La lucha contra la discriminación
que viven las mujeres con VIH
Janeth Valencia lidera la
Asociación Lila Mujer en el distrito de Agua Blanca, en Cali.
El virus
del sida llegó hace 13 años a la vida de Janeth
Valencia como el ladrón que entra a una casa con la autorización del dueño. El
VIH era el ladrón; su marido, el dueño, y la casa, su cuerpo.
Janeth tenía 23 años de edad, una
hija de cuatro años, un trabajo en la Alcaldía de Cali y empezaba una carrera
en la Universidad del Valle. Dice que no era una mujer rumbera y que cuando se
enteró de que era portadora del virus, sólo había tenido dos parejas sexuales.
Hoy
tiene 36 años, dos hijas y lidera la Asociación Lila Mujer, que vela por el
bienestar y los derechos de las mujeres que viven con VIH en el distrito de
Agua Blanca, en Cali. Onusida la eligió este año como
la imagen en Colombia del Día Mundial de Lucha contra el Sida, que se conmemora
hoy.
Ella
y otras 10 mujeres son socias o activistas de Lila Mujer. Todas tienen dos
cosas en común: fueron infectadas por sus maridos y ninguno de sus hijos tiene
el virus.
"Muchos
piensan que esto sólo les da a las trabajadoras sexuales o a los homosexuales;
uno cómo le va a pedir al esposo que utilice condón.", explica.
Se
enteró por curiosa
Janeth empezó la relación con su
esposo en 1994 y terminó tres años después. Cuenta que un día su marido la
llamó desde Bogotá a pedirle que le enviara una carpeta con unos documentos que
tenía en la casa de su mamá, en Cali. Ella los buscó, pero antes de enviarlos
los revisó. Abrió la carpeta y leyó un documento que decía que él tenía VIH.
Recuerda
ese momento como si hubiera sido ayer. Cerca estaba una compañera de trabajo
con quien había peleado, pero fue justamente ella quien escuchó su primer grito
de angustia y miedo. "Ya pronto me voy a morir", le dijo.
Se
sometió de inmediato al test de Elisa, que dio
negativo. Con el paso de los meses aparecieron algunas gripas y otras dolencias
que el 2 de diciembre de 1997 la llevaron al Hospital Universitario del Valle.
Allí un estudiante de medicina le confirmó que en su sangre estaba el ladrón.
Cada
año, dice, conmemora dos fechas importantes: el 2 de diciembre, aniversario de
su diagnóstico, y el 16 de diciembre, su cumpleaños: "Mis amigos me hacen
fiesta los dos días... En serio", afirma con un alegre tono valluno.
El
de 1997 fue su peor diciembre. Al comienzo se alejó de muchas personas, pero
poco a poco fue asimilando y aceptando que podía vivir con el virus
Confrontó
a su compañero, pero él le respondió que si tenía la enfermedad era por ella;
esa versión la difundió en la cuadra del barrio.
Lucha
contra la discriminación
Janeth asegura que un encuentro
internacional de mujeres que viven con VIH en Buenos Aires (Argentina) le
cambió la vida. "Vi que se podía lucha contra la
indiferencia y la discriminación y ayudar a otras mujeres. Llegué con el ego de
los argentinos y no me para nadie", relata orgullosa.
Fue
así como nació Lila Mujer, en el barrio Las Orquídeas, en Agua Blanca. Esta
asociación ha ido ganando espacio y reconocimiento en la capital del Valle,
gracias a lo cual tiene una sede y muy pronto un hogar de paso con cupo para 12
mujeres, que será inaugurado en marzo del 2011.
El
mensaje de estas mujeres es que todas las amas de casa, todas las esposas,
deben exigir el uso del condón. "El cuerpo es un templo sagrado y debe ser
respetado. Ellas deben exigir el uso del preservativo", insiste.
En
plena entrevista telefónica, a las 11:35 de la mañana, Janeth
pide un minuto porque alguien llega a su casa. Pasan tres minutos y retoma la
conversación. Ya no se oye alegre.
"Acaba
de morirse Deisy, una madre soltera de 29 años. Era
muy pobre. Tuvo una niña antes de ser diagnosticada y otra que nació con el
virus. La menor murió a los 2 años. La mayor queda huérfana a los 9 años",
dice lentamente y entre lágrimas.
Dramas
como el de Deisy la deprimen, pero la hacen más
fuerte. A través de la Asociación Lila Mujer les sirve a muchas otras mujeres
que no tienen la misma capacidad de lucha.
"Peleo
por ellas. Que seamos negras, del Distrito de Agua Blanca y portadoras del VIH
hace que todo el mundo quiera discriminarnos, pero eso no puede ser así.
Quisiera estudiar derecho, montar una empresa y generar por lo menos diez
empleos dignos para nosotras", cuenta.
Ahora
le pide a Dios fuerza y vida para seguir luchando. Y su Dios le ha respondido:
en 1997 le dieron tres meses de vida y ya lleva 13 años conviviendo con el VIH.
"Dios es mi fortaleza. Soy feliz porque soy perfecta para Dios",
concluye llena de algo que no precisa qué es: "No sé si es terquedad o
dignidad lo que me mueve", se pregunta.
Lo
cierto es que si la terquedad y la dignidad se vendieran en cajas en las
farmacias, muchas personas que viven con VIH estarían mejor, sentencia Janeth.
JOHANNA
SAAVEDRA PENAGOS
VIDA DE HOY