No se amargue
No
hay ninguna razón que justifique una quemadura con pólvora.
De
entrada, quien promueve su uso de manera no profesional, y expone a los niños,
es un irresponsable.
En
la mayoría de las ciudades del país está prohibida su comercialización, pero no
falta el que se aparece en las fiestas con un atado de totes y voladores a
dárselas de osado, desconociendo que con su chistecito puede lesionar
gravemente a los demás
Esta columna trata siempre de aportar remedios, y como el principal de todos es
la prevención, me tomo el atrevimiento de recordarles algunos consejitos:
Entienda:
No
existe la pólvora inofensiva; hasta las lucecitas son un peligro, sobre todo en
manos de los niños. Estas son capaces de dejar lesiones de por vida. ¡Y no
exagero!
Ni
en chiste:
Ya
que hablamos de los niños, no les permita a sus hijos manipular pólvora, así le
monten pataleta. Sin perder la calma, mírelos a los ojos y explíqueles despacio
y con claridad por qué es tan peligrosa. Se vale ser crudo y directo; aquí las
metáforas no caben. En eso no ceda jamás. ¡Hágalo por ellos!
Pura
carreta:
los adultos responsables dejan
de serlo después de consumir el primer trago; si el alcohol diezma los
reflejos, desinhibe y reduce la capacidad de medir el riesgo, ¿por qué les
parece seguro un volador en manos de un primo borracho? ¡Qué peligro!
Ni
velitas ni farolitos
Los
niños tampoco miden el peligro; de hecho, no tienen por qué hacerlo. Si los
deja solos con velas y faroles encendidos los expone a peligros que van desde
quemaduras hasta incendios. Si quiere seguir con la tradición, hágalo, pero no
les quite el ojo de encima...
Mezcla
peligrosa
el alcohol, la pólvora, las velitas y el
'añoviejo' son una combinación letal. Si siente que
no es capaz de hacer a un lado el traguito, pero se muere por las lucecitas, lo
mejor -y lo digo con todo respeto- es que se compre para usted, y para sus
hijitos, unas de pilas.
Colabore
Sea
cívico y denuncie al que expende pólvora donde está prohibido, al que se la
vende o entrega a niños o adolescentes en cualquier lugar y al que la utiliza
de manera irresponsable.
Por
último
insisto en que esta columna no
tiene el propósito de repartir regaños, pero sí de ser drástico, como tendría
que serlo en este asunto todo adulto responsable con sus hijos. La idea es
evitarles amarguras y que pasen la temporada en un pabellón de quemados.
CARLOS
FERNÁANDEZ F.
ASESOR MÉDICO DE CEET