Niños programados para el éxito

Los padres que siempre hablan en sentido positivo y estimulan a los niños a desear, sentir y actuar, propenden por unos hijos que logran sus objetivos. Consejos para que, a través de la programación neurolingüística, los niños empiecen a proponerse metas y sepan cómo conseguirlas.
“Todos tenemos ya la vida que queremos”. Así, Alejandro Cuellar, replica a la idea de que la Programación Neurolingüística (PNL) ayuda a obtener la vida soñada, pues según su explicación, nadie tiene una vida diferente a la que ha planeado y por la que ha trabajado. Este español de 1,80 de estatura, calvo y ojos azules es el primer occidental que dictó clases en la Universidad de Japón. Desde los 7 años practica yoga, ha hecho medicina natural y posteriormente, estudió sicoterapia.  
Es un convencido de que los seres humanos están hechos de emociones y, a partir de ellas, trabaja con la PNL para que quienes lo consulten tengan objetivos claros y guiados por estos, consigan lo que desean.

Niños, programadores naturales

Santiago tiene 6 años y entrena taekwondo todas las semanas. Le contó orgulloso a Alejandro que le había ganado al niño que nunca pierde ninguno de los encuentros y, ante la pregunta de cómo lo había hecho, contestó: “El otro niño pensaba en ganar, mientras yo pensaba en divertirme” y desde entonces este español ha repetido la frase cientos de veces, para hacer conscientes a los adultos de la importancia de las actitudes en cada una de las actividades que realicen.
“El niño ya aplica la PNL, intuitivamente, son grandes maestros. No hay otro momento para ellos que el presente”, afirma Alejandro Cuellar. Y es que una de las dificultades que lleva al fracaso de los propósitos es estar anclado al pasado y arrastrando recuerdos y condicionamientos que no permiten enfrentar experiencias con tranquilidad. A eso se le denomina experiencias limitantes.
Una situación es buena o no, dependiendo de la manera como sea vista por alguien. Nada es correcto o incorrecto, si no pasa por el juicio de quien lo considera así. Por eso los niños, que no tienen condicionamientos previos, actúan como esos maestros naturales.
De acuerdo con Cuellar, son los adultos quienes empiezan a transformar a los niños. “Yo siento que cuando mis hijas eran niñas, no las quería, porque buscaba formarlas según lo que yo esperaba de ellas. Luego entendí que debo quererlas como son. Los padres debemos guiar a nuestros hijos, no obligarlos”.  

El lenguaje de los padres

En la PNL existen tres pasos para empezar a obtener los objetivos planeados:
Imaginarse, emocionarse y actuar. Para que los niños lo logren, es importante que los padres les ayuden estimulando todos los sentidos, pues para imaginar y emocionarse con lo que se espera los adultos pueden incentivarlos a que describan lo que desean en detalle, imaginen la sensación que experimentarán cuando lo tengan. Los niños pueden dibujarlo, colorearlo y convertir la redacción de sus objetivos en una actividad divertida.

Por el contrario, si se le repite a un niño que es tonto, culpable, que se equivoco y siempre lo hace mal, se le estará condicionando para que se crea este discurso y su pensamiento empiece a catalogar lo que es verdad y mentira. “Sacaste buena nota, pero si te hubieras esforzado más tendrías ahora una mejor calificación. Esta frase es como   un golpe bajo”, explica Cuellar.

Otro de los errores muy comunes, según este especialista español, suelen cometerlo las madres cuando se convierten en víctimas al usar un lenguaje como: “Yo que me he esforzado tanto por ti, todo lo que dejé de hacer para estar contigo”. Si la madre es la víctima, al hijo se le atribuye automáticamente el papel de verdugo. Para contrarrestar esta situación se aconseja cambiar siempre el lenguaje negativo y ponerlo en positivo; por ejemplo, cambiar el “no corras”, por “camina despacio”. Así, en vez de críticas, se dan opciones.

 
Elizabeth Payea Butle, Master Trainer de PNL del PNL Kids Camp de Canadá  (www.nlppossibilitieswithdhe.com), asegura que el papel de los adultos es el de estimular la imaginación de los niños, pues es ilimitada y permite abrir otras puertas, como las del conocimiento y la acción. Por eso, cuando un niño comienza el año, los padres pueden ayudarlo a imaginarse con detalles los éxitos que obtendrá, y a sentir las emociones que podría experimentar en ese momento.

De acuerdo con esta experta, hablar siempre en positivo, estimularlo a soñar, a planear sus objetivos y actuar para conseguirlos les permitirá fortalecer su sentido de esfuerzo, motivación, iniciativa, resolución de problemas, sentido común, responsabilidad, perseverancia, trabajo en equipo, entre otros.

 

Papás que cambian el chip
Debido a que los niños son maestros naturales, el trabajo para ayudarlos a lograr sus objetivos empezaría por los padres, pues el primer paso es entender que son sus hijos, más no su propiedad y debe respetárseles sus gustos, su visión de la vida y sus proyecciones. Pero siempre se les debe acompañar en ese proceso.
La responsabilidad de los adultos sobre los niños es enorme, pues los patrones son aprendidos y estos se asimilan en la primera infancia (antes de los 5 años). “La primera infancia es el suelo y la base de un árbol fuerte, aunque no quiere decir que nada sea susceptible de cambio”, señala Alejandro Cuellar, experto en Programación Neurolinguística. A veces las personas llegan a consulta culpando a sus padres de lo que les hicieron en la infancia, porque se quedan en el lado negativo y no perdonan y olvidan. “Cada padre cuando educa hace lo mejor que sabe, echa mano de lo que él es y puede ofrecer. Por eso cuando se convierten en abuelos, con la madurez que da el tiempo, se portan diferente con los nietos”, remata.

 

Por: Edna Juliana Rojas H.