La ex ministra de
Educación Cecilia María Vélez, advierte que en los universitarios la capacidad lectoescritora es débil y debe fortalecerse. Dice que el
reto es meter a un millón y medio más de estudiantes a la universidad.
Cecilia María Vélez creció en Tablaíto, una
casa de hacienda construida en la arquitectura montañera del occidente
antioqueño. Su madre, Gabriela White, creía que en la educación estaba el
futuro del país y por eso convocaba a clases todos los días a los hijos de los
labriegos.
Su esposo, Juvenal Vélez, ingeniero y feminista,
creía firmemente en la inteligencia de las mujeres, de modo que mandó a sus
hijas a estudiar a los Estados Unidos. Cecilia María tiene un máster en Ciencias Económicas de la Universidad de Lovaina
y un grado en Estudios Urbanos y Regionales del MIT.
Fue subdirectora de Planeación Nacional y directora
de la Unidad de Desarrollo Territorial. Se desempeñó con éxito en la Secretaría
de Educación en las administraciones de Antanas Mockus y de Enrique Peñalosa, en Bogotá, y luego lideró el
proyecto educativo de Álvaro Uribe durante sus ocho años de gobierno. Desde el
año pasado es la rectora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Dicté dos semestres en la Maestría en Política
Educativa Internacional, que me resultó sumamente interesante porque son los
muchachos mejor escogidos del mundo. La maestría está enfocada en el estudio
del papel de la educación para promover la igualdad social. Sus egresados
pueden desarrollar programas para mejorar la calidad de la educación, y son una
comunidad que comparte el interés por el estudio crítico de temas de equidad en
un contexto comparado internacional, y puede establecer las relaciones entre el
cambio educativo y el cambio social, tema que como usted sabe muy bien, es uno
de los que ha adquirido mayor preponderancia en América Latina.
La Tadeo es una universidad flexible y me pareció
que muchas cosas que se pueden hacer en las universidades desde la política, se
pueden hacer también desde la práctica.
En primer lugar, fortalecer mucho la investigación
a la que cada vez llega gente más cualificada y con mejor práctica. La Tadeo
tiene una gran fortaleza en arte y en diseño y es una universidad muy
importante en innovación y creatividad, condiciones básicas para un país que
quiera competir.
Sí, y las universidades tenemos que demostrar que
somos buenas ejecutoras de los dineros y que estamos haciendo investigación
pertinente y significativa. Nosotros somos muy fuertes en investigación
ambiental.
Como puede ver nuestra infraestructura es
impresionante y ha sido muy interesante su desarrollo en pleno centro de la
ciudad. Tenemos diplomados y maestrías, y estamos tratando de fortalecer estas
últimas, en las que necesitamos crecer mucho más porque el país lo necesita.
Esta es una universidad básicamente formativa. No aspiramos a competir con las
grandes como la de Antioquia, la Nacional o la de los Andes, pero sí sabemos
que la calidad del pregrado y de la formación misma, están en el nivel y la
calidad de la investigación que hagamos, pero esta no es una universidad de
investigación sino con investigación, básicamente orientada a fortalecer la
formación de los muchachos.
Yo pienso que hay un problema institucional muy complicado
y me parece que como hay que trabajar básicamente en los apoyos al tema de
Ciencia, Innovación y Tecnología desde el gobierno, las universidades somos una
opción importante porque tenemos esa capacidad; pero es cierto que se mandan
señales ambiguas. Yo siento que tenemos dos tipos de políticas: una, que es la
investigación para el desarrollo, que fue la que planteó el Presidente y que es
muy importante, pero también hay una investigación en Ciencias Básicas que es
la que le da soporte a una investigación práctica. Colciencias
tiene que trabajar mucho en el tema de institucionalidad con mucho respaldo del
gobierno.
Yo tengo que hacerle un homenaje a mi antecesor,
José Fernando Isaza, por el énfasis que se hizo durante su administración en el
avance de las Ciencias Humanas. Antes no teníamos una Facultad de Ciencias
Sociales sólida. Hoy el decano es Jorge Orlando Melo y su presencia da una
señal muy clara de nuestro interés en seguir fortaleciendo esa área.
