Métodos para que los niños con
lesiones cerebrales salgan adelante
Douglas Doman, investigador del
método Filadelfia para regenerar las neuronas, está en Colombia.
A
los 2 meses de edad, Pablo estaba destinado a estar inmovilizado de por vida a
causa de una lesión cerebral; ahora, baila breakdance
y toca el piano. El día de su nacimiento, padeció un sufrimiento fetal. Al
nacer, "era lánguido, no tenía fuerzas ni para succionar, sufrió de hipoglicemia severa y un día llegó a convulsionar",
cuenta Mónica Chaves, su madre.
Estuvo una semana en cuidados intensivos, por un daño en el cerebro llamado
síndrome de West (espasmos infantiles), que le
ocasionaba movimientos bruscos en la cabeza y las extremidades.
Su tratamiento se basó en la prescripción de anticonvulsivantes.
"Solo comía y dormía. Yo sabía que era diferente", recuerda Mónica.
Fue medicado para tratar la convulsión. Los médicos limitaban sus esperanzas,
porque decían que nunca iba a caminar, hablar ni ir al colegio.
En ese momento de desesperación, Mónica, que vivía en los Estados Unidos,
recordó haber escuchado de los Institutos para el Logro del Potencial Humano,
con sede principal en Filadelfia, fundados por el médico estadounidense e
investigador Glenn Doman, creador, además, del método
Doman o Filadelfia.
El objetivo de este programa es tratar a niños con lesión cerebral y trabajar
en el desarrollo temprano de los que están sanos.
Douglas Doman, hijo del investigador, quien está en
Colombia, dice que "todos los métodos convencionales están dedicados a
tratar los síntomas y no la causa del daño. El cerebro es el que maneja todo y
los diagnósticos son sintomáticos, cuando lo más importante es reconocer que
existe un problema neurológico que viene del cerebro. Por eso, durante 50 años
hemos comprobado que los niños con lesiones cerebrales, por profundas que sean,
pueden salir adelante".
Han tratado desde niños en estado de coma hasta pequeños que no pueden leer en
la escuela. Para el doctor Douglas Doman, son muchos
casos los que se presentan mundialmente y que se confunden con personas
retardadas: "Pueden tener un nivel intelectual muy alto, que puede
sobresalir cuando ya se haya tratado el problema neurológico".
El primer paso es leer el libro Qué hacer por su hijo con lesión cerebral, que
les permite a los padres entender el posible problema del niño y les hace una
introducción al programa.
Para Mónica, este método ha sido la base de la recuperación de la vida de su
hijo. Ella, como muchos padres en el mundo, asistió a un curso intensivo en
Filadelfia, donde se les enseña qué es el cerebro, cuál es su desarrollo y cómo
recuperarlo.
A partir del diagnóstico, se crea un programa con indicaciones físicas,
intelectuales y fisiológicas. El doctor Douglas
aclara que la reacción cerebral se genera a partir de la estimulación de los
sentidos, la visión, el oído, el tacto, el gusto y el olfato, y con tres
motores que son la movilidad, el lenguaje y la habilidad manual.
Los padres deciden la intensidad del curso y cada seis u ocho meses deben ir a
controles para revisar y actualizar el programa y verificar el desarrollo del
niño. Otro punto importante es la respiración adecuada. "Hay diferentes
formas de hacer crecer las células y lo más importante para ello es el oxígeno;
es la 'comida' del cerebro. Entre más oxígeno, hay más transmisores cerebrales
que permiten el crecimiento y la conexión de células", explica el experto.
Para ello, el instituto realiza, según Doman, varios estudios, con la ayuda de
la Nasa, y crea programas individuales como el uso de bolsas de aire y chalecos
que fortalecen y le recuerdan al cerebro cuál es el sistema de respiración
adecuado.
Además, los padres se convierten en los propios terapeutas, porque, cuando el
problema es profundo, se necesita frecuencia, intensidad y duración. Es decir,
amor, dedicación y constancia increíbles. Son jornadas extenuantes.
Mónica guarda 10 fólderes, de casi 200 hojas cada uno, con el cronograma
completo sobre el tratamiento que le practicó a Pablo 9 horas diarias, 365
días, durante tres años y medio.
