'Las quimeras humanas existen',
asegura el genetista Emilio Yunis
Los
monos nacieron luego de que se implantaran, en el útero de hembras, embriones
de monos 'rhesus'.
No
son seres fantásticos, sino individuos comunes con una rara identidad genética.
Se
necesitó que Lydia Fairchild
acabara, en el 2003, recluida en una cárcel de Seattle
(Estados Unidos) para enterarse, gracias a los análisis del genetista Emilio Yunis, de que ella era una de las primeras quimeras humanas
descritas en el mundo.
Las
quimeras son individuos que, a diferencia de las demás personas -que tienen
material genético de padre y madre-, han sido fruto de la fusión de más de dos
materiales genéticos. El término fue extraído de la mitología griega, que se
refería así a seres fantásticos con cuerpo de cabra, cabeza de león y cola de
serpiente, aunque también se ha representado como un monstruo con varias
cabezas a través de las cuales escupía fuego.
Fue
justo el mito alrededor de este excéntrico animal el que dio nombre a esta
condición biológica que rara vez se manifiesta de manera natural, pero que ha
venido siendo materializada en el laboratorio.
El
primer hito sobre el tema fue aportado en 1970 por Beatriz Mintz
(EE. UU.). Esta investigadora logró, mediante un proceso de transferencia
genética entre embriones de ratones de diferentes colores, producir roedores
acebrados.
En
términos sencillos, cada ratón era fruto de la combinación de varios ejemplares
que, valga decirlo, resultaron ser, desde el plano inmunológico, más
resistentes que los demás, dada la coexistencia del material genético de varios
individuos.
Sus
hijos no son sus hijos
La
polémica que estos experimentos generó fue enorme, por las elucubraciones
tejidas en torno a los potenciales alcances de la manipulación genética y sus
implicaciones éticas. Lo que se desconocía hasta entonces era que estas
"mezclas" biológicas pueden darse naturalmente, incluso entre seres
humanos. Ese es el caso de Lydia, cuya vida dio un
giro dramático cuando decidió pedir ayuda del Estado para sostener a sus dos
hijos y al bebé que venía en camino; los tres eran producto de la relación
disfuncional que mantuvo con el también estadounidense Jamie
Townsend. Antes de entregarles el subsidio, los
servicios sociales le solicitaron a la pareja pruebas rutinarias de ADN para
demostrar que eran sus hijos legítimos.
Pero
los padres no estaban preparados para los resultados que obtuvieron: contra
todo pronóstico, las pruebas indicaban que Lydia no
era la mamá de sus dos niños.
Las
sospechas arreciaron sobre ella, que poco después acabó en una corte
enfrentando cargos de intento de fraude al Estado y sustitución ilegal de
maternidad; Townsend también fue puesto en
entredicho; de él se dijo que habría tenido a sus hijos con otra mujer.Con las pruebas de ADN en la mano, el fiscal que
asumió el caso se mostró inconmovible ante la insistencia de Lydia y Jamie, y rechazó las
pruebas médicas de nacimiento que ellos aportaron.
En
ese momento intervino el obstetra Leonard Dreisbach, que atendió los partos de Lydia.
En tono enérgico dijo: "He hecho esto el tiempo suficiente como para saber
cuándo alguien está dando a luz, de manera corriente. Es imposible falsear la
impresión de los pies y todas las tarjetas que deben llenarse al momento del
nacimiento".
El
debate adquirió tal tono, que el fiscal ordenó vigilar el parto del tercer hijo
de Lydia, tomar nota de cuanto ocurriera y someterla
a ella y a su bebé a nuevas pruebas de ADN.
El
resultado fue el que la madre esperaba: no había ninguna relación genética
entre los dos. Gracias a esto, el abogado Alan Tindle
asumió su defensa y se propuso aclarar las inquietudes del fiscal: ¿se prestó
ella para ser madre de alquiler? ¿Se había implantado óvulos o espermatozoides
ajenos?, o ¿había secuestrado a los niños?
