Pacientes Siquiátricos Paralizaron El Centro De La Habana Con Obra Teatral

Más de 100 pacientes psiquiátricos salieron el viernes al Prado de La Habana para escenificar el primer acto de una obra teatral sobre ‘El Caballero de París’, considerado el andariego “loco” más ilustre y entrañable de la historia de Cuba en el siglo XX

Convertidos en actores, los enfermos se vistieron de obispos, policías, lloronas, esqueletos, músicos y damas para representar el cortejo fúnebre del Caballero a lo largo del Prado, donde se paralizó el tráfico y cientos de curiosos se sumaron a la comitiva.

La marcha fúnebre se detuvo a la entrada del teatro Fausto, en cuya sala prosiguió la función, la primera protagonizada por pacientes mentales que sale de un hospital y se presenta al público en Cuba.

El estreno es resultado de dos años de talleres artísticos en los hospitales Psiquiátrico Comandante Bernabé Ordaz y Comunitario de Regla, a cargo de actores profesionales de la isla y bajo la dirección del dramaturgo francés Serge Sándor, que escribió y dirigió la puesta en escena.

Con un historial de trabajo con presos y grupos marginados en París, Sándor inició los talleres con la idea de montar El enfermo imaginario, de Moliere, con pacientes cuyas patologías van desde la esquizofrenia hasta trastornos depresivos y retraso mental.

Sin embargo, se apasionó con la historia de José María López Lledín, conocido popularmente como ‘El Caballero de París’, quien en 1985 falleció a los 85 años en el Psiquiátrico de La Habana, tras haberse forjado una leyenda deambulando por las calles. “Me di cuenta de que era muy teatral, como un Don Quijote, entonces pensé que los pacientes le darían gloria a este personaje que todos conocen en Cuba”, indicó Sándor.

La fama del Caballero, de origen español y diagnosticado como parafrénico, surgió mientras caminaba por el centro de La Habana viviendo en una novela de Alejandro Dumas, en la que él era un aristócrata y los viandantes eran sus súbditos.

Los cubanos le han dedicado libros, canciones, exposiciones y documentales, e inmortalizaron su figura en una estatua ubicada en una plaza del centro histórico de La Habana, a la que por tradición se le toca un dedo índice de la mano y la barba de bronce para pedir un deseo.

Según Sándor, al inicio de los talleres muchos de los pacientes no podían hablar ni memorizar los textos, pero con el tiempo “hubo un cambio extraordinario”