Niños con autonomía serán adultos más seguros

El proceso de independencia se inicia en los primeros años de vida.

En los niños, la independencia se define como la capacidad para actuar por ellos mismos y tener criterio para tomar decisiones adecuadas según su edad.

"¡Puedo hacerlo solo!" es el máximo grito de autonomía de un pequeño, y son los adultos los encargados de estimularla, porque van a necesitarla para toda la vida.

El sentido de la independencia comienza a formarse desde muy temprano. Los famosos dos años, por ejemplo, son una prueba de fuego en este tema. Hacer las cosas de manera autónoma les proporciona a los niños una gran satisfacción: permite que se sientan competentes y capaces.

Ellos son como una cometa al viento pidiendo pita, y los padres y maestros son quienes la elevan. Sin embargo, la independencia es el reto más grande tanto de padres como de hijos, pero para los adultos a veces es difícil porque lo sienten como una separación: "Ya mi bebé se creció" es una frase muy común entre ellos.

El equilibrio está en entender la etapa evolutiva en la que está el niño: carácter, rasgos de personalidad, estructura familiar; en no olvidar que los adultos somos nosotros y, por lo tanto, debemos decir hasta dónde llega su autonomía y libertad.

En la adolescencia, la situación es un poco distinta, pues debe ir necesariamente de la mano de la responsabilidad.

Los padres deben establecer acuerdos y negociaciones, y vigilar que se cumplan. El lema es que la independencia llega hasta donde empieza la responsabilidad familiar.

Lo que deja la dependencia

Les va a costar mucho tomar decisiones más adelante.

Se sentirán sin herramientas para afrontar la adversidad.

Se perciben a ellos mismos como inseguros y no confían en sus propias capacidades.

Necesitan constantemente del aval y el reconocimiento de los demás.

El camino para lograrlo

- Enséñele al niño a hacer cosas sin ayuda.

- Atienda el interés y el deseo que muestra por hacer las cosas a su manera.

- No critique los resultados, más bien avale el proceso y dele tiempo para que vaya logrando lo que se espera.

- Deléguele responsabilidades que él pueda cumplir. Explíquelas claramente y todas las veces que sea necesario; supervíselas y asesore al niño sobre cómo hacerlas cada vez mejor.

- Una regla es permitirle realizar todo lo que esté en capacidad de hacer para su edad (dentro de los márgenes de seguridad y no tareas de adultos).

- Estimúlelo para que tome decisiones. Desde pequeño, se le pueden dar opciones cerradas; por ejemplo, ¿quieres ponerte la pijama azul o la de bolitas?

- Oriéntelo para que solucione problemas propios de su edad, como en el juego con otros niños o en solitario, y permítale correr algunos riesgos, como subirse al columpio o tirar la pelota lejos, a ver qué pasa.

- Establezca límites claros con sus correspondientes consecuencias.

- Haga retroalimentación positiva de los logros del niño en cuanto a independencia se refiere.

- Recuerde que siempre se puede hacer algo por los hijos, aunque ya sean adolescentes; en este caso, hay que empezar casi desde el principio.

- Fortalezca y desarrolle la autoestima, para que pueda identificar sus capacidades y habilidades, y estimule deportes en los que tenga que interactuar con otros.

MARÍA ELENA LÓPEZ
Psicóloga
Para EL TIEMPO