Niños al límite
Febrero 08 de 2010



Por Claudia Liliana Bedoya S. Reportera de El País

Claves para reconocer cuándo un niño sufre de estrés, cuyos síntomas pueden confundirse con otras dolencias.

No reaccionan a las situaciones de extrema presión como lo hacen los grandes, pero la realidad es que los niños, independiente de la edad que tengan, también padecen de estrés.

Estudios norteamericanos han demostrado que hasta un recién nacido puede padecerlo, incluso cuando está en la incubadora, ya que un ruido, un golpe o la falta de delicadeza al tomarlo, pueden generarle estrés y un aumento de la frecuencia cardiaca, respiratoria y la tensión arterial.

La diferencia entre el estrés de los adultos y el de los niños es que estos últimos responden a lo que sucede en su entorno: el familiar y el escolar.

De acuerdo con Álvaro Sierra, profesor e investigador del Instituto de la Familia de la Universidad de la Sabana, en estos ambientes se pueden generar situaciones que los alteran, porque ellos “son sensibles a todo lo que sucede a su alrededor; y hoy están sometidos a todo tipo de presiones para las cuales no están preparados”.

“Los niños son receptores del manejo que los adultos hacemos de nuestras emociones. Un bebé con una mamá estresada y un papá que va a millón luego reproducirá estas conductas”, explica Elizabeth Mendoza, terapeuta ocupacional, neurodesarrollista y docente de la licenciatura para la primera infancia de la Universidad de San Buenaventura.

Aunque los factores que desencadenan el estrés son variados al igual que sus manifestaciones (ver recuadro), la realidad latente es que muchas veces el problema no se está diagnosticando como se debería.

“Muchos especialistas no estamos acostumbrados a ese diagnóstico. Por que si a un pediatra le llega un niño con inapetencia muy seguramente lo tratará con vitaminas, antiparasitarios o estimulantes de apetito. Y si un psicólogo recibe un niño irritable tiende a diagnosticarlo de otra manera, cuando muchas veces todo obedece a estrés”, explica el investigador Sierra.

De hecho, se conocen casos de niños que son diagnosticados como hiperactivos, pero cuando cambian de colegio mejoran en su conducta.

Aunque el tema se comenzó a estudiar desde hace unos diez años, la responsabilidad de que el estrés infantil se presente con frecuencia y se camufle con facilidad, también radica en los padres.

“Hoy los niños, desde que se levantan, están a millón porque los va a dejar el bus del colegio, les programan el día con múltiples actividades a las que deben responder como si fueran adultos y además crecen en ambientes cerrados, en hogares donde no tienen espacio para su desarrollo motor”, dice la neurodesarrollista Mendoza.

Como antídoto contra el estrés infantil, los especialistas consultados por El País recomiendan a los padres y educadores “dejar de ver a los niños como pequeños adultos, llenarles los brazos de amor y no de objetos, dejarlos que se muevan por donde quieren y enseñarles a ser felices”.

Cuando esté con su hijo no se siente a hacer una sola actividad, ellos son móviles... En casa debe haber canales de comunicación para que el niño se sepa amado, se sienta seguro y reconozca que si hay problemas no es por él”. Elizabeth Mendoza, terapeuta ocupacional.
Deberes que estresan


Cuando un niño sufre de estrés, esto repercute en su desempeño escolar. “No responde a las exigencias del colegio, es un niño estigmatizado, su autoestima comienza a perder valor, él mismo cree que algo le pasa cuando no puede responder y piensa que el malo es él. Tristemente, los adultos a su alrededor empezamos a categorizar y a hacerle sentir que el problema está en él. A largo plazo se convierten en niños ineficaces”, explica Elizabeth Mendoza, terapeuta ocupacional y docente de la licenciatura para la primera infancia de la Universidad de San Buenaventura.