Ese es un problema que se debe corregir a través de
cursos de nivelación básicamente en Humanidades. Quienes no pasan ciertos
niveles en los exámenes deben hacer estos cursos. Nuestro programa de
lectoescritura y de comprensión lectora será cada vez más intenso.
Muchos estudiantes leen y no entienden lo que están
leyendo y se les hace realmente difícil no solo comprender a fondo los temas,
sino también expresarse y escribir bien. Por ejemplo, una de las trabas que
tienen para resolver ejercicios matemáticos no está en las fórmulas, sino en
que no entienden el problema. Así las universidades se empeñen en elevar la
capacidad de investigación en los estudiantes, esta no tiene ninguna
posibilidad de desarrollarse si ellos no leen lo suficiente y, peor aún, si no
entienden lo que leen.
Es muy interesante observar la facilidad que tienen
los estudiantes de Harvard para entender lo que leen, y mejor aún, de sacar
conclusiones muy complejas y de hacer relaciones con el texto. La habilidad
lectora da más capacidad de construir conocimiento y de analizar y entender
muchos fenómenos.
Con todo el respeto para los estudiantes
universitarios, que son autónomos, pienso que una manera de enfrentar la
deserción involucra el apoyo familiar. Abrir las puertas a la conversación con
los padres y tender lazos con la familia. Esta universidad tiene en ese sentido
problemas menores que el promedio nacional, también como resultado de otras
políticas como la financiera, que trata de dar facilidades de pago, porque
muchas veces los problemas económicos tienen una incidencia muy grande en este
tema. Es importante también proveer apoyos para enfrentar problemas
sicológicos, o de droga, que a veces tienen alguna incidencia que es importante
percibir.
Harvard hace una selección rigurosa de sus alumnos,
cosa que no ocurre mucho en Colombia. Pero hay diferentes criterios, José
Fernando Isaza, argumentaba que las universidades no debieran escoger, porque
su reto debería ser poner mayor valor agregado, sin importar cómo lleguen los
estudiantes. Es cierto que a Harvard llegan sabidos y se parte del interés real
del muchacho por estudiar. Mientras tanto, aquí los jóvenes entran a la
universidad como en una especie de obligación y por ello es un reto encontrar
qué es lo que realmente los motiva.
Cada muchacho es una historia. Nosotros estamos
enfrentados al factor socio- económico que influye por el nivel cultural que
determina en la gente. Ahora, uno podría pensar que quienes tienen mayores
ingresos tendrían mayor posibilidad de llegar a niveles mejores de educación,
pero no siempre es así, uno encuentra muchachos que vienen de abajo con mucho
esfuerzo y que resultan extraordinarios estudiantes.
Hacia los sectores más pobres. Como los ricos
pueden matricularse, la posibilidad de ampliación debe dirigirse a los de menos
recursos. El gobierno está dando ayudas importantes que, junto a la consecución
de recursos con las empresas, permitan no solo tener un programa de becas
sólido sino seguir creciendo.
En primer lugar somos muchos, y para solucionar los
problemas de muchos los procesos se vuelven cada vez más complejos. Por otra
parte, como se está construyendo sobre un conocimiento anterior, ya lo evidente
está solucionado y hay que partir de allí para hacer cosas más complejas. Se va
tejiendo una cadena, al final de la cual hay que empujar a la gente hacia el
doctorado. Pero también hay que ayudar a llegar a los de menores recursos. En
el período en que estuve en el Ministerio pasamos de 400.000 muchachos que
salían del bachillerato a 600.000, y me temo que ya vamos en 800.000. Se van
aumentando los promedios, pero también hay que ir formando gente porque el
conocimiento de punta va jalonando y haciéndose más especializado. Cada
problema va trayendo algún nivel de solución y aún cuando el mundo se vuelve
cada vez más complejo, surgen tecnologías como Internet, que propicia una
democratización impresionante del conocimiento.
Estamos en un 37% de cobertura -alrededor de
1.600.000 muchachos- pero tenemos que duplicarla rápidamente para llegar a tres
millones. Meter a más de un millón y medio más a la universidad es un reto
enorme. Allí es donde hay que echar mano de las tecnologías, que no solamente
dan acceso a los mejores profesores y a los mejores cursos, sino que permitirá
cumplir la meta de los tres millones, con calidad. Y hay toda una generación de
maestros a la que hay que enseñar a usar bien la tecnología, porque no fue
educada en ella.