Persisten los vacíos en salud pública en la propuesta de reforma al sistema de salud en Colombia

Por MARÍA P. ARBELÁEZ MONTOYA

Decana Facultad Nacional de Salud Pública

 

Desde la puesta en marcha del sistema de seguridad social en salud en Colombia hace veinte años, la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia ha investigado diferentes efectos de la reforma en la salud pública del país, los cuales no son abordados en el proyecto de ley 210 que se está discutiendo en el Senado de la República.

Estos efectos se han manifestado en una orientación del sistema de salud más a lo curativo que a la promoción de la salud y a la prevención de la enfermedad. Evidencia de ello ha sido, por ejemplo, la dificultad en el control de enfermedades prevenibles como la malaria, el dengue y la tuberculosis, que requieren de medidas que van más allá de la atención en consulta médica y demandan condiciones de vida dignas en tranquilidad, vivienda, alimentación, servicios públicos, educación, con participación de todos y con las acciones de diferentes sectores que velen por el bienestar de la población. En este aspecto la propuesta de reforma propone continuar con acciones de salud pública separadas en acciones individuales y colectivas, que en la práctica requieren estar integradas.

En el debate que recientemente sostuvimos en Medellín con el Ministro de Salud y Protección Social, Alejandro Gaviria, señalaba cómo persisten los vacíos en la salud pública del país, entre ellos la debilidad en la capacidad de gestión en salud de los entes territoriales. Aunque alrededor de tres cuartas partes de la población colombiana viven en áreas urbanas, hay desprotección en salud en áreas rurales; alrededor del 60% de los municipios del país son de nivel seis, que de acuerdo con los datos de planeación nacional, significa que tienen menos desarrollo y por tanto menos capacidades para proteger la salud de la población de su territorio. Por tanto, no se vislumbra cómo en la constitución de las nuevas gestoras de salud se fortalecerán estas capacidades.

También aludí al deterioro de las instituciones de salud de carácter público y a la concentración de los servicios más especializados de alto costo en instituciones privadas. En la propuesta de reforma persiste una segmentación entre la población subsidiada que será atendida en la red pública y la población del régimen contributivo que será atendida en la red privada. Igualmente, aunque en la evaluación del sistema de salud de Colombia internacionalmente se destaca que existe una baja proporción de gasto de bolsillo de las personas para ser atendidas en salud, en un estudio que adelantamos en la Facultad Nacional de Salud Pública sobre costo efectividad en el tratamiento de la tuberculosis, publicado el año pasado en la Revista Panamericana de Salud Pública, la mitad de los costos del tratamiento los asume el paciente y muchos de estos costos se aumentan a causa de la fragmentación que se presenta, cuando los pacientes no pueden recibir el tratamiento en la unidad de servicios de salud que le quede más cercana, sino que deben desplazarse a las instituciones, donde, como en la propuesta, las nuevas gestoras tengan contrato.

Otro aspecto fundamental a considerar se relaciona con el talento humano en salud. En la última encuesta nacional de salud que se realizó en el país en 2007, al revisar la condición de vinculación del personal de salud en los servicios de maternidad, se encontró que sólo la tercera parte tiene contrato de trabajo fijo, aproximadamente el 60% tiene contratos por prestación de servicios o a través de cooperativas, que no necesariamente garantizan la estabilidad y trayectoria que este tipo de servicios demanda.

Es indudable el aumento de la cobertura en el aseguramiento en salud del país y el aumento del gasto en salud, pero no se compadece con los escasos logros en indicadores globales de salud en esta década. Aunque la reforma ahora se propone centrada en la salud de las personas y el pago de los servicios prestados a cambios favorables en los resultados en salud, las prioridades se relacionan más con el flujo de recursos financieros en el sector. Aunque es positiva, la creación de un fondo único en salud, que evitaría la malversación de los recursos, es lamentable que no se incluya en el la financiación del plan decenal de salud pública, sino más bien el reaseguro para evitar el riesgo financiero de los diferentes entes del sistema.

Los retos impostergables desde la salud pública se centran entonces en mejorar la capacidad territorial de gestión en salud en un marco constitucional de descentralización, fortaleciendo la capacidad de los entes departamentales dentro del sistema; legitimar la gobernabilidad del sector promoviendo los acuerdos sociales y el poder de la ciudadanía; viabilizar el modelo de salud centrado en la estrategia de atención primaria y la complementariedad en las redes de prestación de servicios de salud; incentivar la formación del talento humano en salud desde la ética y la articulación docencia-asistencia, ofreciendo también posibilidades de trabajo digno.

Finalmente, para el logro de las aspiraciones en torno a la reforma del sistema de salud debemos considerar “la salud pública desde el principio” y en ello los principios de justicia social, equidad, derecho a la salud, protección ambiental, apropiación social del conocimiento, participación social y condiciones de vida digna. Es sólo a través de la coherencia con estos principios que podemos juzgar la pertinencia social de las propuestas de reforma actualmente en debate.