Malditos borrachos

No aprenden. Pese al escándalo que se armó cuando el abogado borracho mató a una persona y dejó a cuatro malheridas, aún la Policía reportó que el fin de semana siguiente multó a 943 personas en el país por manejar con tragos. Pues hay que darles más duro y seguido, ser implacables con esos homicidas en potencia que desprecian la vida de los otros. Aumentar las penas, condenar a sus acompañantes por complicidad, nada de casas por cárcel ni permitir que prescriban los hechos con fallecidos. Como el que acabó con la vida del primogénito de doña Nelly, al que solo le falta cuatro meses para que lo archiven.

Quien mató a su hijo, según testigos, es nieto del famoso cantante Lisandro Meza. También es compositor y artista y cometió su salvajada en las primeras horas del 6 de enero del 2006, de ahí que Rafael Simón Meza esté convencido de que saldrá airoso porque está que prescribe su caso y no ha pisado la cárcel.

Aquella madrugada se encontraba en Pasto y pese a estar ebrio y no tener pase, se subió a una camioneta con una amiga y a los pocos minutos de manejar se llevó por delante a Millar Antonio Díaz, arquitecto de la Universidad Nacional que tuvo la mala fortuna de cruzarse en su camino.

Había llegado a la ciudad procedente de Ecuador y buscaba algo para comer. Se dirigía a un restaurante por un andén cuando una Toyota lo embistió. El joven conductor no asistió a su víctima y huyó de la escena.

Ninguna autoridad telefoneó a la familia Díaz, residente en Bogotá, para informarle de la tragedia. Lo hizo un testigo de los hechos a la mañana siguiente. "Él está en la morgue", dijo una voz al otro lado del teléfono. Sus papás y sus dos hermanas quedaron mudos, no podían creer que fuera cierto.

Desde que enterró a su hijo, que hoy tendría 42 años, doña Nelly no ha dejado de buscar justicia, pero, relata, sólo Dios le dio la mano. Le había rogado encontrarse frente a frente con el homicida para pedirle que admitiera su delito y ocurrió en el centro comercial Diver Plaza de la capital. Rafael Simón actuaba con su conjunto vallenato y la señora llegó allá por casualidad. Cuando tuvo la certeza de que se trataba del muchacho que segó la vida de su hijo, le dijo con serenidad: "Soy la mamá de la persona que usted mató con el carro". -"Yo no soy", respondió el artista. "Sígalo negando y le doy una cachetada", le contestó doña Nelly. El chico huyó corriendo y la mujer quedó desconcertada.

No guarda odio ni pretende que Rafael Simón se pudra en una celda o que le entregue una indemnización astronómica; no quiere nada distinto a que el borracho acepte su culpa, pida perdón y pague por su delito, cargado, además, de agravantes. "La familia no me ha llamado siquiera para decirme: señora, lo sentimos", asevera con tristeza. Rafael Simón tan sólo estuvo detenido unas horas tras el accidente; luego retomó su vida como si nada hubiera sucedido. Y en enero próximo cerrarán su caso.

¿Será que los jueces son condescendientes con quienes manejan ebrios, al igual que la ciudadanía, que no suele sancionar ni siquiera socialmente al conductor embriagado? Tal vez piensen que eso mismo le pudo pasar a cualquiera, que imprudencias tras las parrandas las cometen todos, sólo que unos tienen suerte y no provocan ninguna muerte. De otra forma, no se comprende tanta permisividad, porque cada fin de semana son miles los que se ponen al timón beodos con la complacencia de sus acompañantes.

Sería quizá el momento de analizar también la conveniencia de aplazar el permiso de conducción hasta los 18 años. Un vehículo en manos de adolescentes es un arma mortífera y si causa un accidente grave estando ebrio no paga cárcel, lo cual es un contrasentido. Si es responsable para llevar un carro también debe serlo para asumir el costo de sus actos como si fuese un adulto.

Salud Hernández-Mora