La intolerancia, que se traduce en riñas, venganzas, ajuste de cuentas y
líos pasionales, entre otros, sigue aportando el mayor número de homicidios en
la ciudad.
Los atracos callejeros y la violencia en general también ponen su parte, una
cuota que en los últimos cinco meses deja a Ciudad Bolívar como la localidad
más afectada, con 115 de los 651 asesinatos cometidos entre el primero de enero
y el 31 de mayo de este año, un aumento del 3,6 por ciento respecto de igual
periodo de 2009.
El reporte –sujeto a cambios– es del Instituto
Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses.
El mapa de homicidios, que periódicamente publica EL TIEMPO, deja ver una
radiografía impresionante de la forma como se distribuyen esos crímenes: puntos
rojos (mujeres) y azules (hombres). Y detrás de cada uno de ellos hay una
historia de dolor (véase nota anexa), fruto de las acciones violentas que se
ejercen en la calle o en el hogar.
Los hombres –nueve de cada diez homicidios– y los
jóvenes entre 15 y 29 años siguen siendo los que más víctimas aportan al
promedio de cuatro homicidios diarios que se registran en la capital.
El arma de fuego (se calcula que hay más de 700 mil ilegales en la ciudad)
sigue siendo el principal instrumento para quitar la vida a otro: se usó en 382
casos y las armas cortopunzantes, en 226; el ataque
con objetos contundentes en 15 y el estrangulamiento, en 8.
Relato de un padre de familia a quien le asesinaron un hijo.
CARLOS BUSTOS REPORTERO CIUDADANO Mi tragedia ocurrió el pasado domingo a
las 10 de la mañana.
Ese día, yo estaba preparando el desayuno para mi familia, integrada por mis
dos hijos, mi esposa y mis suegros.
En ese momento mi hijo mayor, William Alberto, de 23 años, salió a la calle
y vio cuando unos cuatro muchachos del barrio –
En un acto de valentía, mi hijo les pidió que no siguieran con el atraco y
uno de ellos se le acercó y le disparó dos veces.
Mi hijo menor, que tiene 10 años, salió a la calle y vio al hermano herido y
después entró corriendo para avisarnos.
Yo salí y vi a William Alberto en el suelo.
Les pedí ayuda a los del carro del Acueducto, pero ellos se asustaron y se
fueron.
Entonces, yo cargué como pude a mi hijo y caminé como tres cuadras buscando
un taxi, pero nunca pasó uno.
Casualmente, un amigo de mi hijo que iba en un carro pasó y nos llevó al
Hospital de Meissen.
Los médicos lo atendieron, pero antes de las 10:30 de la mañana William
murió.
No es justo que mi hijo se haya muerto por querer evitar un atraco.
Yo soy presidente de
Lo único que yo pido a
El dolor es muy grande y yo sé que nada me va a devolver a mi hijo, pero no
quiero que su muerte quede impune