'Me siento mutilada': afectada por implantes PIP

Grupo de 935 colombianas afectadas por estos implantes demandó a la firma que certificó calidad.

No ha habido ni un solo día de estos últimos ocho meses en que Claudia Ximena Reyes, quindiana de 30 años, no se haya arrepentido de haberse retirado los implantes mamarios que se puso hace seis años para aumentar el volumen de sus senos. (Vea también la galería de: Historia de los implantes PIP en Colombia).

Reconoce que nunca estuvo conforme con los resultados de aquella cirugía estética, que le dio a su busto una talla 38, pero le dejó asimetrías y cicatrices visibles. “Pero eso no es nada –dice- en comparación con el resultado catastrófico que arrastro desde junio del año pasado”.

Esta maestra de primaria, que vive con su esposo y su hijo de 13 años en Armenia, se enteró hace un año de que los implantes que usaba eran de la marca francesa Poly Implant Prothèse, o PIP, que, de acuerdo con las denuncias hechas entonces por usuarias europeas, y confirmadas por estudios posteriores, eran defectuosos.

No solo tenían un índice de rotura superior al de prótesis similares, sino que se detectó que el gel de silicona que contenían no era el que sus fabricantes describieron en los documentos que presentaron para pedir los permisos sanitarios con miras a su comercialización en Europa.

“Se trataba -explica Nathalie Lozano, abogada de la firma Lozano, Blanco y Asociados- de un gel que no alcanzaba el nivel de calidad requerido para estos implantes mamarios”.

Se calcula que alrededor de medio millón de mujeres en el mundo, particularmente de Europa y América Latina, llevaban PIP en su cuerpo cuando se divulgó la noticia; 15 mil de ellas estaban en Colombia.

“Me siento mutilada”

El escándalo desatado por las denunciantes alcanzó proporciones globales cuando las autoridades de salud de Francia establecieron que estas prótesis contenían gel industrial en lugar de silicona médica, y llenó de angustia a sus usuarias cuando el material fue relacionado con el desarrollo de cáncer.

Este fue el mensaje que hace un año recibió Claudia Ximena. Se asustó tanto que le pidió a su EPS la práctica de una ecografía mamaria.

Las prótesis no estaban reventadas, pero ella no podía dejar de preocuparse ante tanta información alarmante que oía sobre los PIP. Fue por eso que decidió acogerse a la Resolución 258 del 2012, expedida por el Ministerio de Salud, según la cual el Sistema de Salud cubriría el retiro de estas prótesis a las afectadas. “Decidí operarme con la idea de evitar males mayores”, cuenta ella.

Tal y como lo indicada la norma, solicitó el servicio en un hospital público autorizado. “Sin embargo, el cirujano plástico reconstructivo que me operó me dijo que en ese sitio no había insumos para hacer una sutura estética, así que simplemente cortó, sacó las prótesis y cerró de cualquier manera”, afirma.

Esta maestra asegura que la solución, en este caso, fue mucho peor.

“La supuesta ayuda del Gobierno -asegura- no me cubrió nuevas prótesis (la norma solo las autoriza en casos de reconstrucción por cáncer), incapacidad, medicamentos o masajes. Nada. Quedé plana, como un niño. Y no he tenido recursos para otras prótesis. Desde ese día no me quito el brasier delante de mi esposo. Me siento mutilada”.

Claudia Ximena, que vive convencida de que no estaría en semejante situación si no fuera por estas prótesis, hace parte del grupo de 935 colombianas que se sumaron a afectadas de Venezuela, Inglaterra, Francia y Nueva Zelanda, a la demanda internacional contra la firma alemana TÜV Rheinland, que certificó la calidad de las PIP.

Hasta hoy ningún análisis ha establecido una relación directa entre la silicona de las PIP y la generación de cáncer -como alegaron las primeras denunciantes-, aun así sus usuarias afirman haber resultado afectadas, de múltiples maneras.

Estos implantes llegaron a la vida de Marleny Villegas, de Medellín, a causa de un cáncer de seno.

“En el 2004 -recuerda- me hicieron una mastectomía radical del seno izquierdo y vaciamiento axilar; en la misma cirugía me pusieron la prótesis... todos los gastos los asumimos nosotros. Estuve bien hasta septiembre del 2010, cuando empecé a tener problemas”.

