No hay evidencia científica de que tomar dos litros de agua al día ayude a
prevenir problemas de salud, y aun así persiste la creencia general de que
entre más líquido se tome al día, mejor.
Francois Lette,
especialista de la Clínica Mayo en Jacksonville
(Florida), asegura que si bien es benéfico tomar agua todos los días, son
falsos la mayoría de los enormes beneficios que se atribuyen a su alto consumo.
Lette es, de hecho, el autor de un reciente
estudio sobre el tema, divulgado en The Lancet. En él asegura que “incentivar el consumo de líquido
es una recomendación errónea, amplificada por un mito urbano desde los inicios
de los años noventa”.
Lette, que ha dedicado parte de su trabajo a estudiar
la medicina del viajero, empezó a investigar este tema tras notar la frecuencia
con la que tiende a recomendarse a las personas el consumo de grandes
cantidades de líquidos para prevenir, durante los vuelos largos, las flebitis
(inflamación y coagulación de un várice debido, en general, al flujo lento de
la sangre).
A partir de sus hallazgos estableció una serie de mitos sobre el consumo de
agua. Estos son algunos: “Tomar ocho vasos de agua al día otorga múltiples
beneficios a la salud”.
Lette recuerda que el principal componente del
cuerpo humano es el agua, que constituye el 60 por ciento de su peso total, y
que es indudable que el buen funcionamiento de todos los sistemas del organismo
depende de ella.
Sin embargo, asegura que un estudio divulgado hace dos años en el Journal of the
American Society of Nephrology concluyó que tomar
líquidos para calmar la sed es suficiente para estar saludable. No existe, en
otras palabras, evidencia científica que indique que consumir grandes
cantidades de agua tenga beneficios fisiológicos para la mayoría de la gente.
Otros estudios han recomendado que todas las bebidas que consuma a diario
una persona, como las sopas, el café, el té y los refrescos y gaseosas se
contabilicen en el cómputo general de líquido diario a ingerir.
“Aumentar el consumo de agua mejora la filtración de toxinas en los
riñones”.
Lette afirma que no existe, hasta ahora, ninguna
evidencia a favor o en contra de esta proposición.
“Tomar mucho líquido ayuda a bajar de peso”.
El agua es, generalmente, un componente importante de los planes de
alimentación y de programas para bajar de peso, pues tiende a creerse que al
beber más agua la gente se siente llena y reduce su apetito. Sin embargo, no
hay estudios clínicos que demuestren los efectos del agua sobre el
mantenimiento del peso.
“Consumir mucha agua embellece la piel, porque la hace ver más lozana”.
Los vasos extra de agua no mejoran la piel. Ningún estudio ha logrado
demostrar esta hipótesis.
“Hay que consumir muchos líquidos para reducir el riesgo de flebitis”.
Se ha demostrado que los pasajeros aumentan en promedio un kilo, producto de
la retención de líquido durante un vuelo simulado de 12 horas. También se ha
visto que la ingesta de líquido excede a la evacuación de orina durante esos
vuelos. Beber más líquido extiende las venas pélvicas y de las piernas y,
probablemente, pone al pasajero en un mayor riesgo de flebitis.
Lo mejor es que quienes sientan preocupación por este mal, usen medias de
compresión recomendadas por el médico y eviten permanecer sentadas todo el
vuelo, se ejerciten y caminen alrededor de la cabina del avión.
“Si se hace ejercicio, hay que tomar más agua”.
Es cierto. El alto consumo de agua se justifica sólo en algunos casos, como
el de los atletas, las personas que viven en climas cálidos o secos o aquellas
afectadas por problemas médicos específicos, como los cálculos renales.
- El cuerpo, líquido en su mayoría Con su libro ‘Agua, el origen de la
vida’, Anita Bind-Klinger busca, entre otras cosas, ayudar a crear conciencia
sobre el efecto que tiene el agua en el metabolismo humano. Visibiliza la
profunda relación que existe entre los seres humanos y el agua con datos que lo
dicen todo: en el comienzo de la vida –dice– óvulo y espermatozoide están conformados,
en un 98 por ciento, por agua.
Esta cantidad se va reduciendo con el proceso desarrollo, crecimiento y
envejecimiento.
Aun así, destaca el hecho de que el 75 por ciento del organismo adulto está
conformado por líquido, “el de una persona entre los 60 y los 70 años todavía
tiene cerca de 60 por ciento de agua”, señala la autora.
Bind-Klinger considera
necesaria la ingesta diaria de agua, adicional a la que aportan los alimentos,
para compensar la pérdida normal que se produce, sobre todo, a través de la
orina y el sudor.