Sin ser, de lejos, la droga ilegal más consumida en el país, la heroína ya
tiene en alerta roja al sistema de salud colombiano, a los expertos y a las
autoridades encargadas de la lucha contra el narcotráfico.
Lo que asusta no es tanto la cantidad de adictos que hay en este momento
sino los riesgos colaterales asociados a un narcótico que por años se consideró
de exportación y que hoy, según informes oficiales del Ministerio de la
Protección y la Dirección Nacional de Estupefacientes, amenaza desbordar todos
los sistemas de prevención. En el 2008, al menos 40 muertes por intoxicación
fueron por heroína.
“Cada vez se registran más casos de sobredosis en hospitales del Valle, Antioquia,
Norte de Santander, el Eje Cafetero y Bogotá”, señala un informe de la DNE
conocido por EL TIEMPO.
Una sola noche de esta semana, el hospital San José de Bogotá tuvo que
atender dos casos. Una de las víctimas, de 24 años, fue hallada inconsciente en
el parque de Lourdes, en Chapinero, con un paro cardiorrespiratorio.
De todo el país llegan alarmas similares. Carisma, un centro especializado
de desintoxicación de Medellín, atendió en el 2003 a dos heroinómanos; en el
2007 fueron 26 y en el 2008, 42. En lo que va de este año ha recibido 110
solicitudes de tratamiento; decenas de personas se quedaron en lista de espera.
Los registros del Hospital Mental del Quindío son aun más preocupantes: hace
siete años uno de cada 100 pacientes llegaba por problemas con heroína, y en el
2007 ya eran 34 de cada 100.
¿Qué está pasando? Que parte de la tonelada y media de esta droga que al año
se produce en Colombia se está quedando –según la ONU– en el país por las
dificultades que tienen los narcos para sacar el
alcaloide.
Los traficantes –dicen los médicos Augusto Pérez, director de la Fundación
Nuevos Rumbos; y Camilo Uribe, miembro de la Junta Internacional de
Fiscalización de Estupefacientes de la ONU (Jife)– ‘abren mercado’ con dosis baratas o regaladas y ajustan precios
cuando saben que ya tienen clientes asegurados.
Se trata de una adicción mucho más compleja que las que el país está
acostumbrado a enfrentar. Según los datos manejados por la Dirección de
Estupefacientes, uno de cada tres adictos a la heroína comete delitos para
pagar su vicio.
El riesgo del VIH El Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas
realizado el año pasado arrojó que 37.863 colombianos han probado alguna vez en
su vida esta droga. Pero la cifra se queda corta, como admiten los autores de
esa encuesta: “Debido a las características del consumo de heroína –altamente
clandestino e individualizado– el panorama encontrado quizás dista mucho de la
realidad”.
Un municipio colombiano ubicado en las montañas del Cauca demuestra que, en
efecto, la realidad supera la estadística. Santander de Quilichao,
un pueblo de 80 mil personas, tiene 8 mil muchachos entre los 10 y los 25 años
que han probado heroína, según datos de autoridades locales.
De allí llega la mayoría de emergencias por intoxicación con drogas que
atiende el Hospital Universitario del Valle (en Cali) y allí está uno de los
mayores grupos que esperan por un cupo en un centro de desintoxicación: hay
casi 200 jóvenes en la fila, tantos como en Medellín (ver nota anexa).
Uno de los problemas con la heroína es que los centros que brindan esa
atención son escasos. Los del Estado apenas son dos –Carisma en Medellín y el
Hospital Santa Clara en Bogotá– y los costos en todos los casos son altísimos.
Un tratamiento promedio por heroína puede costar siete millones de pesos y
los expertos advierten que mínimo se requieren entre cuatro y seis para que
haya en realidad chance de ganarle la batalla a esa adicción.
“El nivel de recaída es mucho mayor con la heroína que con otras drogas
–dice el médico Pérez–. No hay un sistema de salud en todo el mundo que pueda
soportar el costo de ese tipo de tratamientos y por eso es clave que se actúe
antes de que el consumo se desborde”.
Pero la reincidencia es apenas uno de los problemas. El más grave, advierte
el Ministerio de la Protección Social, es el riesgo latente de que el consumo a
través de jeringuillas infectadas dispare pandemias como el VIH-sida y la
hepatitis C. “Una carga así podría quebrar el sistema de salud”, dice un vocero
del Ministerio de Protección.
La dosis líquida, que es la que se inyecta, es más barata, el efecto es más
rápido y también más peligroso. Una investigación realizada por Nuevos Rumbos
señala que el valor de una dosis está entre los 20 y 60 mil pesos en Medellín y
Bogotá. Aunque en Quilichao, que está en la mitad de
la ruta de la heroína, se consigue por apenas 5 mil pesos.
En Colombia, la manera más común de consumirla es es
inhalada, en polvo u oliendo los gases de la heroína calentada, a lo que llaman
‘chino’ o ‘dragón chino’.
‘Mi corazón late como el de una persona de 70 años’.
Andrés tiene 20 años y está en tratamiento para salir de su dependencia a la
heroína. Cuenta que tenía 12 años y estaba en séptimo grado cuando se fumó el
primer cigarrillo de marihuana. Dos años después probó la cocaína y luego pasó
al éxtasis y a mezclarlo con otras drogas. “Hace ocho años, cuando me fumé el
primer ‘bareto’, no pensé en llegar a una sobredosis de heroína”, cuenta. Hace
seis meses, en compañía de su novia, decidió probar la heroína, pese a que en
medio de su adicción la veía como peligrosa. Pero solo faltaron unos días para,
sin darse cuenta, pasar de inyectarse una vez a la semana a todos los días.
