Reforma de la salud: luces rojas

Precisamente por creer en la importancia de que el gobierno Santos produzca la reforma del sistema de salud, que es inaplazable, y como contribución a la discusión, se señalan algunas de las luces rojas que se están prendiendo y que el Congreso y el Ministro no pueden ni deben ignorar.

  Lo primero es la respuesta a la pregunta de si el problema de la salud es solamente de caja o es algo más serio y estructural: ¿cuál es el mejor sistema que, con los recursos posibles, se debe implementar? Sin duda, hay un problema de caja, pero esto es solo un primer paso; de manera que, si la reforma se limita solo a solucionar la coyuntura, antes de que termine este gobierno habrá otra crisis del sistema de salud colombiano.

  Este tema lo conoce muy bien el ministro Santa María, y cuando era investigador de Fedesarrollo lo planteó en alguno de sus análisis. Claro que la Ley 100 requiere una seria revisión porque el curso que ha tomado el sistema es insostenible fiscalmente; eso lo sabemos todos. Pero no se resuelve con parches, Ministro.

  También es claro que las tutelas se han vuelto incosteables, pero ese problema no se resuelve cortando los derechos de los ciudadanos, como lo hace la famosa casi ley de la Regla Fiscal y también puede hacerlo el proyecto de salud que está en preparación.

  Ya está sobre el tapete el convertir la estabilidad fiscal en principio de la Constitución, a la par del Estado de Derecho, y allí los jueces van a optar por la estabilidad, y los ciudadanos quedarán viendo un chispero. Estas son soluciones que crearán problemas, a menos que dejemos de ser un Estado de Derecho. Ustedes verán. Sin entrar en el galimatías de las cifras, los hechos claros hasta ahora son: primero, se acaba con la solidaridad del sistema al quitarle al régimen subsidiado el 1,5 por ciento de las cotizaciones del contributivo, con lo cual, los que pueden pagar por su salud ayudaban a financiar a los 22 millones que ya están en el subsidiado con la probabilidad de crecer en 2 o 3 millones más. Con esos recursos se tapa el hueco del contributivo.

  Segundo, queda desfinanciado el subsidiado y, como no hay plata, se le quitan los fondos a lo que se pueda, sobre todo a los hospitales públicos, porque ya no es posible morder las transferencias, como quería el Gobierno. Supongamos que ambos sistemas quedan financiados. ¡Milagro! ¿Pero saben quiénes quedan en la olla? Los que no pueden pagar el régimen contributivo y, a su vez, no están cobijados por el subsidiado.

  ¿Y saben quiénes son? Nada menos que el Sisbén 3, clasificados por Planeación como pobres pero sin derecho a la salud gratis. Más o menos, 3 o 4 millones de colombianos. ¿Y saben por qué quedan sin acceso a la salud? Porque esa gente no afiliada era la que atendían los hospitales públicos de manera gratuita, pero que ahora se quedarán sin recursos. Todavía está a tiempo, Ministro.

  Y, a propósito, si los pobres son 20 millones, según cifras oficiales ¿por qué en el régimen subsidiado hay 22 millones y pueden llegar a 25? Entonces, ¿la pobreza es más 50 que 45 por ciento? No es una pregunta boba porque de su respuesta depende la posibilidad de mantener el sistema de la Ley 100 o pasar a otro, donde el Estado tiene que cargar con mayores responsabilidades, y eso implica subir la carga impositiva, que hoy está en 13,5 por ciento del PIB, la segunda más baja de América Latina.