Un artículo de opinión
se controvierte simplemente con otra opinión. Por eso voy a empezar este solo
con hechos reportados en el informe del Observatorio de Ciencia y Tecnología OCyT y en la rendición de cuentas de Colciencias
(los dos del 2012).
Llevábamos en el país, por
años, un crecimiento continuo del número de grupos y de investigadores activos.
Esto dejó de suceder. Desde hace unos 5 años se reporta un estancamiento y para
el 2011 una disminución de 11l% con respecto al año anterior. Ese dato parece confirmarse
con el reporte de que mientras en el año 2002 la mayoría de los grupos eran
recién formados, en el 2011 menos del 10% lo eran.
Esto es muy preocupante si se
tiene en cuenta que en los últimos años hubo un aumento en la formación de
doctores, hecho que no se ve reflejado en las estadísticas anteriores. No creo
que hayan encontrado lugar en el sector privado, porque la participación de
este sector, en la inversión en actividades de ciencia, decayó en los últimos
cinco años de 50 a 40%.
La inversión total se ha
mantenido muy baja. Cuando se calcula con los parámetros internacionales (de la
Ocde, por ejemplo) que miden sólo investigación y
desarrollo (I+D) estamos alrededor del 0,17% del PIB, una de las más bajas de
Latinoamérica, lejanas al 3% de USA o al 3,5% de Japón, entre otros. Un
indicador (más autocomplaciente) es el de inversión en actividades de ciencia,
tecnología e innovación (Acti), que llega al 0,45%
incluyendo actividades como consultorías, formación de alto nivel y servicios
de contenido tecnológico, pero no verdaderamente investigación científica.
El presupuesto de Colciencias aumentó el año 2009 debido al importante
programa de 500 becas doctorales por año, y se suponía que aumentaría durante 5
años en la misma medida en que se incrementaba el grupo de becarios. Sin
embargo, ese aumento de recursos se dio solo un año. El costo de los nuevos
becarios debió ser absorbido por el presupuesto regular, desfinanciando el
resto de programas. Para el 2014, el Gobierno presentó al Congreso un proyecto
de presupuesto que reduce la inversión de Colciencias
en 20% con respecto a la del 2012 y casi el 70% está destinado a becas. Esos
malos presupuestos explican por qué Colciencias pasó
de una tasa de aprobación de proyectos de 18% el año 2002 a 2,5% el 2011.
El cese de crecimiento no se
debe a que llegamos al óptimo: apenas tenemos una tercera parte del número de
investigadores, y un 10% de la inversión que la ‘Misión de Sabios’ hace 20 años
definía como necesaria para el año 2000. Comparando indicadores de número de
científicos por millón de habitantes y porcentaje de PIB invertido, el Informe
Mundial de la Ciencia (Unesco 2010) nos sitúa más
cerca de África que de Brasil.
Esa pequeña muestra de datos
señala carencias en nuestra política de CyT. Es evidente
que tenemos que crecer, y para eso hay que formar investigadores y generarles
opciones de trabajo. Esto es, más universidades, centros e institutos de
investigación, programas que estimulen captación y retorno de jóvenes doctores,
aumento en el financiamiento de proyectos y estímulo a la inversión de riesgo
en empresas innovadoras.
Me dirán que para eso están
las regalías. Aunque inyectan recursos, no son la panacea. No se puede generar
con ellas políticas transversales como las sugeridas antes, y solo una minoría
de los grupos consolidados tendrá acceso a recursos. El proceso de construcción
de proyectos y su selección está muy politizado y les exige a los
investigadores y a sus instituciones unas capacidades de lobby, de negociación
y de gestión empresarial que no deben ser su fuerte. En la reglamentación del
sistema se sacrificó la excelencia científica por la complacencia política.
* Profesor emérito de la UN
@mwassermannl