Hoy, enfermo por los estragos de la droga, dice que su corazón “parece el de
una persona de 70 años”. Además, dice tener problemas renales, de vista y de
memoria.
Cultivos de amapola, en Cauca y Nariño.
Las matas de amapola, de donde se extrae el látex con que se produce la
heroína, están concentradas en su mayoría en Cauca y Nariño. También hay unas
pocas en Tolima, Huila y
Cesar, según la Policía Antinarcóticos.
En total, se cree que en el país hay cerca de 500 hectáreas sembradas con
amapola, de acuerdo con cifras del Laboratorio de Drogas de la DNE y
Antinarcóticos. Y en lo corrido de este año se han erradicado manualmente 130
hectáreas de esta planta y han incautado 54 kilos de heroína.
Cifras de Antinarcóticos indican que en el 2009 fueron decomisados 731
kilos, principalmente en Ipiales (Nariño), Cúcuta y en los aeropuertos de Cali,
Medellín y Bogotá. Desde allí sacan la droga escondida en maletas o con
‘correos humanos’, buena parte de ellos extranjeros: de Honduras, Guatemala,
República Dominicana y México.
El coronel Jorge Alexander Gallego, de la Policía Antinarcóticos, explica
que en Cauca y Nariño no solo están ubicados los cultivos sino los laboratorios
de producción, que suelen ser menos sofisticados: una cocina resulta adecuada.
Señala que el fenómeno del alto consumo en Santander de Quilichao
es porque la población se ha convertido en “zona de tránsito” de la heroína
antes de ser enviada a Cali y las otras ciudades. Este municipio está a tan
solo dos horas de la capital del Valle.
Agrega que en el país, el traficante compra la heroína entre 13 y 18 millones
de pesos el kilo. En Estados Unidos el valor por kilo está entre 42 mil y 60
mil dólares.
En Colombia no existe una gran red de tráfico de heroína, como sí de
cocaína. “Son negocio de familias o redes sociales”, explica.
El ‘dragón chino’ consume a Quilichao .
PATRICIA ALEY ENVIADA ESPECIAL SANTANDER DE QUILICHAO (CAUCA) Fue a
comienzos del 2008 cuando la romería de madres preocupadas por el consumo de
heroína de sus hijos llegó al despacho del alcalde de Santander de Quilichao, Juan José Fernández, y encendió las alarmas de
un mal que hoy acosa al municipio.
Al revisar el tema se encontraron con que cerca de 200 muchachos, solo por
referencia de familiares y de algunos que decidieron admitir su problema,
habían sucumbido al ‘dragón chino’: una técnica de consumo que, en las calles,
se asegura llegó con uno de sus coterráneos desde el Viejo Continente.
En esta localidad, que es tránsito de los traficantes de heroína, esta droga
es inhalada y no inyectada, algo que medianamente alivia a los funcionarios a
quienes les horroriza pensar en jeringas compartidas y expuestas a la trasmisión de todo tipo de enfermedades.
A medida que se realizaba el diagnóstico, dice el alcalde Fernández, se
dieron cuenta de que por cada muchacho registrado en las listas oficiales en
las calles había mínimo otros cinco consumiendo heroína. “Que en Santander, con
una población de 50.000 habitantes en la cabecera, tuviéramos 200 jóvenes con
esa problemática fue algo escandaloso”, relató.
Actualmente, en Quilisalud, la empresa que
articula el nivel 1 de atención médica, hay documentados 183 casos de
consumidores de heroína, pero solo 40 han recibido tratamiento a través de un
convenio con la Fundación Shadai; el resto está en
espera.
De la mano de la heroína llegaron otros problemas. El pueblo vivió días de
angustia ante las mal llamadas limpiezas sociales. Por primera vez, este pueblo
–donde confluye el comercio– vio esquinas, parques y calles convertidas en
alojamiento de los consumidores. Los muchachos dejaron de llegar a casa. Los
homicidios empezaron a ocupar a las autoridades; en el 2008 se atendieron 79
muertes violentas y el año pasado fueron 61. La mayoría eran jóvenes entre los
20 y 24 años. Los raponazos empezaron a asustar a la
comunidad.
Ese miedo sigue intacto. Hay madres que confiesan que para asegurar la
supervivencia de sus hijos compran a domicilio la droga para evitar que salgan
de casa.En las calles hombres que circulan en motos,
sin placa, venden un gramo de heroína a 5.000 pesos.
Las autoridades creen que el control en las rutas de salida del narcotráfico
hizo que muchos expendedores se quedaran con la droga y ahora seducen a los más
jóvenes con bajos precios.
“Les regalan, los van endulzando para que prueben y los van dañando”, dice
una líder comunitaria. .
‘‘Se ha venido creando un mercado interno de heroína. El riesgo, además de
la adicción, es que puede terminar disparando el contagio del VIH-sida”.
Camilo Uribe, representante de la Jife, organismo
de la ONU.
500 hectáreas de amapola hay en el país. Casi todas están en Cauca y Nariño,
según datos de la Policía.
60.000 pesos cuesta una dosis de un gramo en Medellín o Bogotá. Pero a veces
se consigue por 20 mil, pues los narcos abren mercado
con bajos precios. La heroína líquida (que se inyecta) es más barata. En el
país, el consumo más común es inhalado, en polvo, o aspirando sus gases cuando
se calienta.
110 Los adictos a la heroína que este año han buscado un tratamiento en el
centro Carisma, de Medellín