En los páramos, no

No sobra recordar que en el Código Minero es tajante la prohibición de la minería en los páramos.

    El sentimiento de euforia que invadió el jueves pasado a quienes se oponen al proyecto Angostura de explotación de oro, que impulsa la compañía canadiense Greystar Resources en la zona del páramo de Santurbán, que surte de agua a Bucaramanga, quedó en entredicho un día después, cuando un comunicado de la empresa sostuvo que no se retira del todo de la iniciativa, sino que estudiará otras alternativas.

    Esas opciones, que podrían llegar a sustituir una posible mina a cielo abierto con una subterránea, no han sido definidas aún, pues dependen de las conversaciones que se adelanten con los ministerios de Ambiente y Vivienda y Minas y Energía, los cuales tienen la voz cantante en este asunto.

    Hecha esa salvedad, no está de más recordar que, de acuerdo con el Código Minero, la minería está tajantemente prohibida en los páramos. Y los expertos insisten en que estos entornos -que cuentan con valiosos endemismos en cuanto a su biodiversidad y son críticos para la regulación del ciclo del agua- están integrados no solamente por vegetación, fauna y suelo, sino también por el subsuelo y las aguas subterráneas, es decir, por el sistema hidrogeológico total asociado al sistema superficial, con el que conforman una unidad consubstancial.

    Desde ese punto de vista, le va a quedar imposible a Greystar obtener una licencia ambiental para una explotación de cualquier tipo si desea que quede ubicada en el gran complejo paramuno citado, conforme a la definición y cota fijada por la Resolución 769 del 2002 de Minambiente para la Cordillera Oriental. No obstante, antes de apresurarse a cerrar definitivamente este capítulo, hay que esperar la argumentación que haga la compañía, que mantiene el derecho a presentarla con la aspiración de que el alegato sea resuelto a su favor, mientras este no riña con la legislación.

    En caso de que eso sea así, debe tener lugar una evaluación técnica de un tema sobre el cual es fácil debatir en forma emocional. Más allá de que la concepción original de Angostura no fuera la correcta, el país espera un pronunciamiento de fondo de sus autoridades al respecto. La razón es que las determinaciones que se tomen deben tener una base científica, que analice con realismo los puntos a favor y en contra de una actividad que, sin duda, deja huella, pero cuyo impacto puede ser mitigable si las cosas se ejecutan bien y el Estado cumple a cabalidad su papel a la hora de hacer respetar las normas.

    Una definición clara en este tema es fundamental, porque la lista de proyectos en fila es larga. Aunque cada una de las iniciativas pendientes tiene características que hacen imposibles ciertas generalizaciones -como la extrema de oponerse por principio a la extracción del oro en cualquier punto del territorio nacional-, la verdad es que el Ejecutivo necesita ponerle la cara a la opinión en estas materias. Es posible que la pronta creación del Ministerio de Ambiente tenga que ver con el vacío actual y la sensación de falta de interlocutores que señala el sector privado, pero es de esperar que tal situación se solucione rápido.

    Mientras eso ocurre, no está de más recordar lo dicho por el presidente Juan Manuel Santos en consonancia con las palabras de Al Gore durante la reciente visita de este a Colombia. Al reconocer los grandes avances en la sostenibilidad ambiental de la minería, el premio Nobel subrayó el imperativo de excluir totalmente dicha actividad de lugares de especial valor ecológico. Solamente así se puede entender la armonía entre medio ambiente y desarrollo económico, en un país que, sin duda, tiene ante sí grandes oportunidades en materia minera.

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