En los páramos, no
No
sobra recordar que en el Código Minero es tajante la prohibición de la minería
en los páramos.
El sentimiento de euforia que invadió el jueves pasado a quienes se oponen al
proyecto Angostura de explotación de oro, que impulsa la compañía canadiense Greystar Resources en la zona del
páramo de Santurbán, que surte de agua a Bucaramanga,
quedó en entredicho un día después, cuando un comunicado de la empresa sostuvo
que no se retira del todo de la iniciativa, sino que estudiará otras
alternativas.
Esas opciones, que podrían llegar a sustituir una posible mina a cielo abierto
con una subterránea, no han sido definidas aún, pues dependen de las
conversaciones que se adelanten con los ministerios de Ambiente y Vivienda y
Minas y Energía, los cuales tienen la voz cantante en este asunto.
Hecha esa salvedad, no está de más recordar que, de acuerdo con el Código
Minero, la minería está tajantemente prohibida en los páramos. Y los expertos
insisten en que estos entornos -que cuentan con valiosos endemismos en cuanto a
su biodiversidad y son críticos para la regulación del ciclo del agua- están
integrados no solamente por vegetación, fauna y suelo, sino también por el
subsuelo y las aguas subterráneas, es decir, por el sistema hidrogeológico
total asociado al sistema superficial, con el que conforman una unidad
consubstancial.
Desde ese punto de vista, le va a quedar imposible a Greystar
obtener una licencia ambiental para una explotación de cualquier tipo si desea
que quede ubicada en el gran complejo paramuno
citado, conforme a la definición y cota fijada por
En caso de que eso sea así, debe tener lugar una evaluación técnica de un tema
sobre el cual es fácil debatir en forma emocional. Más allá de que la concepción
original de Angostura no fuera la correcta, el país espera un pronunciamiento
de fondo de sus autoridades al respecto. La razón es que las determinaciones
que se tomen deben tener una base científica, que analice con realismo los
puntos a favor y en contra de una actividad que, sin duda, deja huella, pero
cuyo impacto puede ser mitigable si las cosas se
ejecutan bien y el Estado cumple a cabalidad su papel a la hora de hacer
respetar las normas.
Una definición clara en este tema es fundamental, porque la lista de proyectos
en fila es larga. Aunque cada una de las iniciativas pendientes tiene
características que hacen imposibles ciertas generalizaciones -como la extrema
de oponerse por principio a la extracción del oro en cualquier punto del territorio
nacional-, la verdad es que el Ejecutivo necesita ponerle la cara a la opinión
en estas materias. Es posible que la pronta creación del Ministerio de Ambiente
tenga que ver con el vacío actual y la sensación de falta de interlocutores que
señala el sector privado, pero es de esperar que tal situación se solucione
rápido.
Mientras eso ocurre, no está de más recordar lo dicho por el presidente Juan
Manuel Santos en consonancia con las palabras de Al Gore
durante la reciente visita de este a Colombia. Al reconocer los grandes avances
en la sostenibilidad ambiental de la minería, el
premio Nobel subrayó el imperativo de excluir
totalmente dicha actividad de lugares de especial valor ecológico. Solamente
así se puede entender la armonía entre medio ambiente y desarrollo económico,
en un país que, sin duda, tiene ante sí grandes oportunidades en materia
minera.