No aprenden.
Pese al escándalo que se armó cuando el abogado borracho mató a una persona y
dejó a cuatro malheridas, aún
Quien mató a su hijo, según testigos, es nieto del famoso cantante Lisandro
Meza. También es compositor y artista y cometió su salvajada en las primeras
horas del 6 de enero del 2006, de ahí que Rafael Simón Meza esté convencido de
que saldrá airoso porque está que prescribe su caso y no ha pisado la cárcel.
Aquella madrugada se encontraba en Pasto y pese a estar ebrio y no tener
pase, se subió a una camioneta con una amiga y a los pocos minutos de manejar
se llevó por delante a Millar Antonio Díaz, arquitecto de
Había llegado a la ciudad procedente de Ecuador y buscaba algo para comer.
Se dirigía a un restaurante por un andén cuando una Toyota
lo embistió. El joven conductor no asistió a su víctima y huyó de la escena.
Ninguna autoridad telefoneó a la familia Díaz, residente en Bogotá, para
informarle de la tragedia. Lo hizo un testigo de los hechos a la mañana
siguiente. "Él está en la morgue", dijo una voz al otro lado del
teléfono. Sus papás y sus dos hermanas quedaron mudos, no podían creer que
fuera cierto.
Desde que enterró a su hijo, que hoy tendría 42 años, doña Nelly no ha
dejado de buscar justicia, pero, relata, sólo Dios le dio la mano. Le había
rogado encontrarse frente a frente con el homicida para pedirle que admitiera
su delito y ocurrió en el centro comercial Diver
Plaza de la capital. Rafael Simón actuaba con su conjunto vallenato y la señora
llegó allá por casualidad. Cuando tuvo la certeza de que se trataba del
muchacho que segó la vida de su hijo, le dijo con serenidad: "Soy la mamá
de la persona que usted mató con el carro". -"Yo no soy",
respondió el artista. "Sígalo negando y le doy una cachetada", le
contestó doña Nelly. El chico huyó corriendo y la mujer quedó desconcertada.
No guarda odio ni pretende que Rafael Simón se pudra en una celda o que le
entregue una indemnización astronómica; no quiere nada distinto a que el
borracho acepte su culpa, pida perdón y pague por su delito, cargado, además,
de agravantes. "La familia no me ha llamado siquiera para decirme: señora,
lo sentimos", asevera con tristeza. Rafael Simón tan sólo estuvo detenido
unas horas tras el accidente; luego retomó su vida como si nada hubiera
sucedido. Y en enero próximo cerrarán su caso.
¿Será que los jueces son condescendientes con quienes manejan ebrios, al
igual que la ciudadanía, que no suele sancionar ni siquiera socialmente al
conductor embriagado? Tal vez piensen que eso mismo le pudo pasar a cualquiera,
que imprudencias tras las parrandas las cometen todos, sólo que unos tienen
suerte y no provocan ninguna muerte. De otra forma, no se comprende tanta
permisividad, porque cada fin de semana son miles los que se ponen al timón
beodos con la complacencia de sus acompañantes.
Sería quizá el momento de analizar también la conveniencia de aplazar el
permiso de conducción hasta los 18 años. Un vehículo en manos de adolescentes
es un arma mortífera y si causa un accidente grave estando ebrio no paga
cárcel, lo cual es un contrasentido. Si es responsable para llevar un carro
también debe serlo para asumir el costo de sus actos como si fuese un adulto.