En sexualidad, hablar de derechos es hablar de deberes

El Siglo XX fue el siglo de la liberación. Hubo liberación femenina, juvenil, sexual, y también liberación de mucho de lo que nos incomoda.

Las liberaciones son positivas en la medida que nos permiten deshacernos de ideas arbitrarias y costumbres anquilosadas que llegan a ser injustas y perjudiciales, pero que también nos pueden llevar a permitir más de lo que es correcto y conveniente.

Sin duda, las liberaciones del último siglo trajeron grandes ventajas, pero llegaron al exceso de eliminar las jerarquías, debilitar el sentido del deber, hacer caso omiso de valores éticos y convertir en 'derechos' lo que son, ante todo, capacidades que entrañan grandes deberes.

Uno de estos casos es el de los 'derechos sexuales'. Como por lo general se asume que un derecho es aquello que sí se puede hacer, lo que se tiene en cuenta al hablar de éstos son las prerrogativas que tenemos, pero no los deberes que también implican.

Lo grave es que la cultura mediática de hoy alienta la actividad sexual indiscriminada como si fuera un beneficio de los 'avances' de la modernidad, y no una consecuencia del mercadeo.

Hoy se habla de la importancia de la libertad para ejercer los 'derechos sexuales', pero la verdadera libertad es una elección y no sólo la satisfacción descontrolada de un apetito.

El sexo es mucho más que un derecho y conlleva grandes deberes. Hace parte de uno de nuestros sistemas vitales que, como los demás sistemas del cuerpo humano, es fundamental para nuestra existencia.

Pero lo sexual va más allá de nosotros mismos, porque es lo que nos permite continuar la vida, crear otros seres, afectos, vínculos, relaciones, familias y pueblos.

Favorecer la libertad es promover la responsabilidad y, por eso, hay que informarles a los hijos tanto las posibilidades de la sexualidad como de sus consecuencias, y alentarlos a que se regulen por lo que es apropiado, sano, correcto, ético y, por ende, benéfico.

La liberación no es libertinaje porque, sin límites, el encuentro sexual no da lugar a una existencia más satisfactoria, sino que puede llevar hasta a acabar con la vida.

ÁNGELA MARULANDA
AUTORA Y EDUCADORA FAMILIAR
WWW.ANGELAMARULANDA.COM