Para la neurodesarrollista Mendoza, es vital que los niños “no tengan una agenda llena de actividades porque se van a cansar pronto de lo académico”. Sobre la elección del colegio, pide que ellos tengan voz y voto. “A veces como padres sólo pensamos en un lugar para tenerlos pero no miramos si tiene instalaciones agradables”. Igualmente, revisar la distancia a la que está el colegio, pues muchos niños no duermen bien porque tienen que madrugar y correr cada mañana para que no los deje el bus.

¿Y quién es el responsable?

“El hecho de que un niño hoy tenga estrés es una realidad latente, al igual que sufra de depresión. Pero diagnosticar estos problemas es más complejo porque damos por hecho que los niños no se deprimen”, explica el docente e investigador Álvaro Sierra, del Instituto de la Familia de la Universidad de la Sabana.

Para Sierra, la responsabilidad de que un niño padezca o no de estrés está en manos de los adultos. “Un niño ahora no tiene tiempo libre porque se nos metió que hay que tenerlos ocupados, pero a ellos hay que dejarlos que pierdan el tiempo. El derecho al ocio es el origen de la creatividad, porque cuando ellos están desprogramados es cuando se vuelven creativos. Creo que entre esa programación, los conflictos familiares y las altas expectativas de los padres sobre los hijos, estamos echando a perder la infancia”, reflexiona.

Lo ideal es que el niño tenga una rutina para su vida diaria como unos horarios para ir a la cama, levantarse, alimentarse y vivir su momento de ocio.

En detalle

Factores que pueden causar estrés (*)

·  En casa: La enfermedad de un familiar de un amigo o del mismo niño, la visita al médico, problemas entre los padres o con hermanos, la muerte de un familiar; el viaje o ausencia prolongada de uno de los padres, la pérdida de la mascota, la presencia de extraños en la casa; el cambio de empleada, de casa, de habitación o de colegio.

·  Contacto con el exterior: un desastre natural, un cambio de profesora, la pérdida de un amigo, compartir con un compañero agresivo, programas de Tv. violentos o de contenido X, competencias y temor a perder, entre otras.

Conductas que se asocian con el estrés (*)

Desatención a las normas, llanto o enojo frecuente sin razón relevante, hipersensibilidad, quejas permanentes, apego excesivo a un adulto o amigo, rechazo al colegio o al transporte, inactividad, hiperactividad.

También está el descuido de sus pertenencias, agresividad, cambios en los hábitos alimenticios, atención dispersa, gritos, morder uñas, tics, tartamudez, bajo rendimiento escolar, enuresis o pérdida del control de esfínteres, agitación en el sueño, pesadillas, apego a objetos, miedo inmotivado, etc.

(*) Aportes de la orientadora familiar Ana María Galvez, del Centro de Estimulación Integral, Cali.

Para adoptar

Ofrézcale al niño un ambiente adecuado. Él necesita seguridad, acogimiento, amor incondicional. Deje a un lado los conflictos.

Brinde un hábitat adecuado, como una casa con espacio para los pequeños y no una exclusiva para adultos.

No mate la infancia de los niños. La infancia es una etapa para respetar. No le inculque los ideales de un adulto ya que muchos chicos hoy sólo piensan en ser grandes.

Adiós a la competitividad absurda. No le enseñe al niño que él éxito depende de lo competitivo que sea. Al niño se le debe promover ser feliz y no exitoso.

No los cargue de tantas exigencias. Mire la escuela como un espacio para aprender a socializar y adquirir hábitos adecuados, y no como el lugar para aprenderse la enciclopedia británica.

No le exija ser un genio. Hay papás que quieren que el niño haga las cosas que ellos nunca hicieron, cuando el

niño tiene una vida propia. Hay que darle lugar a que esté tranquilo, se programe y haga actividades de manera libre.

Dato clave

·  Para algunos especialistas, los trastornos de ansiedad que se

inician en la infancia o la adolescencia pueden estar relacionados con el estrés infantil.

·  Los recién nacidos deben tener un ambiente apropiado, con ausencia de ruidos violentos y luz suave u oscuridad para facilitar el descanso o el despertar.