Las Pruebas del Saber Pro: reto para superar

Los resultados de las Pruebas Pro se han convertido en una herramienta que tienen en cuenta empresas públicas y privadas para la contratación de personal. También, para la admisión en algunos posgrados.

Alrededor de 145.000 estudiantes colombianos de últimos semestres de programas de educación superior (universitarios, técnicos y tecnológicos) se medirán a un gran reto el próximo domingo: las Pruebas del Saber Pro, anteriormente conocidas como las Pruebas Ecaes.

Aunque se aplican desde hace ocho años, sólo desde octubre del 2009 estas pruebas de Estado son de carácter obligatorio como requisito de grado. No obstante, no constituyen un método de evaluación para que un estudiante apruebe o no un programa académico.

Las Pruebas Pro, como lo indica Francisco Reyes, director de Producción y Operación del Icfes, tienen como como propósito principal comprobar el grado de desarrollo de competencias de estudiantes que están próximos a culminar los programas de pregado en todas las instituciones de educación superior.

Además, saber, en relación con el nivel de competencias de ingreso al nivel superior cuál es el nivel de competencia al egreso, de manera que se posibilite la comparación entre programas, instituciones y metodologías y mostrar su evolución en el tiempo.

Y finalmente, agrega Reyes, con todo lo anterior, “se conforma una fuente de información para construcción de indicadores de la evaluación de la calidad de programas e instituciones y para la formulación de políticas y toma de decisiones en los distintos actores del sistema educativo”.

Natalia Figueroa, estudiante de noveno semestre de psicología de la Universidad de San Buenaventura hace parte de la camada de jóvenes que el 21 de noviembre se enfrentarán a esta prueba.

No niega que el examen le genera un poco de nervios, porque, como asegura, uno no sabe a qué va a enfrentarse, si serán muchísimas las preguntas. O porque puede haber algunos temas que no haya visto a fondo, por el enfoque mismo que cada institución le da a un programa.

Sin embargo, la joven de 20 años, se muestra confiada en la preparación que ha recibido en su universidad y por eso dice segura: “En general, me siento preparada para asumir este reto”.

La aplicación

De acuerdo con el tipo de examen al que se someten (ver microformato) los universitarios deberán responder la evaluación en una o en dos sesiones (mañana o mañana y tarde). Cada sesión es de cuatro horas y media máximo.

Estudiantes consultados por El País que ya presentaron las pruebas están de acuerdo con su realización, sin embargo, también se mostraron inconformes con algunos aspectos de éstas.

Juan Guillermo Velasco, estudiante de último semestre de ingeniería mecatrónica en la Universidad Autónoma, destaca por ejemplo, que a través de estas pruebas se refuerzan conocimientos, se dan cuenta de cuáles son sus fortalezas y debilidades, cómo están sus habilidades en comprensión de lectura y hay preguntas sobre habilidades gerenciales que son útiles en la vida profesional.

Pero, comenta Velasco, “lo negativo es que, como mecatrónica es una carrera relativamente nueva, nuestra prueba fue genérica, como para comunicadores. Los mecatrónicos no contamos con una prueba que mida todo lo que vimos durante la carrera, son preguntas muy generales: de comprensión de lectura de textos cualquiera, de habilidades gerenciales. Deberían hacer un examen específico para los de mecatrónica”.

Una apreciación algo similar tiene Jorge Eduardo Urueña López, comunicador de la Pontificia Universidad Javeriana y quien presentó el examen hace dos años.

La prueba para profesionales de la comunicación, comenta Urueña, debe tener mucho más énfasis en la formación de un comunicador investigador, debe tener un componente mucho más fuerte y sólido en el campo de la investigación y de esta forma el comunicador pueda medir qué tan buen investigador es y que no sea reconocido sólo por habilidades de relaciones públicas, de imagen o por su retórica, sino desde un campo más reflexivo y crítico como el que aporta la investigación. En el examen por ejemplo, daban muy poca posibilidad de argumentación. La mayoría eran preguntas de opción múltiple con única respuesta.

El reto, dice Urueña, es del Icfes, para que estimule a los profesores que envían las preguntas para los exámenes, con el fin de que sean más creativas, que ofrezcan otro tipo de propuestas, que se salgan un poco del esquema del cuestionario.

Frente a comentarios como éstos, el director de producción y operación del Icfes invitó a los actores del sistema educativo a expresar todas las consideraciones relacionadas con estas pruebas para tenerlas en cuenta.

No obstante, aclaró que la construcción de los exámenes es un esquema colaborativo con las instituciones de educación superior y con las asociaciones de facultades y “velamos porque la representatividad regional como de enfoque de los programas esté en todas nuestras pruebas”.

Reyes hizo otra invitación: a descargar de la página www.icfes.gov.co las guías de orientación para cada uno de los programas de evaluación, en las que hay ejemplos de preguntas y respuestas y en las que se explica quiénes contribuyen a la construcción de esas pruebas.

A pesar de las dificultades que se presentan para este tipo de evaluación, interviene el rector de la Universidad Icesi, Francisco Piedrahíta, “creo que las Saber Pro ayudan a dar transparencia a la calidad del sistema colombiano de educación superior”.

¿Pero sirven de verdad estar pruebas como indicador de la calidad de la educación superior en Colombia?

Para Piedrahíta son un indicador parcial, pero bastante valioso, de la calidad de la preparación de los graduados. “Evaluar la calidad de la educación superior es un proceso complejo, que exige diversas miradas e indicadores”, advierte.

En eso coincide el vicedecano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad del Valle, Carlos Arturo Lozano, a quien le parece importante que para estas evaluaciones haya una relación muy estrecha del Icfes con las instituciones. “No estamos en contra de la aplicación de la prueba, creemos que se necesita, es muy positiva, lo que estamos en contra es del uso indiscriminado de los resultados. Estos no son para definir quién es mejor que quién, sino que son resultados que nos permiten autoevaluarnos, desde el estudiante mismo hasta el programa académico y las instituciones, todo con miras a mejorar los procesos formativos”.