Relatos de mujeres atacadas con
ácido por ex compañeros sentimentales
Conozca
casos de ataques de este tipo que han sucedido en Colombia.
A
propósito del Día Internacional de la no violencia contra las Mujeres,
celebrado el pasado viernes, reproducimos esta crónica cedida por el periodista
Armando Neira e inicialmente publicada en 'El País', de España.
A Érica Vanegas le molesta la luz
del sol. Al principio, por vergüenza, decidió privarse de ese sencillo placer.
Pero con el tiempo, sus ojos se habituaron a la oscuridad en la que se refugió
y ahora, ante la claridad, levanta la mano para protegerse.
Su
tragedia empezó el día que sintió que ya no amaba a su novio Dagoberto
Rodríguez. "Si no eres para mí, no serás para nadie", le respondió
este. Cumplió su cruel sentencia.
Por
la época en que sucedieron los hechos, septiembre del 2008, Érica
estudiaba bachillerato en el colegio José Martí de La Resurrección, en el sur
de Bogotá. Soñaba con aprender inglés y llegar a ser enfermera. Rodríguez era
su primer novio y aunque sentía que lo quería, creyó que a sus 16 años era
demasiado joven para mantener una relación seria con un hombre de 24.
Tras
la amenaza de él, ella la interpretó como algo que se dice por decir. Él, sin
embargo, se fue furioso mientras gritaba: "¡Voy a joderte!", esto es,
asesinarle su belleza. El 16 de ese mes, ella se encontraba con sus amigas en
las escalinatas de su casa cuando un pequeño de 10 años se le acercó y le
arrojó ácido a su rostro de adolescente.
El
menor fue capturado y confesó que le habían pagado 3.000 pesos. Las
investigaciones se dirigieron contra Rodríguez, quien aceptó su
responsabilidad. La familia de la joven se encontró, entonces, con un frágil
sistema jurídico en el que semejante acción es considerada como una lesión
personal que en términos legales la hace excarcelable.
No
es el único caso que ha ocurrido en Colombia. La periodista Mónica Meléndez, en
un reportaje que publica la revista Gente del mes de noviembre, recopiló 20.
Cuatro de ellas aceptaron posar para la lente de Ricardo Pinzón, fotógrafo de
la misma publicación.Dos más, que habían aceptado
mostrar su rostro, finalmente, desistieron: "Nos da mucha vergüenza",
se excusaron.
Además
de Érica, relataron su drama María Cuervo, de 41
años, Gina Potes, de 35, y Gloria Piamba, de 25.
"Lo hacemos porque la sociedad debe tomar conciencia de esto",
explicaron. Para Marta Olga Ángel, psicóloga del Hospital Simón Bolívar, en
donde han atendido a la mayoría, "visibilizarse" es un paso
importante: de esta manera, "empiezan a reconocer su nueva imagen y así
evitan una autoagresión".
En
efecto, tras el ataque y después de la primera mirada ante el espejo, todas
confiesan que han pensado en el suicidio y algunas reconocen que lo han intentado.Esto, por ejemplo, hizo Gloria Piamba. El pasado 24 de diciembre, su expareja,
Édgar Pinto Valbuena, la buscó con la propuesta de
una reconciliación en la noche de Navidad. Ante el rechazo, intentó agredirla
con un puñal. No lo hizo, pero antes de irse, le dijo: "Si no eres para
mí, no serás para nadie. En tu cara me voy a cagar y con la ley me voy a
limpiar el culo".
Minutos
después, un desconocido del que solo hay un retrato hablado le lanzó un líquido
que le afectó la sien izquierda, un ojo, la nariz y el mentón. "Sentí que
me estaban prendiendo fuego", recuerda ella. Al confrontarse con el espejo,
tomó la decisión de quitarse la vida y también la de matar a su hijo,
Alejandro, de 5 años, porque "esta vida ya no valía la pena".
Desistió, pero hoy su tranquilidad es alterada por su ex pareja -quien está
libre y sin ningún cargo en su contra-. La llama para decirle: "¡Sí ves lo
bonita que quedaste!".
Esta
tragedia de las mujeres a los que agresores buscan arrebatarles para siempre su
belleza se hizo visible en Colombia en junio del 2010, cuando la ex reina de
Cúcuta María Fernanda Núñez sufrió lesiones similares, aunque en menor grado.
Esa
noticia sacudió todos los estamentos porque la víctima había conquistado un
cetro de la belleza. Sin embargo, las historias de las demás hasta hoy habían
pasado inadvertidas.
Su
salida, ahora, a la luz pública, ha coincidido con varias iniciativas
legislativas y de ONG que buscan ponerle freno, de una vez por todas, a la
violencia de género. Precisamente, la bancada femenina en el Congreso radicó un
proyecto de ley que elimina, entre otras, la posibilidad de la conciliación y
el desistimiento entre las partes.
Esto
porque hoy muchas mujeres acuden ante las autoridades, pero después de la
agresión, perdonan a sus parejas, incluso algunas vuelven con ellos, y las
querellas son archivadas.
La iniciativa tiene el respaldo del presidente Juan Manuel Santos, quien ve en
la violencia de género una "vergüenza" a la que hay que ponerle freno
de una vez.
"Tenemos
que reaccionar", dice la periodista Jineth Bedoya, quien fue abusada sexualmente por varios miembros
de los paramilitares cuando ella estaba haciendo un reportaje. "A uno le
duele tanto la agresión como la indiferencia de la sociedad. Por eso, siento
alivio cuando veo que estamos reaccionando para frenar este horror". Para
ella, hay que visibilizar los casos y también aprobar
un conjunto de normas más severas. Jineth abandera
desde EL TIEMPO la campaña: "¡No es hora de callar!".
Gina
Potes, de 35 años, ve estas medidas saludables, aunque considera que son
tardías. Argumenta que si Colombia tuviera disposiciones más severas desde
cuando ella fue atacada, hace 15 años, probablemente no existiría esta espiral
que empezó con golpes y violaciones hasta "hacernos esto".
Ella
estaba en su casa haciendo tareas domésticas cuando tocaron a la puerta. Con la
inocencia de sus entonces 20 años, salió a atender el llamado. Antes de que
pudiera reaccionar, un hombre le arrojó en el rostro ácido que llevaba en un
tarro plástico. "¡Eso le pasa por ser tan bonita!", le gritó, y
emprendió la huida
Como
varias de las mujeres luego de un ataque con ácido sulfúrico, Gina despertó
tiempo después en un hospital. Hoy cuenta las 24 veces que ha ido al quirófano
para reconstruir lo que era su rostro e ironiza -indignada- de los 30 días de
incapacidad laboral que, tras el ataque, le dictaminó el Instituto de Medicina
Legal.
Mujeres
como María Cuervo, de 41 años, además del dolor que da pasar por el quirófano,
pelean contra el miedo de enfrentarse a un espejo. Hace seis años, un 8 de
marzo, fue atacada cuando en Colombia se celebraba el Día de la Mujer.
"Triste, ¿cierto?", dice ella. De su casa retiraron, por súplica
suya, los espejos. Se enclaustró durante un año, tiempo que tardó para volver a
ver su rostro reflejado. "Le tenía pánico al espejo". De esa época para
acá, le han efectuado 50 cirugías.
En
un país donde se le rinde culto a la belleza, los agresores han encontrado en
este cruel y horrendo método una forma de venganza inimaginable. Es el crimen
perfecto: asesinan la belleza, la víctima jamás olvida al victimario y este
sigue libre, como si nada.
Armando
Neira
Especial para EL TIEMPO