Con ayuda de voluntarios y de su familia, sacó adelante a su pequeño. Primero
debía alimentarse sanamente para desintoxicar el cuerpo de medicamentos.
"Las neuronas del movimiento de Pablo se murieron, pero a los 14 meses
logramos que caminara. Tampoco tenía el 'reflejo del susto', y me dediqué 20
veces diarias a tocar una corneta, desde diferente puntos de la casa, hasta que
él logro identificarla".
Cuando creció y decidieron vivir en Colombia, Pablo aún sufría de hipotonía
(bajo tono muscular) y la indicación era subir 85 escalones, 36 veces al día.
No tenía la capacidad de coger las cosas en sus manos y tampoco podía hablar y,
para eso, se desarrolló el gateo.
Muy pequeño, escuchaba a Pavaroti y los tres tenores,
y cantó antes de hablar. Hoy, tiene gran capacidad para imitar y es un
apasionado por la música. En este momento, hay 25 mil niños con lesiones
cerebrales de más de 100 países que pertenecen al programa, cuestionado por
neurólogos y laboratorios científicos.
No se ha hecho ningún estudio, distinto a los del instituto, que valide el
método. Quienes hablan de resultados son los niños. En Colombia, María Emma es
una de las pequeñas que desde hace 4 años se beneficia del programa. Olga, su
madre, sufrió un desplazamiento de placenta a los 3 meses de embarazo. Al
parecer, un accidente que interrumpió la completa formación del cerebro de su
hija.
"Tenía 20 meses y era muy lenta para realizar sus movimientos; no podía
hablar. Solo gritaba cuando tenía hambre. Se podía quedar dos o tres horas
sentada sin hacer nada", cuenta Olga.
Después de buscar centros de estimulación temprana y consultas médicas, se le
diagnosticó epilepsia. "Empezamos tratamientos con terapias convencionales
y medicamentos (anticonvulsivantes); nos dijeron que
toda la vida debía tomar cinco medicamentos diarios", cuenta Christian Rodríguez, padre de la pequeña.
Tenía 6 años y no hablaba ni escribía; caminaba con dificultad, pero era muy
débil, babeaba permanentemente y tenía mirada perdida. La epilepsia le
ocasionaba ausencias cerebrales, es decir, perdía el sentido por segundos, y
llegó a presentar 40 ausencias por hora. No subía ni bajaba escaleras y sus
crisis le ocasionaban caídas y golpes.
A los tres meses, Christian encontró, sin buscar, el
libro Qué hacer por su hijo con lesión cerebral y convenció a su esposa de
aplicar el método. Allí, descubrieron que la pequeña tenía hipoxia (falta de oxígeno)
cerebral y que podía recuperarse.
A los 8 años, María Emma comenzó a hablar y a fortalecer su físico. Dentro de
sus tareas, debía arrastrarse 2,5 km y gatear 5 km, tres veces al día, en casa.
Es tal la intensidad que Olga se ha dedicado los últimos cuatro años a su
cuidado y estimulación. Cuando empezó el tratamiento, su hija empezó a subir y
bajar escaleras, a saludar; ya no pateaba las puertas para que le abrieran,
sino que hablaba. Ahora, corre 8 kilómetros sin caerse, monta a caballo, sube los
árboles, monta bicicleta y nada hasta el fondo de una piscina.
Su meta, ahora, es lograr que interactúe, que reciba información, la procese,
responda y entre a un colegio.
Pablo, por su parte, es cantautor y músico. En el 2004, por primera vez,
escuchó al cantante de reguetón Daddy
Yankee. Su ídolo es Tito El Bambino. Este año se
gradúa del colegio y su sueño es hacer 'El trío de la leyenda', es decir, estar
en una tarima y ofrece un espectáculo conjuntamente con estos dos famosos
cantantes.
Conferencias
gratis
Bogotá,
hoy, Hotel Bogotá Plaza. Hora: 6:30 p.m. Barranquilla y Cartagena, 4 y 5 de
noviembre. Salón Comfamiliar, sede centro,
y Hotel Estelar, en Bocagrande. Hora: 3 p.m. / www.iahp.org
Karen Johana Sánchez
Redactora ABC del Bebé