Esta ama de casa de 53 años notó un día que su prótesis había cambiado de forma; casi al mismo tiempo empezó a experimentar fuertes dolores, "en el brazo izquierdo tuve celulitis, inflamaciones e infecciones”, dice.

Una ecografía mamaria que se practicó mostró que el implante se había roto y que el contenido se había regado silenciosa y paulatinamente por los tejidos de su brazo, “esa era la causa de los síntomas; me dijeron que había que extraerla, pero solo pudo hacerse en marzo del 2011, cuando lograron controlar la infección que me causó ese líquido”.

En esa cirugía le implantaron a Marleny una prótesis expansora, que se llenó en varias sesiones con solución salina, mientras sus tejidos se readaptaban. Meses después de esa segunda cirugía, que su hija costeó con un préstamo, se enteró del escándalo de las PIP y estableció que la que se había reventado en su cuerpo era una de ellas.

Que uno padezca cáncer es una tragedia, y encima esto... El costo material, moral y de salud que eso tiene es demasiado alto”, afirma esta mujer, que espera que con la demanda no solo se indemnice a las afectadas, sino que se siente un precedente mundial en torno a la seguridad de productos de este tipo.

Esa es la pretensión de la abogada Lozano, quien encabeza la firma nacional que representa los intereses de las 935 colombianas, en alianza con el abogado francés Laurent Gaudon, líder de la iniciativa.

La primera audiencia tendrá lugar este viernes ante el Tribunal de Comercio de Toulon(Francia). “Esperamos que ese día se produzca alguna decisión frente a la responsabilidad de TÜV -dice Lozano-. Esta firma otorgó en su momento la certificación de calidad con base en documentos entregados por el mismo fabricante”.

A la fecha, y de acuerdo con reportes del Ministerio de Salud, 417 colombianas se han retirado estos implantes, en los 24 hospitales públicos autorizados por la Resolución 258, lo que ha generado gastos para el Sistema cercanos a los 1.100 millones de pesos. No es claro cuántas han optado por la cirugía y la reconstrucción con cirujanos particulares.

Para quienes aún portan las PIP, la situación, a juicio de Lozano, es delicada desde el punto de vista médico y psicológico. “Sienten -señala la abogada- que tienen una bomba de tiempo en su cuerpo, y saben que la rotura y el vaciado no avisan, son silenciosos; esto genera estrés y angustia constantes; esa es la razón por la que muchas optan por sacárselas sin tener dinero para remplazarlas. Y ese es otro drama”.

Ni qué decir de aquellas que, pese a los riesgos de una nueva intervención quirúrgica, se sienten obligadas a retirárselas. Ese es el caso de Luz Amelia Hoyos, de 43 años.

Hace cuatro años recibió de su EPS dos prótesis PIP durante una reconstrucción mamaria, posterior a un cáncer de seno. Todo el tratamiento fue, según esta PhD en educación física y mamá de tres hijos, largo y doloroso, e incluyó varias cirugías y quimioterapia.

“El impacto de la noticia de las PIP fue terrible. Desde entonces siempre he tenido claro que en algún momento debo sacármelas, porque no puedo estar tranquila. La perspectiva es desalentadora: otra operación, otro riesgo más para mi organismo, que quedó lastimado después del tratamiento oncológico; otra vez alejarme del trabajo, de todo...”.

Con la demanda busca sentar su voz de protesta y visibilizar la situación de muchas otras mujeres en su misma situación. “Quiero -asegura- que esas compañías que certifican esta clase de productos paguen cuando obran con negligencia. Quiero que haya justicia”.

Chequeos regulares

Carlos Enrique Hoyos, presidente de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, aseguró que este órgano no tiene ninguna posición frente a la demanda de las pacientes y que respeta las decisiones que las autoridades puedan tomar frente a todos estos casos.

Lina Triana, vicepresidenta de la Sociedad, insiste en la importancia de que todas las personas que tengan prótesis de esta clase se sometan, tal como lo recomienda la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por su sigla en inglés), de Estados Unidos, a un chequeo anual, que consiste en la práctica de una ecografía o una resonancia nuclear magnética.

Advierte, no obstante, que si se trata de implantes de la marca francesa PIP, dicho chequeo debe hacerse cada seis meses, por lo menos.

SONIA PERILLA SANTAMARÍA
SUBEDITORA DE VIDA DE HOY