Editorial: Ni leen ni escriben
La poca lectura, sumada a la escasa producción académica
y científica, ofrece un retrato preocupante de la educación superior en
Colombia.
Un
profesor europeo comparaba la educación superior con el fogón de los buenos
restaurantes: para producir ciertos platos hay que contar con un caldo básico o
"fondo de cocina" sazonado y equilibrado, pues, aunque nunca aparece
como tal, brinda entidad y sabor al resto de las preparaciones. Así también, el
caldo esencial del estudiante son unas obras de corte clásico que confieren
invisible pero indispensable profundidad a los conocimientos.
Cifras
reveladas recientemente sobre las lecturas de universitarios colombianos
muestran que la mayoría no solo carecen del caldo básico que dejan los
clásicos, sino que su dieta de lectura es dispersa, escasa y poco nutritiva.
Una investigación realizada por las universidades Javeriana
y del Valle entre 17 universidades y 3.719 alumnos indica que la más socorrida
fuente de estudio son los apuntes de clase. Muchos son apenas sucintas notas
personales recogidas en sus cuadernos, y otros son fotocopias de alumnos de
años anteriores, que se venden en un mercado informal al comenzar el año. En el
mejor de los casos, los apuntes tienen el refuerzo de materiales que entregan
los profesores, pero abundan los profesionales que, en ciertas materias,
aprueban exámenes sin necesidad de empuñar un libro de texto ni, naturalmente,
un libro de fondo. En otras palabras, hay solemnes abogados que nunca pusieron
la mano en un texto de Platón, e ilustres ingenieros que no leyeron un solo
renglón de Principia Mathematica, de Isaac Newton.
Señala
el estudio que en el 82 por ciento de los casos el texto más leído eran los
dichosos apuntes y en el 80 por ciento, los materiales que reparte el profesor.
Las siguientes fuentes de información y formación no son los textos de la
materia (72 por ciento), la biblioteca de consulta (60), ni las publicaciones
científicas o académicas especializadas (40), sino Internet (78).
La
red constituye la mayor revolución en el conocimiento de la humanidad desde la
imprenta, pero lo mismo permite aproximarse a fuentes válidas de información
que engañarse con fuentes erradas, pues tanto la verdad como las mentiras
viajan a velocidad sideral por ella. Además, su misma amplitud impulsa a
parcelar y atomizar la información, lo que lleva a obtener solo datos aislados
o particulares y hace que los estudiantes pierdan la visión de conjunto.
Internet puede ser extraordinario aliado de quien quiere extender sus
conocimientos, o triste cómplice de quien se contenta con copiar y pegar.
Lamentablemente,
son muchos los que optan por este último recurso. Existe un portal llamado
Rincón del Vago donde es posible copiar, sin mayor esfuerzo, miles de tareas
escolares. Su éxito es mayúsculo: creado en 1998, al cabo de 10 años era uno de
los 30 sitios web en español más visitados, con un
promedio mensual de más de 21 millones de consultas. Un juez argentino y un
concejal bogotano acabaron proponiendo endebles sentencias y acuerdos apoyados
en datos del Rincón del Vago.
Todo
ello conspira contra la lectura de los universitarios. Y como quien no lee,
tampoco es capaz de escribir, la producción de trabajos académicos valiosos en
nuestras universidades resulta paupérrima. En la más reciente tabla de
evaluación de institutos iberoamericanos de educación superior (Scimago), es penoso el aporte colombiano en materia de
publicaciones: la entidad mejor calificada es la Universidad Nacional, en el
puesto 47. Entre las 150 primeras solo aparecen seis de Colombia (la Nacional,
la de Antioquia, la de los Andes, la del Valle, la Javeriana
y la UIS).
La poca lectura y la escasa contribución académica y científica dejan un
retrato preocupante de los universitarios y las universidades colombianas.