Dos
mujeres en una
El
juicio se acercaba y ellos seguían sin respuesta, hasta que un fiscal adjunto
manifestó que le habían referenciado un artículo del New
England Journal of Medicine (NEJM )
sobre quimerismo. Con esta información, Tindle solicitó un aplazamiento del juicio. El informe
recogía la historia de Karen Keegan, de 52 años; la
mujer, que necesitaba un trasplante de riñón, no pudo recibir los que ofrecían
en donación sus dos hijos mayores, porque los test de
ADN mostraban incompatibilidad genética; de hecho, parecía que no era ella su
mamá.
Los
médicos que analizaron el caso lo remitieron, para su análisis, a un grupo de
investigadores de la Universidad de Harvard, del que
hacía parte el inmunogenetista Edmond
Yunis; él tomó muestras de diferentes órganos de Keegan y las envió para ser estudiadas al laboratorio del
genetista Emilio Yunis, su hermano, en Bogotá.
Yunis cuenta que recibió las
muestras en el 2000 y aplicó en los tejidos todas las pruebas que se usaban en
paternidad. "Encontré que en estos había materiales genéticos de dos
mujeres distintas; de hecho, mientras en un órgano se manifestaba más una, en
otros era el de otra mujer. En la sangre, por el contrario, solo aparecía una
estructura genética. Llegué a la conclusión de que Karen Keegan
eran dos hermanas que se fusionaron en una etapa muy incipiente de desarrollo;
en lugar de nacer dos, vino al mundo una, con dos materiales genéticos. Una
quimera", recuerda Yunis.
El
artículo que recogía ese trabajo, publicado en el 2001 en el NEJM
como la primera quimera humana descrita en el mundo, fue el que llegó a manos
del abogado Tindle, y dio luces sobre el caso de Lydia Fairchild.
Siguiendo
la misma ruta que el caso de Keegan, investigadores
del Hospital Beth Israel lograron, a través de Edmond Yunis, que las muestras de
los tejidos de Lydia -que ya estaba detenida y cuyos
hijos estaban bajo la custodia del Estado- llegaran al laboratorio de Emilio Yunis en el 2004.
"Verificamos
que genéticamente Fairchild no era la mamá de sus
hijos, pero tenían el ADN mitocondrial común a todas
las mujeres de una misma familia; así supimos que solo podía haber dos
opciones: eran hijos de Lydia o de una hermana de
ella", dice Yunis. Análisis más profundos
demostraron que el caso de esta mujer era similar al de Keegan:
en Lydia también coexistían los materiales genéticos
de dos mujeres. Ella, que quedó libre de toda sospecha, aparece registrada en
los anales de la ciencia como el segundo caso de quimera humana descrito del
mundo, con la autoría de Emilio Yunis.
Y
hay más: el genetista acaba de confirmar el tercer caso de quimerismo,
próximo a publicar: el de una mujer en Duitama (Boyacá).
Monitos
quiméricos
Semanas
atrás, el término "quimera" volvió a los titulares tras conocerse que
científicos de la U. de Oregón (EE. UU.) crearon en el laboratorio los primeros monos quiméricos,
compuestos por una mezcla de células de hasta seis genomas diferentes de monos.
El anuncio generó un duro debate en torno a la técnica, pues, al menos en
teoría, podría aplicarse para crear humanos de diseño.
Los
científicos insisten en que los ratones quiméricos han sido de gran utilidad en
la investigación biomédica, pues permiten crear ratones a los que se suprimen
genes específicos para estudiar el origen de males genéticos y cómo
prevenirlos.
Shoukhrat Mitalipov,
uno de los investigadores de Oregón, afirmó que
"los científicos no pueden modelar todo sobre ratones. Si queremos pasar
de las terapias con células madre de los laboratorios a la aplicación clínica,
y de los ratones a los seres humanos, tenemos que entender qué es lo que esas
células de primate pueden y no pueden hacer", agregó.
SONIA
PERILLA SANTAMARÍA
Subeditora de Vida de Hoy
CARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ
Asesor médico de EL TIEMPO