Editorial: Pr‡cticas antiŽticas, al desnudo

Por: EDITORIAL | 7:48 p.m. | 20 de Agosto del 2012

La industria farmacŽutica debe entender que su naturaleza exige un respeto absoluto por la salud y la vida, y no poner por encima de ellas sus rendimientos financieros.

 

Las grandes farmacŽuticas del mundo han tenido que reconocer, en los śltimos meses, ser autoras de pr‡cticas ilegales y antiŽticas por cuenta de las cuales enfrentaban procesos que terminaron en acuerdos extrajudiciales y multas millonarias para evitar mayores complicaciones.

Hace apenas unas semanas, Glaxo Smith Kline tuvo que pagar 3.000 millones de d—lares por estimular durante a–os la prescripci—n en ni–os de un antidepresivo que solo estaba aprobado para adultos, tambiŽn por recomendar un f‡rmaco para enfermedades sobre las que no ten’a efectos demostrados y por ocultar los riesgos de otro de sus medicamentos para la diabetes.

En mayo, Abott tuvo que pagar, en una conciliaci—n similar, una multa cercana a los 1.500 millones de d—lares por recomendar que un medicamento para la epilepsia fuera utilizado para el manejo de enfermedades en las cuales su eficacia no hab’a sido probada. Con un agravante: al parecer el laboratorio habr’a estimulado con d‡divas y sobornos a mŽdicos para que lo formularan.

Y aunque Pfizer, otro grande, hab’a acordado pagar hace tres a–os una multa cercana a los 2.000 millones de d—lares por la promoci—n fraudulenta de 13 de sus medicamentos, el 8 de agosto se supo que esta farmacŽutica concili— con el Departamento de Justicia de EE. UU. otra cercana a los 60 millones de d—lares por sobornar a mŽdicos, reguladores y funcionarios en el extranjero, particularmente de China y Europa. Por esta misma raz—n, Johnson & Johnson ya hab’a pagado una multa de 70 millones de d—lares.

Aunque de este modo las compa–’as se ponen 'al d’a' en materia judicial, son escalofriantes las implicaciones que en tŽrminos de salud entra–an estas acciones, pues los protagonistas de estos esc‡ndalos son medicamentos que consumen, en forma masiva, seres humanos de carne y hueso. Ningśn f‡rmaco, por benŽfico que parezca, est‡ exento de efectos colaterales que incluso pueden afectar a quienes lo necesitan.

Pr‡cticas como recetar medicamentos a gente que no los requiere, prolongar los tratamientos m‡s all‡ de lo debido, incrementar las dosis injustificadamente, recomendarlos para dolencias frente a las cuales no son eficaces o, peor aśn, inventarse enfermedades donde no las hay, hacen parte de una perversa estrategia que busca vender m‡s, a expensas de la salud de las personas.

Por supuesto, tampoco ayuda el hecho de que muchos investigadores olvidan mencionar en los art’culos donde dan a conocer sus resultados, quiŽn los financia. Es antiŽtico que los trabajos que anuncian efectos benŽficos de un f‡rmaco no referencien, con claridad, quiŽnes los pagaron, mucho m‡s si entre quienes aportaron recursos est‡ la empresa fabricante.

Se sabe que algunas casas farmacŽuticas han creado revistas o publicaciones de corte cient’fico que solo divulgan art’culos que resultan ser propaganda para sus productos. Algunos ya han sido se–alados con nombre propio y castigados. Esto no solo exige una celosa vigilancia por parte de autoridades sanitarias de todo el mundo, tambiŽn demanda una necesaria autorregulaci—n de los mŽdicos, que son los llamados a llevar a la pr‡ctica los rigurosos c—digos de Žtica que definan los l’mites que su profesi—n debe tener con los laboratorios.

En medio de todo est‡ la salud de la humanidad. La industria, por su parte, debe entender de una vez por todas que su naturaleza exige un respeto absoluto por la salud y la vida, en lugar de poner por encima de ellas sus rendimientos financieros. Se trata de una pr‡ctica criminal que no se resuelve pagando multas con dineros que han salido de sus propios fraudes. Y eso es doblemente grave.

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