Ignacio Mantilla, rector de la Universidad Nacional,
dice que para mejorar la calidad de la educación superior se debe mejorar la
formación básica, aumentar la jornada educativa y crear el grado 12 en
educación básica.
Es el último de siete
hermanos, todos dedicados a la docencia. Su padre trabajaba en una compañía
tabacalera en Los Santos, Santander, pero se murió cuando su último vástago
tenía solo 2 años de edad. Dice que la presencia de los mayores palió un poco
la falta de la figura paterna y que, como lo metieron al seminario, entre
latines y griegos, misas y baños helados, terminó de templar su carácter.
Tiene una importante trayectoria académica de 35 años
en la Universidad Nacional, donde obtuvo un máster en
matemáticas y donde ha ocupado cargos muy destacados. En el momento de su
elección como rector se desempeñaba como decano de la Facultad de Ciencias. Su
programa en la rectoría se llama ‘Calidad académica y autonomía responsable’.
El profesor Ignacio
Mantilla participó activamente en la reforma académica de la universidad y es
reconocido por haber propuesto y logrado, en 2008, la aprobación del actual
estatuto estudiantil y por haber liderado la reforma académica implementada desde
2009. El nuevo estatuto estudiantil reemplazó el que llevaba vigente 31 años y
ya resultaba no solo inocuo, sino que, entre muchas otras ‘perlas’, les
permitía a los famosos ‘dinosaurios’ (agitadores profesionales) matricularse
una y otra vez en distintas carreras. Casos se daban de estudiantes con 27
matrículas, que no se graduaban.
Su elección y algunas
de sus decisiones no han estado exentas de críticas, pero hace pocos días tuvo
la satisfacción de que la nueva edición del famoso ranking que clasificó a las
mejores 300 universidades de Latinoamérica, ubicara en el noveno lugar de
calidad y prestigio a su alma máter.
La dificultad para
resolver ese paro que nos explotó a nosotros sin tener relación con lo sucedido
en las últimas décadas, se presentó porque lo manejamos de forma responsable.
Como la universidad no puede comprometerse en materia salarial, buscamos la
mediación del Gobierno Nacional y acompañaremos un estudio para determinar si,
como dicen, ha habido deterioro de los salarios, en cuyo caso se llevará al
Ministerio de Hacienda la solicitud de un incremento.
Voy a los puntos
esenciales: Uno, estabilidad financiera de las universidades. Dos, autonomía
universitaria, donde entra lo que tiene que ver con gobierno universitario.
Tres, calidad, y cuatro, cobertura.
La calidad de la
educación debe empezar por la formación básica y media. En muchos países como
Finlandia y Corea, le han apostado a dos elementos esenciales: Uno, quien
aspire a ser maestro de secundaria tiene que ser bachiller destacado y estudiar
una carrera que le permita desempeñarse después como maestro. Dos, la calidad
de las jornadas escolares. No se puede pretender tener buenos bachilleres con
jornadas de tres horas. La Ocde, que nos tiene tan
expectantes, sugirió incrementar en un año la educación básica hasta el grado
doce.
En un país donde hay
tantos bachilleres sin acceso a la educación superior, al menos tendrían la
oportunidad de estudiar un año más y aliviaría la carga de las universidades
que hemos intentado asumir la responsabilidad nivelando un poco a los muchachos
cuando llegan.
Necesitamos
instituciones que los formen y eso cuesta.
En Alemania tienen un
programa llamado ‘Iniciativa de excelencia’. Allá privilegiaron solo nueve
universidades y les dieron unos recursos especiales para que sacaran la cara
por Alemania en materia de educación superior. Algo así se podría hacer en
Colombia y privilegiar 4 o 5 universidades, porque el país se las merece. Si
no, terminaremos siendo un país donde la formación de excelencia no será
posible.
La estadística tiene
poca demanda, a pesar de que un estudiante en octavo semestre ya tiene empleo
garantizado. Tienen demanda las lenguas clásicas, la bibliotecología, en parte
porque hay que digitalizar todo lo que la humanidad tiene en sus bibliotecas.
