Niños que mueren de hambre
A menudo, en el tema de la infancia se dan noticias
tristes, como la que produjo el representante en Colombia del Fondo de Naciones
Unidas para la Infancia (Unicef), Paul
Martin, quien afirmó que en el país mueren cinco mil
niños por desnutrición cada año.
La cifra es escalofriante. Mas, por dura que sea, es una vergonzosa realidad.
Resulta absolutamente injustificable que, ya sea por pobreza, miseria, falta de
presencia oportuna del Estado o por causa de la corrupción, que se engulle
mucho de lo que debería llegar a la boca de los menores con hambre, tantos
inocentes paguen con su vida.
Hace poco se descubrió una miserable práctica en el Chocó, donde hay más
presencia de carencias: la bienestarina enviada por
Bienestar Familiar, que iba para los niños de unas localidades de aquella
empobrecida zona, resultó vendida como alimento de cerdos, por arte de mafia,
no de magia. Esto, además de que en muchas partes los grupos violentos impiden
la atención necesaria y adecuada para la infancia, o que se desarrollen las
fuentes de trabajo y la agricultura, como lo señaló el señor Martin durante un foro en Bogotá, en que se examinaban los
problemas de la infancia.
La directora del ICBF, Elvira Forero, señaló que el
Instituto destina 5 billones de pesos anuales para programas de nutrición, al
tiempo que resaltó la responsabilidad de los gobiernos locales. Por todo ello,
es vital que salga algo concreto del VIII Encuentro de Gobernadores por la
Infancia, la Adolescencia y la Juventud, que se realizará en Bucaramanga los
días 3 y 4 de junio, al que el mandatario seccional, Horacio Serpa, le viene
poniendo especial empeño, como tiene que ser.
El compromiso de los 32 mandatarios regionales deber ser real, sin desoír
preocupaciones y propuestas. Especialmente en estos momentos de crisis, de
desplazados y madres cabeza de familia, donde en aspectos sociales y humanos no
se pueden hacer recortes. Allí se tienen que definir políticas públicas,
particularmente sobre seguridad alimentaria,
nutricional y protección de menores. Se sabe que serán revisadas las acciones
dirigidas a la atención de la primera infancia. Pues, como lo recalcó Martin, "los niños que no se alimentan bien,
especialmente en los tres primeros años, nunca van a poder desarrollar la totalidad
de sus capacidades".
Colombia no puede seguir enterrando a sus hijos recién nacidos.
Esa es una responsabilidad de los mayores. Sobre todo, de quienes detentan el
poder. Por eso, el Estado, el Ministerio de la Protección Social, los
gobernadores y los alcaldes tienen una ineludible responsabilidad permanente:
los niños.