Jorge Rolón frota con firmeza la espalda desnuda
de una mujer que está tendida boca abajo sobre una camilla. Es moreno, usa
gafas oscuras y prefiere no responder preguntas mientras trabaja.
“Él hace unos masajes estupendos porque sus manos son sus ojos y reconoce de
inmediato el sitio donde tienes el dolor”, afirma Viviana Torres,
fisioterapeuta e instructora del Sena, quien desde noviembre pasado se encargó
de enseñarle a un grupo de 25 personas con discapacidad cognitiva, visual o
auditiva, técnicas de masoterapia.
Después de ensayar durante seis meses masajes de drenaje linfático,
relajantes o estéticos con sus conocidos, este martes sus alumnos hicieron la
práctica con empleados del Hotel Decameron de Santa
Marta, para graduarse como técnicos en masoterapia.
Por su parte, Jairo Granados Gutiérrez, de 52 años, pasaba sus manos untadas
de aceite sobre otra mujer. Él es sordo, pero ese no fue inconveniente para
aprender.
En las clases, que recibían de lunes a viernes, de 7 de la mañana a 12 del
mediodía, siempre estaba presente una intérprete del lenguaje de señas y así
pudo entender las lecciones dictadas por Torres.
“Empecé a asistir por curiosidad pero me gustó tanto que seguí. Lo difícil
fue manejar la teoría escrita porque a veces me confundía”, cuenta Granados, a
través de la intérprete Paola Ramírez.
Granados, quien trabajaba en una sastrería con su hermano, ahora espera
ganarse la vida como masajista. Ya ha hecho algunos trabajos ocasionales y el
pago ha sido bueno.
“La masoterapia me da la oportunidad de ganar un
reconocimiento y una remuneración mayor porque ya tengo una preparación y
alternaré esto con la sastrería”, dice este padre de tres hijos, que ya ha presentado
hojas de vida en algunos hoteles y está a la espera de que lo llamen.
Aunque este curso, dictado por la Fundación Rehabilitación Integral en
alianza con el Sena, estaba dirigido a personas con limitaciones físicas,
también participaron madres de personas con discapacidad, como Mariluz Yepes. Ella quedó viuda
hace dos años y desde entonces mantiene a sus dos hijos. El mayor, de 21 años,
tiene parálisis cerebral y retardo mental.
Ahora, su meta es poner en práctica lo que aprendió en estos meses, para sacar
adelante a sus hijos. Espero que el Sena nos ayude a conseguir un trabajo, para
ganar dinero y sostener a nuestras familias”, dice Yepes.
A partir del miércoles, un nuevo grupo de personas en situación de
discapacidad comenzó el curso con el mismo propósito: trabajar. Además de masoterapia, también les dictan cursos de informática,
contabilidad y competencias comunicativas