Carreras como física, geología, astronomía, ingeniería en el ramo de minería,
telemedicina, informática, bioinformática, ciencias de la computación,
meteorología. Un área muy débil en el país es la actuarial, pero los actuarios
no tienen vocación docente y por eso es difícil conseguir profesores. Ellos
ganan mucho dinero y no quieren compartir su saber.
La amenaza de un
presunto cese proviene de grupos estudiantiles, y es contra el sistema de
educación superior. Por eso coordinamos con el Ministerio de Educación, el
Consejo de Educación Superior, donde participamos universidades, representantes
de Colciencias, Icetex y
todos los organismos que tienen que ver con el tema, la realización de
discusiones sobre la reforma a la Ley de Educación Superior. Obviamente,
también hay grupos estudiantiles y de profesores que participan y por eso es posible
que haya una gran agitación estudiantil en el próximo semestre.
En Colombia ya existe
la gratuidad hasta el nivel medio, pero eso también puede verse afectado por
una amplia cobertura que no garantiza calidad. Aquí tenemos colegios que pueden
competir con los mejores de cualquier país, pero también otros que se asimilan
a los peores. Con esa desigualdad tan grande, lo justo es que haya un sistema
gradual, como el que tiene la U. Nacional, que se basa en la capacidad
económica de nuestros estudiantes para estipular la matrícula. No creo que la
gratuidad total deba darse aún porque terminaría privilegiando a estudiantes
con capacidad de pagar y podría tener un efecto contrario al que se busca.
En Colombia lo que
falta son becas efectivas para garantizarle a un estudiante que logra entrar a
la universidad pagando poco, una manera de sostenerse para rendir
académicamente, pero esa responsabilidad debe dársele a organizaciones
externas. Icetex ha avanzado muchísimo y ya tiene
cero intereses en los créditos para estratos 1, 2 y 3, pero falta la beca
total. Hay que fortalecer mucho más el bienestar estudiantil, sin necesidad de
gratuidad en la matrícula.
Bueno, nosotros no
trabajamos para los rankings, pero que, sin
proponérnoslo, aparezcamos allí, es un motivo de satisfacción. Ahora, eso hay
que mirarlo con mucho cuidado, porque se puede volver un arma de doble filo
incluso para la calidad de la educación superior. El gobierno estableció el
mecanismo de la acreditación en alta calidad y los rankings
podrían llegar a suplir la necesidad de acreditarse.
Claro que no. Tuvimos un reunión de universidades de México, Buenos Aires, Sao
Pablo, Chile y nosotros, para discutir el tema de los rankings
y la conclusión fue que en ellos no se tienen en cuenta una serie de elementos
de las universidades latinoamericanas que valdría la pena que se les
reconocieran.
Las desigualdades que
hay en América Latina y el valor agregado que da una institución a los
estudiantes que ingresan, es algo que no se mide. No es lo mismo recibir un
estudiante de estrato 2, a recibir uno de estrato 6.
Uno, es recuperar la
infraestructura y, especialmente, tener un hospital universitario. Necesitamos
recuperar ese esplendor que tuvo la escuela de medicina de la Universidad
Nacional. El otro, en materia académica, es lograr un nuevo estatuto que
unifique tres estatutos distintos que tenemos hoy.
Desde la Ley 30 de
1992 que incrementa los presupuestos con el IPC y no tiene en cuenta el
crecimiento de las universidades, la Nacional ha tenido que ir cubriendo las
necesidades más urgentes con recursos propios.
Para infraestructura,
cerca de dos billones de pesos y para funcionamiento este año, 50.000 millones
adicionales. La cuestión es que la U. Nacional, a pesar de todo, sigue
apareciendo como una institución de excelencia, no obstante tener que destinar
parte de los recursos para inversión (investigación, insumos, infraestructura,
actualización de aulas, conectividad, etc.) a funcionamiento. Piense que un
solo equipo de laboratorio puede llegar a costar hasta un millón de dólares.