Médicos, vuelvan a
ser médicos
Por Demetrio Arabia
Cuando
se transita por el camino de la medicina se encuentran representantes de
Hipócrates e hipócritas.
Hace un par de años me diagnosticaron “sospecha de metástasis interesando
pelvis, fémur, rótula “ y me mataron durante dos
meses. Fue un episodio durísimo donde las excepciones –Carlos A. Ocampo y
Héctor Fabio Cruz- me animaron a seguir viviendo. Estaba destrozado al saber
que mi cuerpo había sido invadido por millones de células malignas y que entre
ellas se encargarían de minar las pocas defensas que aún quedaban. Era, según
los sabios, un lucha desigual porque “el mal primario”
–que afortunadamente nunca se localizó – se había multiplicado y estaba
apoderándose de todo mi cuerpo.
Al sentirme petrificado por el diagnóstico recorrí varios médicos y la mayoría,
al leer las fatídicas 4 líneas de mi terrible mal, optaron por el facilismo y
dejaron que el paciente quedara en manos del Todopoderoso. Respuestas como: ”Usted ya venía con el antígeno alto”, “Eso era factible”,
”Preparémonos con dignidad”, hicieron que entendiera que mi vida se acortaba en
la medida en que transcurrían los días .
En ese recorrido de laboratorios, clínicas, consultorios, encontré una frialdad
capaz de helar al más insensible. Los médicos me enviaban a hablar con las
máquinas y éstas solo generaban un derrumbe emocional porque me hacían sentir
sólo ante el desespero. Las radiografías, resonancias, exámenes ( sangre, orina, tactos) se convertían en testigos mudos de
una situación insostenible. Lejos estaba del médico que llegaba a casa con su
maletín lleno de calidez, que al menos si no curaba totalmente, devolvía la
dignidad del ser humano al prolongarle –con palabras apacibles - la ilusión
para seguir viviendo.
Si los médicos entendieran lo que genera la calidez, la fuerza de las palabras
y los milagros del afecto, juntarían sus conocimientos –que son muy buenos –y
se convertirían en verdaderos apóstoles de la medicina. Eso es lo que requieren
los pacientes, más que médico, un amigo que “asuma nuestro dolor como propio” y
que le agregue a sus conocimientos, una dosis de sensibilidad y calidez.
Si a la medicina moderna le disminuimos simposios de cibernética, cuántica,
sistematización y le aumentamos un apretón de manos, una sonrisa amable, una
charla de “mompas”, les aseguro que los primeros en
sorprenderse serían los propios médicos, porque –quién lo creyera - mejorarían
sus propias vidas con la vida de los demás. (Nada hay mas
gratificante para un médico que el éxito obtenido a través de un paciente).
Aunque el estilo de esta columna ha sido el de la variedad de temas, el de hoy
absorbió todo el espacio porque creo que vale la pena sacudir a ciertos médicos
para que entiendan que la vida es una sola, y aunque ciertas creencias anuncien
otras vidas, sepan que la que mas nos interesa es ésta, la que estamos
disfrutando.
(Antes de otra vida, que nos ayuden en ésta).
A los médicos Pedro Blanco, Mario Figueroa y Fernando Gómez una ovación de
gala. Merecen que la gente aplauda lo que están haciendo por una medicina donde
el paciente deja de ser cliente. Y a los médicos que me mataron, este mensaje : “Me preguntaré si cada año nuevo estoy sumando un
año más a la vida o restándole uno a la muerte”.
Les perdono.