Preocupan las agresiones contra
los médicos de hospitales públicos
Congestión.
Los fines de semana, cuando se incrementa el número de pacientes que ingresan a
las salas de urgencias, el personal médico de los hospitales del oriente de
Cali es víctima de insultos y agresiones.
La
sala de urgencias parece un ring de combate. Una joven que llegó con un dolor
intenso en la barriga le grita a la doctora Sánchez que la atienda de
inmediato. La insulta. Pierde el control y le lanza una patada en el estómago.
La médica del Hospital Carlos Holmes sale corriendo.
Tiene miedo. Eso fue hace quince días.
A
unos cuantos kilómetros, en el Hospital Mario Correa Rengifo
un enfermero acaba de recibir una cachetada. No corre. Agacha la cabeza y le pide
a su agresora que se calme. “Ella quería que le revisaran unos exámenes de su
hija, pero estábamos atendiendo a un paciente que convulsionaba”. No le perdonó
la espera.
Al
doctor Gutiérrez le pudo haber ido peor. Dos hombres lo obligan a que reviva, como
sea, a su amigo que murió hace diez minutos. Si no lo hace, las armas blancas
que tienen los jóvenes estarán pronto enterradas en su cuerpo. Traga entero.
Les explica que ya no hay nada por hacer. Ellos se enfurecen. El médico empieza
a fingir. “Hice como si lo estuviera atendiendo. Era inútil, pero mi vida
estaba de por medio”. Al cabo de media hora se fueron.
Las
agresiones han venido aumentando, pero ya diseñamos un plan de trabajo para
proteger a la misión médica y evitar que esto siga sucediendo”.Alejandro
Varela, Secretario de Salud Pública de Cali.El trabajo del
personal médico en los hospitales del oriente de Cali no es sólo salvar vidas.
El País hizo un recorrido por los principales centros asistenciales de esta
zona y verificó que los especialistas al menos unas tres veces a la semana se
enfrentan a pacientes y acompañantes que les gritan, les pegan y los convierten
en rehenes del quirófano.
“Hay
que hacer lo que ellos digan. Muchos son miembros de pandillas del barrio que
llegan armados o bajo efectos del licor y las drogas. Quedamos indefensos”,
explica el doctor Sánchez que lleva cuatro años trabajando con temor.
En
lo poco que va corrido del año en el Hospital Carlos Holmes
ya se han presentado seis agresiones. La cifra preocupa, pues es casi la mitad
del total de casos registrados durante todo el 2010, cuando hubo sólo 14. “Se
han disparado los casos. En sólo quince días se presentaron tres agresiones”,
revela una funcionaria de la oficina de Talento Humano.
En
el Hospital Mario Correa Rengifo los médicos también
son el blanco a atacar. Un especialista, que trabaja en la sala de urgencias,
cuenta que en los primeros tres meses del
Armados de valor
“Si
lo salvas, te mato”. Otras veces a los médicos les lanzan estas frases que los
dejan inmóviles. “Un pandillero se viene hasta la sala de urgencias para evitar
que su víctima se salve del balazo o de la puñalada que le dio”, narra un
especialista que no quiso revelar su identidad. Ser médico en la capital del
Valle se ha convertido en una profesión de alto riesgo. Reconoce.
Pero
los ataques no siempre tienen que ver con la violencia que se desata, horas
antes, en las calles. El doctor Pinto, del Hospital Joaquín Paz Borrero,
explica que la agresión llega con la desesperación de las personas que esperan
más de cinco horas para que las atiendan.
“Entonces
puede ser una ama de casa, pero ante la carencia de médicos, se vuelve loca y nos agrede, porque siempre nos ven
como los culpables”, cuenta.
La
situación se ha vuelto tan crítica que el Alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, lanzó un llamado de alerta y prometió actuar.
“Primero necesitamos que la comunidad sea más tolerante cuando acuda a los
hospitales. También vamos a aumentar el número de policías que vigilan las
entidades y en el Hospital Carlos Holmes, que ha sido
uno de los más afectados, vamos a instalar un CAI”, anunció Ospina.
Para
el director del Carlos Holmes, Javier Arévalo Zapata,
estas medidas debieron tomarse hace mucho tiempo. “Lo pedíamos con insistencia.
Ya contamos con más uniformados que vigilan la zona y eso nos ha ayudado a
evitar también las agresiones contra la estructura física”.
Sin
embargo, en otras entidades la seguridad es precaria. En el Hospital Joaquín
Paz Borrero los médicos aseguran que no hay un solo policía y los vigilantes
sólo están armados de valor. “Hasta que no maten a un doctor aquí en plena sala
de urgencias no van a reaccionar. Yo no tengo armas, por eso llegan
delincuentes, me amenazan y no puedo hacer nada”, explica el vigilante del
hospital.