Editorial: Más especialistas y
más orden
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REDACCIÓN ELTIEMPO.COM | 7:15 p.m. | 13 de Enero del 2012
Muchos
especialistas prefieren emplearse en el sector privado o salir al exterior.
Los colombianos quieren creer en los anuncios hechos por el presidente Juan
Manuel Santos y su saliente ministro de Salud, Mauricio Santa María, en el
sentido de que en unos meses se acabarán algunos de los principales motivos de
queja de los pacientes que demandan servicios del sistema de salud.
Uno de ellos es la demora en el otorgamiento de consultas con especialistas,
que hoy es de semanas y hasta de meses. Aun cuando el decreto antitrámites otorgó un plazo de 90 días para reglamentar
estos tiempos, voces autorizadas han advertido que no es fácil garantizar
asignaciones en plazos cortos.
No puede ser de otro modo, dada la escasez de especialistas dentro del sistema,
que se debe a causas como la asimetría en la cantidad de profesionales según el
área; es decir que, mientras en unas disciplinas hay un número alto, en otras
son pocos, como ocurre con reumatólogos, nefrólogos, cirujanos de mano y
psiquiatras infantiles.
A lo cual hay que sumar, además de la concentración de tales profesionales
principalmente en las ciudades capitales -en contraste con otras zonas que
carecen de ellos-, las precarias condiciones que les ofrece el sistema y que le
impiden engancharlos. Muchos, de hecho, prefieren emplearse en el sector
privado o salir al exterior.
Las soluciones por venir, según el Gobierno, estarán soportadas sobre los
resultados de un inventario que hará en conjunto con las sociedades científicas
para determinar cuántos son y en qué zonas del país están los especialistas.
A partir de allí podría pensarse en una redistribución de profesionales y en la
fijación de plazos para el otorgamiento de citas, según la disciplina y
siguiendo estándares nacionales e internacionales.
Sin embargo, tanto el problema como las posibles soluciones son más complejos.
Pese a las reformas y a los constantes anuncios de cambio, el colombiano sigue
siendo un sistema fundado en lo curativo y no en lo preventivo. Así las cosas,
la atención primaria, la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad
están en pañales.
En consecuencia, los indicadores de gestión de las instituciones del sector,
que deberían ocuparse de mantener sana a la población,
se construyen sobre el conteo de enfermos atendidos y la cantidad de consultas
y procedimientos practicados.
A lo anterior hay que agregar el hecho de que los médicos generales, que son la
puerta de entrada al sistema, han perdido su capacidad para resolverles
problemas a sus pacientes; en lugar de eso, se ocupan, en su mayoría, de
remitirlos a especialistas, para que se encarguen de ellos en otros niveles.
Esto no solo ha mellado la credibilidad de los médicos generales adscritos al
sistema, sino que los mismos pacientes los ven apenas como un paso obligado
para acceder a los especialistas. El asunto es tan serio, que estudios parciales
no les dan a aquellos profesionales una capacidad resolutiva superior al 30 por
ciento.
No se trata de culparlos, dado que se mueven en función de la dinámica que les
impone el propio sistema, muchas veces en contra de su voluntad y principios
éticos. Lo ideal es que este los valore, los capacite constantemente y les
devuelva su lugar.
Es claro que se necesita contar con más especialistas, pero nunca serán
suficientes si no se logra un cambio conceptual en las bases que soportan el
modelo sanitario. El país ya puede decir que dispone de herramientas legales
suficientes para conseguirlo; que el Ministerio de Salud lo lleve a la práctica
no da más espera, pues de eso depende que tanta promesa hecha en los últimos
meses se convierta en realidad.