio de la desesperanza.

Con apoyo de amigos y organizaciones no gubernamentales, Lila ofrece a las mujeres en su mayoría cabeza de familia, ayuda para lograr atención médica, orientación psicológica y aprendizaje de oficios.

Con esta labor Janeth fue una de las nominadas por el Valle del Cauca al Premio Mujer Cafam 2010.

ELTIEMPO- OCCIDENTE