Niños
programados para el éxito
Los padres que siempre hablan en sentido positivo y
estimulan a los niños a desear, sentir y actuar, propenden por unos hijos que
logran sus objetivos. Consejos para que, a través de la programación neurolingüística, los niños empiecen a proponerse metas y
sepan cómo conseguirlas.
“Todos tenemos ya la vida que queremos”. Así, Alejandro Cuellar, replica a la
idea de que
Es un convencido de que los seres humanos están hechos de emociones y, a partir
de ellas, trabaja con
Niños,
programadores naturales
Santiago
tiene 6 años y entrena taekwondo todas las semanas.
Le contó orgulloso a Alejandro que le había ganado al niño que nunca pierde
ninguno de los encuentros y, ante la pregunta de cómo lo había hecho, contestó:
“El otro niño pensaba en ganar, mientras yo pensaba en divertirme” y desde
entonces este español ha repetido la frase cientos de veces, para hacer
conscientes a los adultos de la importancia de las actitudes en cada una de las
actividades que realicen.
“El niño ya aplica
Una situación es buena o no, dependiendo de la manera como sea vista por
alguien. Nada es correcto o incorrecto, si no pasa por el juicio de quien lo
considera así. Por eso los niños, que no tienen condicionamientos previos,
actúan como esos maestros naturales.
De acuerdo con Cuellar, son los adultos quienes empiezan a transformar a los
niños. “Yo siento que cuando mis hijas eran niñas, no las quería, porque
buscaba formarlas según lo que yo esperaba de ellas. Luego entendí que debo
quererlas como son. Los padres debemos guiar a nuestros hijos, no obligarlos”.
El
lenguaje de los padres
En
Imaginarse, emocionarse y actuar. Para que los niños lo logren, es importante
que los padres les ayuden estimulando todos los sentidos, pues para imaginar y
emocionarse con lo que se espera los adultos pueden incentivarlos a que describan
lo que desean en detalle, imaginen la sensación que experimentarán cuando lo
tengan. Los niños pueden dibujarlo, colorearlo y convertir la redacción de sus
objetivos en una actividad divertida.
Por
el contrario, si se le repite a un niño que es tonto, culpable, que se equivoco
y siempre lo hace mal, se le estará condicionando para que se crea este
discurso y su pensamiento empiece a catalogar lo que es verdad y mentira.
“Sacaste buena nota, pero si te hubieras esforzado más tendrías ahora una mejor
calificación. Esta frase es como un golpe bajo”, explica Cuellar.
Otro
de los errores muy comunes, según este especialista español, suelen cometerlo
las madres cuando se convierten en víctimas al usar un lenguaje como: “Yo que
me he esforzado tanto por ti, todo lo que dejé de hacer para estar contigo”. Si
la madre es la víctima, al hijo se le atribuye automáticamente el papel de
verdugo. Para contrarrestar esta situación se aconseja cambiar siempre el
lenguaje negativo y ponerlo en positivo; por ejemplo, cambiar el “no corras”,
por “camina despacio”. Así, en vez de críticas, se dan opciones.
Elizabeth Payea Butle,
Master Trainer de PNL del PNL Kids
Camp de Canadá
(www.nlppossibilitieswithdhe.com), asegura que el papel de los adultos es el de
estimular la imaginación de los niños, pues es ilimitada y permite abrir otras
puertas, como las del conocimiento y la acción. Por eso, cuando un niño
comienza el año, los padres pueden ayudarlo a imaginarse con detalles los
éxitos que obtendrá, y a sentir las emociones que podría experimentar en ese
momento.
De
acuerdo con esta experta, hablar siempre en positivo, estimularlo a soñar, a
planear sus objetivos y actuar para conseguirlos les permitirá fortalecer su
sentido de esfuerzo, motivación, iniciativa, resolución de problemas, sentido
común, responsabilidad, perseverancia, trabajo en equipo, entre otros.
Papás
que cambian el chip
Debido a que los niños son maestros naturales, el trabajo para ayudarlos a
lograr sus objetivos empezaría por los padres, pues el primer paso es entender
que son sus hijos, más no su propiedad y debe respetárseles sus gustos, su
visión de la vida y sus proyecciones. Pero siempre se les debe acompañar en ese
proceso.
La responsabilidad de los adultos sobre los niños es enorme, pues los patrones
son aprendidos y estos se asimilan en la primera infancia (antes de los 5
años). “La primera infancia es el suelo y la base de un árbol fuerte, aunque no
quiere decir que nada sea susceptible de cambio”, señala Alejandro Cuellar,
experto en Programación Neurolinguística. A veces las
personas llegan a consulta culpando a sus padres de lo que les hicieron en la
infancia, porque se quedan en el lado negativo y no perdonan y olvidan. “Cada
padre cuando educa hace lo mejor que sabe, echa mano de lo que él es y puede
ofrecer. Por eso cuando se convierten en abuelos, con la madurez que da el
tiempo, se portan diferente con los nietos”, remata.
Por:
Edna Juliana Rojas H.