Las personas que reaccionan de
manera explosiva con facilidad deben tener mucho cuidado
No
es nada aconsejable reaccionar a las críticas, por destructivas que sean, en
forma visceral y automática.
Aquellos
que explotan ante una frase destructiva siempre llevan las de perder.
"No
hace falta que vengas a la reunión", "No sabes de esto, así que mejor
buscamos a alguien que sea capaz", "Eres tan tímida e
insegura...". "Nunca tienes plata".
No
me extraña que te pasen esas cosas". "Eres muy terco".
"Siempre eres tan desordenado...".
El
primer grupo de frases tiende a devaluar a la persona a quien van dirigidas; el
segundo entraña una crítica destructiva.
Sin
embargo, ambas expresiones y las actitudes en las que se sustentan tienen un
común denominador: logran que algunas personas reaccionen en forma precipitada
y desproporcionada. Lo peor del asunto es que rara vez alguien le da la razón a
quien explota, por lo que siempre resulta perjudicado.
¿Por
qué somos así?
En
general, la gente reacciona en forma impulsiva, hostil o agresiva cuando siente
que alguien amenaza su ego o su personalidad: el punto donde se ubica la
autoestima, el eje de referencia mediante el cual una persona se relaciona con
las demás.
De
acuerdo con el psicólogo clínico José Elías Fernández, director del Centro Joselías de Terapias, los más propensos a estas reacciones
son quienes se sienten vulnerables, tienen mermada su autovaloración o
seguridad o son dependientes emocionalmente de familiares o amigos.
Por
ello perciben que las actitudes ajenas pueden hacerles daño o afectarlos en
forma negativa. "A más vulnerabilidad e inseguridad, mayor
impulsividad", dice Elías.
La
gente -explica el experto- reacciona impulsiva y precipitadamente mediante
conductas de hostilidad verbal, violencia física o agresividad gestual, cuando
se siente devaluada, intimidada, exigida, criticada o manipulada. Su reacción
es automática y visceral, en vez de racional y meditada.
"Cuando
nos devalúan, sentimos que no nos tienen en cuenta, que no merecemos la
atención de los demás, que nos desprecian. Las palabras ajenas nos sitúan en un
nivel inferior al que estimamos que tenemos. Por ello pensamos: "Si no me
estiman ni me valoran, quiere decir que no me quieren", señala Elías.
En
vez de reaccionar en forma desproporcionada ante un intento de devaluarnos como
persona, Elías recomienda aprender a enfrentar este tipo de situaciones y
aprovecharlas para dejar cosas en claro, como "aquí estoy, también puedo
ayudar y soy capaz". Conviene, además, asumir un tono tranquilo y mesurado
y sacar a la luz el problema: "He observado que no me tienes en cuenta.
¿Qué pasa contigo?"
Si
la crítica es destructiva...
Entre
las cosas que con más facilidad hacen reaccionar en forma impulsiva a una
persona están las frases dirigidas a remarcar defectos, a señalar conductas
erróneas, a juzgar negativamente o a generalizar una crítica a la forma de ser
de una persona (en vez de aplicarla a una conducta puntual).
En
lugar de reaccionar violentamente ante esta clase de críticas, Elías propone
desactivarlas al instante: "Separe rápidamente la parte de su conducta que
causa el conflicto y entienda que lo que le están diciendo no es el reflejo de
lo que usted es en realidad, sino una interpretación de quien tiene al
frente", explica.
Enfrente
con tranquilidad a quien formula la crítica, y si tiene razón hágale ver que
usted admite que una parte suya o de su conducta pudo haber causado un
problema, que no ha sido la adecuada o que ha estado errada. Reconocido el
error o problema, manifieste el compromiso de que tratará de que no vuelva a
suceder y que hará los cambios necesarios con ese fin. Así quedará sentado que
tiene la capacidad de autorregularse.
Este
comportamiento también puede ser patológico
Detrás
de algunas reacciones precipitadas puede haber una impulsividad patológica, que
se caracteriza por una predisposición a reacciones rápidas, no planeadas, ante
estímulos internos o externos, sin medir las consecuencias.
Según
el psiquiatra Gabriel Rubio, "esto puede reflejarse en algunas acciones,
como atragantarse de comida o tomar en exceso".
Entre
los desórdenes en los que el síntoma esencial es la impulsividad figura el
trastorno explosivo intermitente, que se caracteriza por episodios repetidos de
agresividad verbal y física, desmesurados con respecto al acontecimiento
causante. "Pasada la crisis, la persona recuerda bien lo sucedido y se siente
arrepentida y avergonzada de su conducta", señala Gabriel Rubio.