Ojo con el
hipócrita
Por Carlos E. Climent
Fachada impecable, cinismo maestro y frialdad son
condiciones que con frecuencia permiten el acceso a las más altas posiciones
sociales y políticas.
Las personas hipócritas pertenecen a ambos sexos y comparten características
que las tipifican. Son arrogantes, desleales y fingen sistemáticamente, para
lograr sus objetivos que en términos mundanos se traducen en acceder al poder.
Frente a individuos importantes (según los criterios del hipócrita) su actitud es
descaradamente amable y servil. En cambio, si nadie las está observando, frente
a personas sin “utilidad social”, es decir aquellas que no les representan
ganancia alguna, no sólo son indiferentes sino humillantes.
Características persistentes de las personas hipócritas son su condición
camaleónica y su habilidad calculadora. Jamás dan una respuesta sin asegurarse
algún beneficio personal. Usando una frase popular, ”No
hilan sin dedal”.
Muy relacionada con la condición anterior está su desmesurada avidez por el
poder y/o el dinero. Estas razones son suficientes para descartar sin
contemplaciones a quien no sirva esos objetivos.
Son frías e insensibles en sus afectos. En realidad su narcisismo no les
permite querer a nadie y en su corazón no hay cabida para los sentimientos
nobles. Dependiendo de las circunstancias, descartan con facilidad asombrosa a
los más fieles colaboradores y allegados. Y, con la misma facilidad, cambian de
socios, amigos y por supuesto de filiación política.
Tienen respuestas rápidas/automáticas/carentes de emoción/acartonadas que
pueden llegar a ser muy convincentes para un observador desprevenido. Pero sus
planteamientos, en general, suelen ser superficiales y no aguantan una
reflexión “sesuda”.
Cuando se las sindica de haber traicionado los vínculos sagrados de la amistad,
el amor, la lealtad o el compromiso, jamás lo aceptan. Peor aún, no entienden
esos conceptos.
Convencen a las personas ingenuas de la existencia de seres malintencionados
que siempre están tratando de hacerles daño. Vale aclarar que no logran
adoctrinar a quiénes las conocen bien o a quienes tienen un juicio crítico
independiente.
A pesar de su astucia y de sus habilidades en el arte del disimulo son de una
inteligencia limitada. Independientemente de lo grotesco y descarado de sus
acciones no deja de sorprender lo que son capaces de lograr-de los demás-en el
corto plazo. Pero con los años quedan al descubierto por la aberración de sus
contradicciones.
Se tolera a las personas hipócritas por su frialdad, su cinismo y la
tranquilidad con la que son capaces de acomodar la realidad a sus conveniencias
(eufemismo para mentira). Estas condiciones llevan a mucha gente a preferirlas
de aliadas porque las consideran peligrosas. La tolerancia de los demás se incrementa
cuando el hipócrita ha accedido al poder y puede representar algún beneficio.
Pero tales asociaciones constituyen siempre lamentables errores porque no se
sostienen en el largo plazo.
No se puede olvidar que las alianzas perdurables sólo son posibles con personas
confiables, es decir, transparentes.
carloscliment@elpais.com.co