“El tipo es capaz de durar en un polvo lo mismo que un partido de fútbol en
televisión, manteniendo la erección… A veces me desespera”.
Esta confesión, que tenía más cara de queja que de alarde, se la oí hace
unos días a una amiga, que decía sentirse ante un extraterrestre.
Es comprensible: en un mundo en el que abundan los eyaculadores
precoces y los señores afanados –para los que el aquello cabe perfecto en los
cinco minutos de reposición del juego–, encontrarse con
un ejemplar de esta clase tiene que ser raro de verdad.
Dice mi amiga que el secreto de su hombre está en hacer la pausa justa, en
el momento justo; en otras palabras, justo antes de llegar al punto de no
retorno, se detiene por un instante, mantiene su concentración para que su
mejor amigo se mantenga firme y continúa con la tarea. Y así sucesivamente.
“A veces pienso que ya va a terminar; lo abrazo y no: resulta que apenas va
por la mitad”.
Ella confiesa que al comienzo le gustaba y lo disfrutaba, pero a veces
siente que él se divierte solito, “porque a mí se me acaba el libreto”.
La verdad sea dicha, mi amiga tiene un diamante en bruto, que hay que pulir.
Vale la pena, les digo, porque son pocos los hombres que echan mano del principal
órgano sexual, que es el cerebro.
Aunque durante siglos los orientales nos han hablado de las técnicas tántricas como si fuera algo reservado para iniciados, a la
larga parece que eso no es tan difícil. Lo que se requiere es entrenamiento,
dejar a un lado el impulso instintivo (que entre otras cosas es delicioso),
para darle paso a la posibilidad de que sus neuronas lleven las riendas de su
asta, y no al revés.
Controlar la erección, e incluso la eyaculación, es posible. Tarea nuestra
es entenderlo, darles seguridad y aprender a acompañarlos en el entrenamiento.
Para eso se requiere confianza y algo de tiempo y de paciencia. Pero cuando se
logra no nos queda más que aprovecharlo y disfrutarlo.
Si mi amiga entendiera que el placer orgásmico se multiplica por tres, no se
estaría quejando sino celebrando el hecho de que ella es también responsable de
ese rendimiento. Mejor dicho: para nosotras un pene erecto es un botín de
guerra, y eso hay que aprender a disfrutarlo, en lugar de desesperarnos.
Hasta luego