El mal aliento y la rabia de la gente no son mi culpa, dice el hígado

El asesor médico de EL TIEMPO entrevistó a este órgano, al que se le acusa de muchas cosas.

"Prefiero el bajo perfil y siempre estoy cuando me necesitan". Si al hígado le tocara definirse, sería de esta manera, aunque todos los órganos del cuerpo lo reconocen como un trabajador incansable y siempre le otorgan el galardón del mejor compañero, quizá porque les sirve a todos.

"Es más -aclara-, aquí donde me ve, cumplo más de 500 funciones y recibo tanta sangre como el corazón, que, aunque tiene mejor fama, no logra regenerarse como yo. Gracias a eso no murió Prometeo encadenado".

¿Cómo está ranqueado en el organómetro del cuerpo?

Eso del organómetro es invento suyo. Si bien todos los órganos son importantes, soy uno de los vitales. Sin mí no se vive. Soy único.

¿Único?

Sí, pero no me malinterprete; mi ego no es tan grande... Es que no soy como los riñones o los pulmones, que son pares; yo soy único, uno solo.

En aras de la precisión, ¿qué es en realidad? 

Mire, soy una glándula que pesa casi dos kilos y que funciona como una fábrica que jamás para. Ahora, si no sabe qué es una glándula, le recuerdo que es un órgano que produce cosas.

¿Y usted qué cosas produce? 

Muchas, entre ellas casi todas las proteínas, pero también los elementos necesarios para la coagulación de la sangre, el colesterol, los triglicéridos, la bilis, las enzimas... Además, me encargo del azúcar y de los otros carbohidratos, transformo la urea y adecúo vitaminas. 

¿Y cuál es el objetivo de todo eso?

Pues proveer nutrientes, energía y herramientas para construir y mantener las estructuras del cuerpo. También suministro la materia prima para que otros órganos fabriquen sus cosas, limpio el organismo de desechos, desactivo sustancias peligrosas, ayudo en la digestión, arreglo medicamentos y soy un gran depósito de energía y hasta de sangre... Hago de todo, hasta pasear perros, si me toca...

Cuénteme en dónde se aloja.

Vivo en la esquina derecha del abdomen... Arriba, justo detrás de las costillas que me protegen. Para que no se pierda, siga la última costilla derecha, arriba de su barriga, justo ahí está mi borde de abajo. Por lo general, no dejo que me toquen, salvo que esté inflamado.

¿Y qué tal el vecindario?

Bien. Encima de mí está el músculo diafragma, que es como una carpa que me separa del pulmón derecho; a mi izquierda está el estómago, y debajo limito con el colon. No es que seamos los mejores amigos, pero tenemos una relación cordial, casi nunca nos molestamos.

¿Qué lo enferma?

Vivo fregado con los virus que me inflaman. Eso es la hepatitis. Usted debe de haber oído que hay de muchos tipos, la A, B, C, D, E y ya casi acabo el abecedario. Me mata la cirrosis, causada por los virus y el traguito que ustedes se toman; también sufro por unas enfermedades muy raras, como los síndromes de Gilbert, de Crigler Najjar y de Dubin Jonson. Si me pongo a explicarle cada uno de ellos, se nos va toda la tarde. Y a eso súmele el cáncer, el propio y el que me mandan los otros órganos. Pero ¿sabe qué?, soy de los que se enferman poco.

¿Y entonces por qué la gente se queja tanto de usted?

Porque no me conocen. Por eso saqué tiempo para reivindicarme con esta entrevista. 

¿Niega, pues, que produzca mal aliento, manchas en la piel, mal genio y rechinar de dientes?

Me culpan hasta de la devaluación del dólar, pero nada de eso es cierto. Mejor, no me pregunte bobadas, que estoy muy ocupado...

¿Es verdad que hay que tomar remedios para 'descargarlo'?

¿Descargarme? No tengo ni idea de dónde saca la gente ese y otros cuentos sobre mí. En lugar de vivir pendientes de eso, deberían tener presente que cuidarme es muy fácil. Pueden ayudarme mucho comiendo en forma más saludable (mejor dicho, siguiendo dietas bajas en grasas saturadas), vigilando el azúcar, evitando usar medicamentos sin fórmula y, de ser posible, vacunándose contra el virus de la hepatitis. ¡Ah!, por nada del mundo fumen y tampoco se excedan con el trago... Me cae pesadísimo.

¿Algo más? 

Sí, por favor, no escriba cosas que yo no dije... 

Algunas claves para cuidarlo

El hígado tiene unas células que fagocitan virus, parásitos y bacterias, por lo que constituyen una barrera para las toxinas y microorganismos procedentes del intestino.

La mejor forma de cuidar este órgano es llevar una dieta balanceada que incluya frutas y verduras, comidas bajas en grasas saturadas y en azúcar y pocos alimentos procesados, además de no excederse con el café ni con el alcohol.

Hay algunas grasas -presentes en el salmón, el atún, el aguacate o las nueces- que le ayudan a mantenerlo bien.

CARLOS F. FERNÁNDEZ
ASESOR MÉDICO DE EL TIEMPO