Niños en contra de la balanza /
ABC del bebé
La
obesidad es una enfermedad que ataca a millones de menores en el mundo pero que
puede ser prevenida con buenas rutinas de alimentación y ejercicio.
La
obesidad ataca a millones de pequeños en el mundo, pero es una enfermedad que
se puede prevenir fomentando buenas rutinas de alimentación y ejercicio diario.
El
consumo masivo de alimentos sin nutrientes, desórdenes en los hábitos
infantiles y el sedentarismo son factores que han disparado los índices de
obesidad infantil.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el 2005 había al menos 20
millones de menores de 5 años con sobrepeso en el mundo. Hoy, hay más de 42
millones. Factor que aumenta la probabilidad de que sean adultos obesos.
En Colombia, el 3,1 por ciento de los pequeños de 0 a 4 años presentan exceso
de peso, según datos suministrados por la Encuesta Nacional de la Situación
Nutricional en Colombia Ensin 2005.
De acuerdo con el grupo de medicina escolar Medesco,
en Bogotá, el 4,5 por ciento de las niñas sufre de sobrepeso y 2,2 por ciento,
de obesidad. En los niños, el 9,8 tiene sobrepeso y 3 por ciento, obesidad.
Víctimas del ambiente
Los factores ambientales, sin duda, son las causas principales de la obesidad
infantil. Según Paola Durán, endocrinóloga pediatra de la Fundación Cardio Infantil, "hoy en día los hábitos de
alimentación son poco saludables y los niños son sedentarios. Pasan muchas
horas frente al televisor o el computador y son 'bombardeados' con propaganda
de comida industrializada, alta en calorías y grasa".
En los colegios -añade-, las horas de actividad física son limitadas por las
exigencias académicas; a esto se suma la inseguridad y la tendencia de padres
que trabajan, lo que evita que los pequeños salgan a hacer deporte o a jugar.
En algunos casos, este mal también puede ser hereditario. El hijo de un adulto
obeso tiene 25 por ciento de posibilidad de sufrir de este mal. Si ambos padres
lo padecen, el niño tiene casi el 50 por ciento de riesgo de presentarlo,
explica Juan Manuel Sarmiento, médico del deporte y coordinador del Centro de
Prevención Cardiovascular de la Fundación Clínica Shaio.
Graves consecuencias
Un infante obeso puede padecer diabetes, hipertensión, colesterol alto,
enfermedades coronarias, cáncer, degeneración de las rodillas, etc.
Además, dice la endocrinóloga, "se producen alteraciones del metabolismo,
del colesterol y cardiovasculares, daño en el hígado, apnea obstructiva del
sueño, problemas ortopédicos, dolores en articulaciones, reflujo gastroesofágico, constipación, avance de la maduración y
depresión".
Estos males van a disminuir la calidad de vida del niño. Por eso, es importante
prevenir, desde casa, la obesidad infantil.
Préstele
atención al niño en estas etapas
Aunque
no existe una edad exacta en la que los niños puedan presentar obesidad
infantil, existen algunos periodos de riesgo, en la vida del pequeño, que
pueden contribuir en su aparición.
En la etapa fetal, señala la nutricionista infantil Clara Rojas, hay algunas
condiciones especiales que pueden influir en el bebé como la prematurez, el retardo del crecimiento intrauterino, los
problemas de peso al nacer o una madre que haya subido bastante de peso en el
embarazo. De allí la importancia de que se inicie la lactancia materna
exclusiva.
Durante la infancia temprana (un año), puede haber un aumento en la ingesta de
proteínas en niños que son alimentados con fórmula o una inadecuada
introducción de la alimentación complementaria.
Y entre los 5 y 7 años de edad, explica Rojas, se presenta un fenómeno llamado
rebote adiposo, que es "cuando se acaba la edad preescolar y se comienzan
a presentar hábitos inadecuados de alimentación", afirma.
Prevención,
la clave
Los
especialistas aconsejan:
Los padres son el ejemplo de sus hijos. Ellos son los encargados de fomentar la
alimentación adecuada y la actividad física.
Dar leche materna al menos durante los primeros seis meses de vida del bebé.
Generar buenos hábitos de alimentación y fomentar el consumo de frutas y
verduras.
Consumir lácteos descremados, cereales integrales y proteínas, especialmente
pescado o derivados de pollo y carne, sin grasa visible.
Evitar la ingesta de comida 'chatarra', bebidas gaseosas y azucaradas, y la
adición de azúcar, miel y panela a los alimentos. Asimismo, evitar las grasas
saturadas.
Promover la actividad física. Los niños deben hacer mínimo 30 minutos diarios
de ejercicio.
Comer en la mesa y a horas y lugares adecuados.
El agua es la bebida ideal para consumir entre comidas.