Un bus blanco especialmente diseñado para personas con discapacidad entra a
la Escuela Militar de Cadetes José María Córdova, en Bogotá. Lleva a 12
militares, soldados heridos por minas, que van a la terapia de rehabilitación
con caballos.
Lentamente, se bajan del bus con la ayuda de sus muletas. Todos tienen
amputación en una pierna, por debajo de la rodilla. Un médico, terapeutas,
psicólogos, adiestradores de caballos, instructores de equitación y auxiliares
los esperan frente al club hípico de la Escuela, como todos los miércoles y los
viernes, desde hace un mes, cuando comenzaron su terapia de rehabilitación con
la ayuda de caballos, llamada hipoterapia.
Cada uno de estos soldados trae una historia, un lugar y un recuerdo del
momento en que cayeron en la mina y perdieron parte de la pierna. Los 12
llegaron al Hospital Militar, en Bogotá, pasaron por el dolor de aceptar su
drama, luego de la pérdida y ahora están en lo que los especialistas denominan
“fase preprótesis”.
“En este momento es cuando podemos hacer la hipoterapia”, explica María
Claudia Romero, una de las doctoras de Sanidad del Ejército que trabajan en el
proyecto. Por ahora, quieren experimentar si los pacientes se rehabilitan más
rápido que aquellos que no reciben la hipoterapia para la adaptación de la
prótesis.
Ella, el médico y otras terapeutas del Ejército llevan varios meses
impulsando el proyecto, que se hizo en años anteriores, pero como ella
reconoce, “eran programas que dependían del comandante de turno”.
Pero desde mayo pasado, el equipo de trabajo logró la aprobación del
programa de hipoterapia del Ejército en soldados en situación de discapacidad,
que se convirtió en una directiva de la institución.
El mayor Anthony Guzmán, médico fisiatra del Batallón de Sanidad, explica
que “durante los últimos seis años, cerca de 900 combatientes han sido víctimas
de mina antipersona, y en ocasiones, son insuficientes los recursos con los que
se cuenta para la rehabilitación física, profesional y la reubicación laboral
de todos los hombres que han quedado discapacitados en cumplimiento de su
deber”. Por ello, explica el mayor, “surgió la necesidad de implementar un
programa integral para amputados en el que se definiera su situación funcional
en poco tiempo, reduciendo consecuencias físicas, sociales, psicológicas y
dentro de la institución en términos económicos”.
Con este pensamiento, el equipo que trabaja con los soldados que resultan
discapacitados a causa de las minas se dio a la tarea de generar una estrategia
diferente de la rehabilitación convencional, esta vez, con los caballos como un
complemento de todo su tratamiento. Así, el Comando del Ejército, la Dirección
de Sanidad del Ejército, el Batallón de Sanidad, junto con la Escuela Militar
de Cadetes y su Escuela de Equitación lograron trabajar conjuntamente para
crear el programa de hipoterapia del Ejército para soldados amputados.
El combo ‘mocho’ El grupo, que comenzó su trabajo con los caballos hace tan
solo un mes, tiene una actitud diferente frente a su situación. “Su resiliencia
(capacidad de adaptarse a un cambio drástico y sacar ventaja de él) dice la
doctora Romero, es mayor en estos pacientes que tienen la posibilidad de
recibir la hipoterapia”.
De hecho, Elriber, Luis Alberto, Ulser, Juan Carlos, Edilberto,
Silvestre, Blans, Elkin,
Diego, Jairo Alonso, nueve de los 12 soldados, hablan con desparpajo y
tranquilidad sobre sus circunstancias. Para empezar, se llaman a sí mismos ‘los
Mochos’.
El trabajo con los caballos les devuelve la confianza, les permite aceptar
con mayor entereza el cambio, dicen los especialistas, gracias a que esta
terapia permite tener resultados rápidos.
De acuerdo con los estudios sobre los beneficios de la hipoterapia para
personas con mutilación, el caballo permite que el paciente asuma una posición
diferente sobre el animal. El paso del caballo, indican los estudios, transmite
de 90 a 110 impulsos rítmicos por minuto a la columna vertebral, a la pelvis y
a los miembros inferiores del paciente, lo que se traduce en una mejor postura
y equilibrio, necesarios en la recuperación del paciente con alteraciones
biomecánicas, como es el caso de los amputados, además del calor que emite el
animal, que también es terapéutico.
Adicionalmente, el caballo transmite al paciente un patrón de locomoción
tridimensional, equivalente a la marcha humana: “Es como si la persona caminara
sentada”, explica la doctora Romero y añade que los soldados sienten que el
caballo se convierte en sus piernas.
“No es fácil la primera vez. Acostarse sobre el caballo y mirar hacia el
cielo mientras el animal anda, sólo agarrado de una correa, me hizo sentir que
me caía”, dice Elriber Gutiérrez, un soldado
profesional y enfermero que lleva diez años y medio en la institución. Hoy,
cuatro meses después de caer en una mina en Roncesvalles,
Tolima, acepta que “lo más difícil ya pasó”.
Con este trabajo terapéutico, explica la doctora Romero, los “soldados
pierden el miedo y logran recuperar su equilibrio, porque fortalecen sus
piernas”.
Primero viene la etapa de tomar confianza con el animal. Algunos han tenido
experiencia montando caballo o burro, porque son campesinos que provienen de
zonas en donde ese fue su medio de transporte antes de enrolarse en el
Ejército.
Después, se trata de montar y desmontar con un solo pie de apoyo y luego
vienen los ejercicios sobre el lomo del caballo. “Estos son animales escogidos
especialmente para esta terapia, mansos, tranquilos, que aceptan la presencia
de varias personas a la vez, que no se impacientan y con los cuales el soldado
entabla una bella relación”, cuenta María Claudia.
Así se nota en el andar pausado de los caballos que pacientemente van
llevando sobre sus lomos a estos hombres que hacen su mejor esfuerzo al iniciar
los ejercicios.
“Yo siento que el caballo es la extensión de mis piernas”, dice Luis Alberto
Manzano. Los demás piensan lo mismo. Todos los miércoles y los viernes su
terapia sobre el caballo en los picaderos de la Escuela Militar no solo les
cambia la rutina, sino la forma de mirar su situación. Es un espacio de
relajación en donde, además del equilibrio y la estimulación neurológica, les
da confianza para aprender a ver la vida de otra manera, porque, al estar
juntos en este reto, los ‘Mochos’ se dan ánimo entre sí.
“La terapia les ha devuelto parte del equilibrio físico. También les ha
permitido recobrar esa moral de soldado que tienen inquebrantable”, dice el
mayor Guzmán.
“A montar no se aprende sino montando”, dice el cartel sobre el picadero de
la escuela de equitación de la Escuela Militar. Ellos le hacen honor al
mensaje, quieren ponerle todo el empeño a su rehabilitación; por eso se montan
cada vez con más destreza, siguen las indicaciones de la terapeuta y no solo
fortalecen sus músculos, sino su alma, cada vez que están sobre el caballo.