'Reforma a educación superior
traería más competitividad': ex Ministro
El
país requiere refuerzos, en los niveles técnico profesional y tecnológico, dice
Arias.
Según
Jaime Arias, la crisis en universidades se debe más al resultado que a fallas
institucionales.
El
presidente Juan Manuel Santos puede convertirse en un verdadero modernizador
del país, aprovechando su popularidad, la fortaleza de la mesa de la unidad en
el Congreso y su determinación de cambio. El actual momento puede convertirse
en una oportunidad única para reformar a fondo la educación superior atacando
los verdaderos problemas que afectan el producto del Sistema de Educación Superior,
los egresados, y no al aparato, que, en general, no presenta problemas graves.
Más que reparar la locomotora, es urgente reorientar y extender los rieles por
los que transita; no olvidemos que, a diferencia de las demás locomotoras de la
"prosperidad democrática", la educación debe ser vista como un tren
de largo recorrido, cuyos frutos se verán en una o dos generaciones.
Partir de una lectura equivocada de lo que se llama "crisis" del
Sistema de Educación Superior -SES- conduce inexorablemente a soluciones
inadecuadas. Tanto en las instituciones educativas estatales como en las
privadas se está pasando por un momento de cambios positivos en la calidad de
los programas y en su expansión, gracias, en buena parte, a la aplicación de la
Ley 30 de 1992 por el Ministerio de Educación y las universidades. Parecería
erróneo que Colombia apuntara casi exclusivamente a la expansión cuantitativa y
a la masificación de la educación superior y olvidara las fallas del sistema en
otros aspectos.
La verdadera competencia entre países no es solo por mostrar quién gradúa más
profesionales, sino cuál es la calidad del aprendizaje, cuántos de los que
ingresan al sistema concluyen sus estudios, cuántos egresados logran obtener
empleo formal, qué tanta equidad ofrece el sistema a jóvenes talentosos sin
recursos económicos para adelantar sus carreras y qué competencias tienen los
nuevos profesionales, tecnólogos y técnicos para desempeñarse en el futuro
mundo laboral.
Todo el sistema educativo colombiano, desde el preescolar hasta la universidad,
necesita urgentemente un vuelco hacia una mejor calidad, pertinencia y equidad,
que garanticen buenos productos y no contingentes de jóvenes frustrados,
desempleados o poco competitivos en el exigente mercado mundial y nacional.
Una alta proporción de los bachilleres llega a la universidad con grandes
vacíos y falencias en ciencias, matemáticas, capacidad para comunicarse y
segunda lengua, y esa situación se atribuye a la deserción, a que muchos
jóvenes no tienen claridad ni orientación sobre lo que realmente desean
estudiar y a un tercer factor, tal vez el más importante: una alta proporción
no cuenta con recursos para el pago de matrícula y demás estipendios.
Las pruebas Pisa, que miden las competencias de jóvenes de 15 años en
matemáticas, lenguaje y ciencias, nos dejan muy mal en la escala de resultados,
mientras que el Estudio Internacional de Tendencias en Matemáticas y Ciencias,
TIMSS, nos ubica en el lugar 31 entre 35 países.
Entre tanto, el SES ha logrado avances importantes en calidad, como son las
instituciones y programas acreditados, el número de profesores de tiempo
completo con posgrados, las mejoras en gestión
administrativa y financiera, las inversiones en tecnología, el mayor esfuerzo
en investigación y la notable expansión de la oferta de programas y de cupos,
al punto que son pocos los bachilleres rechazados en el ingreso al sistema, y
los que no ingresan, lo hacen más por razones económicas que por limitaciones
en la oferta.
Los verdaderos problemas se refieren más al producto o resultado de la
educación superior que a fallas institucionales. El SES debe reencontrar su
sentido y su misión en la sociedad y en la economía del futuro; la expansión en
las próximas décadas debe orientarse hacia determinados niveles y áreas de
aplicación y no solo al número global de graduados; el ciclo educativo debe
tener menor duración, permitir salidas y retornos en los ciclos técnico
profesional, tecnológico y profesional (ciclos propedéuticos) y debe ser
complementado con una mayor oferta de especialidades, maestrías de
profundización o de investigación y doctorados aplicados a la investigación
científica.
Debe combatirse la deserción con mejores egresados del bachillerato, apoyos
"remediales" y, sobre todo, con crédito
estudiantil para los jóvenes talentosos sin recursos económicos.
Los actuales docentes deben ser preparados en métodos pedagógicos efectivos y
debe ampliarse la capacidad para ofrecer programas y cursos virtuales. Es
necesario que las instituciones se articulen mejor con la sociedad, pero, a la
vez, deben hacer un esfuerzo de internacionalización que las haga competitivas
en el mundo cada vez más globalizado de la educación superior.
El presidente Santos dijo en su campaña que "lo que se requiere es un 70
por ciento de educación técnica y un 30 por ciento de educación universitaria,
porque en Colombia tenemos exceso de abogados y de economistas, pero un déficit
de gente para hacer trabajos técnicos".
Urge impulsar la formación en niveles que le permitan al país competir en
industria, agricultura y servicios, si en verdad queremos llegar a ocupar un
puesto destacado entre las economías y las sociedades del actual siglo. Esos
son los verdaderos problemas del SES y el proyecto de reforma de la Ley 30
apenas ataca algunos; lo demás es simplemente actualización de la legislación
existente.
Si se quiere expandir la oferta de cupos, basta con estimular a las actuales
universidades estatales y privadas sin ánimo de lucro, que bien podrían
aumentar su capacidad sin necesidad de recurrir a inversionistas que no son
educadores, sino empresarios que buscan dónde invertir mejor sus dineros para
obtener prontas y buenas utilidades.
Posiblemente, no nos iban a llegar las grandes universidades extranjeras a
transferir ciencia y conocimientos como han llegado al Asia, sino mercaderes de
la educación que no están dispuestos a invertir en ciencias básicas,
bibliotecas, investigación y bienestar estudiantil, sino que se enfocan en
programas y carreras de baja inversión y en educación virtual, la cual hace
posible la masificación a bajo costo.
Y si, realmente, requerimos refuerzos, no son principalmente en las
universidades, sino en los niveles técnico profesional y tecnológico, donde,
con contadas excepciones, tenemos un atraso considerable; allí sería bienvenida
la experiencia de Europa y Norteamérica, con sus excelentes centros de
formación vocacional de carácter técnico. Afortunadamente, el Presidente
anunció el retiro de los artículos relacionados con las inversiones mercantiles
en la educación superior: una excelente noticia para el país.
Jaime
Arias Ramírez, ex ministro de Educación y de Salud.