Mercado laboral: los de arriba y los de abajo

La calidad del empleo es un determinante fundamental de las diferencias sociales. Estas, en vez de mejorar, cada vez se amplían más.

La lleva de entrada al grupo de los que tienen empleo formal es la educación superior.

El mercado laboral colombiano es como un edificio de dos pisos en donde viven bien unos pocos en el piso de arriba, llenos de comodidades y con plena seguridad y acceso a servicios. En el de abajo vive mal una muchedumbre que tiene dificultad para mantenerse adentro, presionados por otra multitud que hace cola para entrar. La llave de entrada al piso de arriba es la educación superior, que divide a la sociedad en dos grandes grupos: los que tienen empleo formal y los que están autoempleados en el mercado informal o desempleados.

En el mercado laboral de las 13 ciudades principales hay 9,56 millones de personas ocupadas, el 48 por ciento de ellas en el sector formal y el resto, en el informal. Entre las ocupadas, el 30 por ciento son personas que han recibido educación superior, 47 por ciento, secundaria, y el 23 por ciento, primaria o menos. Pero entre los que poseen empleo formal, el 48 por ciento tiene educación superior, el 42 por ciento, secundaria y el 10 por ciento restante, educación primaria o ninguna.

Más del 50 por ciento de los ocupados con secundaria están en el mercado informal, el 80 por ciento de los que tienen educación primaria está en ese mercado, como lo está también el 90 por ciento de los que tienen menores niveles de educación. Las personas con educación superior están significativamente sobrerrepresentadas en el mercado de empleo formal. Los demás niveles de educación están subrepresentados, y claramente en desventaja. El 78 por ciento de las personas ocupadas con educación superior tiene empleo formal, mientras que entre las de educación secundaria que están ocupadas solamente el 43 por ciento accede a él. Para los ocupados con educación primaria, el empleo formal solamente alcanza al 20 por ciento, y para niveles inferiores de educación, apenas al 10 por ciento.

Si se considera que los que tienen empleo formal acceden a mejores salarios, a la seguridad social y al servicio de salud, mientras que la mayoría de los informales no tienen acceso a seguridad social y solo parcialmente pueden acceder a servicios de salud, es evidente que la calidad del empleo es un determinante fundamental de las diferencias sociales. Estas, en vez de mejorar, cada vez se amplían más.

El crecimiento del número de ocupados con educación superior (6,7 por ciento) o secundaria (6 por ciento) fue mayor en el 2010 que el promedio (4,4 por ciento) y creció mucho menos o decreció para niveles inferiores de educación. El empleo formal para personas con educación superior aumentó 7,8 por ciento en el año, y 6,5 por ciento para los que tienen educación secundaria. Para los niveles inferiores de educación, el empleo formal decreció en las últimas dos décadas, mientras que para personas con
educación superior creció aceleradamente.

Esto ha dado lugar a que los de "arriba" han progresado notoriamente, mientras que los de "abajo" han retrocedido en términos relativos y tienen cada vez menos oportunidad de recuperarse.

Hugo López, uno de los más destacados economistas laborales, hizo anoche una presentación en la Universidad de los Andes, en un seminario sobre este problema, y afirmó que "un porcentaje creciente de la población económicamente activa con educación secundaria o menos engrosa el excedente laboral no utilizable en el sector moderno y que está compuesto por el empleo informal más precario y los desempleados. Ese excedente representa hoy el 61 por ciento" de la población económicamente activa de las siete ciudades principales. Este es uno de los problemas más serios y apremiantes, que exige elevadas tasas de crecimiento e inmediata atención, programas de empleo para personas con niveles bajos de educación, un impulso significativo a la educación postsecundaria y reformas del sistema de seguridad social.

 

Por: Rudolf Hommes