Recuperación del ‘borderline’
Noviembre 29 de 2009
Por: Carlos E. Climent
El alivio de las
manifestaciones de esta enfermedad ocurre cuando coinciden una serie de
variables afortunadas.
El
trastorno fronterizo de la personalidad (denominado ‘borderline’ para
simplificar) caracterizado por inestabilidad emocional e impulsividad y
descrito en la columna anterior (“Una vida de altibajos”), a veces coexiste con
un cuadro depresivo o un estado bipolar. La diferencia radica en que estos
últimos se diagnostican de manera relativamente fácil, gracias a la presencia
de períodos de tristeza, pesimismo y pérdida del interés en las cosas, que
alternan con períodos de euforia y aceleramiento. Además se presentan en forma
de crisis que duran días, semanas o meses y terminan después de un tiempo,
generalmente, gracias a un tratamiento puntual.
La
dificultad diagnóstica del ‘borderline’ se acentúa porque puede coexistir con
otros trastornos mentales como los disturbios alimentarios o la adicción a
sustancias. Puede también ocurrir al tiempo con otros trastornos de la
personalidad como el dependiente, el antisocial, el sociopático,
el histérico
o el
narcisista. Todo ello dificulta su identificación precisa y oportuna. Este
diagnóstico se realiza una vez que la persona ha llegado a la edad adulta. No
se hace en la adolescencia pues en esta fase del desarrollo la inestabilidad y
la confusión son “normales” y existen crisis existenciales variadas que desaparecen
una vez se supera esta etapa.
El
alivio de las crisis ocurre siempre y cuando existan factores favorables que
permitan esta mejoría. Entre esos factores se cuentan la aceptación de la
enfermedad, la voluntad de cambio por parte del enfermo y la presencia de una
familia responsable, informada y con capacidad para la confrontación. Entre los
factores desfavorables se mencionan la existencia de otros trastornos mentales
mayores de manera simultánea, la gran severidad del trastorno o unas
circunstancias externas adversas, como la ausencia de personas saludables en el
entorno familiar capaces de contrarrestar los efectos destructivos de las
conductas del paciente.
El
‘borderline’ tiene un curso crónico que puede extenderse a varios años y a
veces si no se lo trata sus manifestaciones patológicas pueden durar toda la
etapa adulta, para sólo empezar a mejorar espontáneamente, igual que los rasgos
histéricos, en la quinta década de la vida.
Las
intervenciones terapéuticas son difíciles porque muchas veces el paciente no
acepta su condición. En otras ocasiones se debe a que la familia se adapta
pasivamente a las demandas y conductas patológicas que impone el paciente y que
ocurren de manera reiterativa, gradual e imperceptible.
Como
estos enfermos no reconocen estar enfermos, no suelen aceptar ayuda. Para su
manejo es fundamental hacer un diagnóstico preciso, trasmitir la información a
la familia y someter al paciente a un proceso de
psicoterapia y psico-fármacos que alivie los síntomas
más destructivos. Si hay una disminución del grado de irracionalidad y/o de
impulsividad, ello puede hacer más tolerable la convivencia con estas personas.
carloscliment@elpais.com.co