El poder curativo de las
medicinas de mentiras
La
evidencia es creciente: aunque los placebos son fármacos sin principio activo,
ayudan a mejorar.
Hace
unas semanas, investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard y del Centro Médico Diaconisa Beth
Israel (EE. UU.) llegaron a una conclusión: los
placebos sí ayudan a los pacientes a mejorar.
Lo
curioso es que se trata de fármacos de mentiras, pues están hechos con
sustancias inocuas o que nada tienen que ver con el tratamiento que recibe una
persona.
En
el primer grupo caben desde las pastillas de harina, de azúcar o de componentes
similares, hasta las inyecciones de agua destilada o de solución salina. En el
segundo grupo entran medicamentos que en bajas dosis no hacen daño, como los
analgésicos suaves.
Hay
médicos que cuando detectan que la dolencia de los pacientes no es física sino
emocional, les entregan uno de estos fármacos sin explicarles de qué se trata,
pero siendo enfáticos en decirles que les va a servir. Eso hace que se los
tomen convencidos de que mejorarán.
Entre
los placebos se cuentan también las conductas del médico y la toma de exámenes
sencillos; por ejemplo, hay gente que se alivia con una radiografía o con el
solo examen clínico en consulta.
Vale
decir que los placebos no remplazan a los tratamientos convencionales,
generalmente se administran como coadyuvante.
Se
usan en ensayos clínicos para controlar los efectos de nuevos medicamentos. En
dichas pruebas se divide a los participantes en grupos; a unos se les da el
fármaco a probar y a otros, el placebo. A ninguno se le dice qué está tomando.
Distintos estudios han documentado el hecho de que incluso entre quienes toman
el placebo se presentan mejorías. En general, estas han sido atribuidas a la
fuerza del pensamiento positivo: la persona empieza a sentirse mejor porque
cree que está tomando un fármaco real.
Lo
curioso es que el trabajo de Harvard y del Diaconisa
comprobó que la gente mejora incluso si es consciente de que la medicina que
recibe no es de verdad. Los investigadores, cuyo ensayo se publicó en Public Library of Science, reunieron a 80
pacientes con síndrome de intestino irritable y les comunicaron su intención de
tratarlos con placebos: "No sólo establecimos con claridad que las
píldoras no tenían ingredientes activos y que estaban hechas de sustancias
inertes, sino que también pusimos una etiqueta con la palabra 'placebo' en los
frascos", dijo Ted Kaptchuk,
director del estudio.
Al
final, el 59 por ciento de los participantes aseguraron que sus síntomas habían
mejorado. ¿Cuál es la razón?
Kaptchuk tiene su propia teoría:
"Al parecer basta con llevar a cabo el ritual médico, especialmente en el
contexto de una relación franca de médico y paciente, para poder lograr una
mejoría", dice.
¿Qué
efecto tienen en el cerebro?
El
mecanismo de acción del efecto placebo es sencillo: la persona que toma una
pastilla o sigue un ritual que, en su criterio, sí tiene acción curativa, se
sugestiona y hace que ciertas partes de su cerebro se activen y liberen
sustancias relacionadas con los sentimientos placenteros y la analgesia. Esto
mejora la tolerancia al dolor y el estado general del enfermo.
Hallazgos
y puntos de vista
Especialistas
en EE. UU. los formulan
Una
encuesta hecha hace dos años entre internistas y reumatólogos de Estados
Unidos, publicada en BMJ, reveló que la mitad de ellos receta placebos a sus
pacientes en forma regular. El 62 por ciento considera este hecho
"éticamente aceptable".
Elevan
la libido en algunas mujeres
El
año pasado, el Journal of
Sexual Medicine publicó un trabajo que demostró que la administración de un
placebo mejora los problemas de falta de excitación de algunas mujeres, lo que
indica que esta condición sí tiene solución.
Resultan
útiles para la depresión
Científicos
de la Universidad de California encontraron, durante un ensayo con pacientes
depresivos en el 2002, que
algunos mejoraron sus síntomas aun cuando recibieron una píldora de azúcar u
otro placebo, en lugar de un antidepresivo.
Para
algunos encarna un dilema ético
No
a todos los médicos les gusta usar placebos, pues consideran que los pacientes
deben saber siempre qué les están dando; lo contrario, aseguran, es engañarlos.
Afirman, además, que no cualquier profesional puede formularlos, pues se
necesita un conocimiento profundo de cada caso antes de hacerlo.