Licor adulterado, una ‘mafia’ que
le cobra caro al Valle del Cauca
La
intoxicación masiva ocurrida esta semana en varias poblaciones del Valle del
Cauca evidenció la existencia de una especie de cartel de licores.
El
consumo de licor adulterado ya cobró la vida de cuatro personas. Se produce en
ambientes sucios, por medio de la destilación manual de alcohol metílico o
metanol.
En
la tarde del pasado jueves, al mayor Carlos Villafañe lo invitaron de la
secretaría de Gobierno de El Cerrito a evaluar la problemática de intoxicación
en el pueblo, donde el pasado fin de semana hubo un muerto y 60 intoxicados por
consumir licor adulterado. Mientras el oficial, alto funcionario de la Oficina
de Rentas Departamentales, estaba en la reunión, envió un grupo operativo de
siete personas para que revisara algunos establecimientos.
Cuando
terminaba la reunión en la Alcaldía con un grupo de comerciantes, uno de los
hombres llamó al celular del mayor a informarle que habían hecho un
procedimiento en el Café Continental del centro de El Cerrito y habían
encontrado 85 canecas de 375 cms cúbicos y 71
botellas de 750 cms adulteradas.
En
ese café hay media docena de mesas de billar y expenden aguardiente. Lo curioso
es que su dueño, un hombre de unos 80 años, estaba en la reunión con el mayor Villafañe y cuando supo del operativo celebró que lo
hicieran “porque –dijo--uno no sabe qué le puedan haber metido”.
El
anciano había comprado el licor a un distribuidor en un furgón sin logos ni distintivos. Pero la factura sí tenía las
especificaciones de un documento legal.
Al
trasluz, el contenido de las botellas se veían con
impurezas. La gota dibujada entre la tapa y la botella no estaba marcada con
láser, sino que fue pintada artesanalmente en líneas discontinuas. El
aguardiente era falsificado.
Al
ver que el licor que expendía estaba adulterado, el anciano sufrió una
conmoción interior, le dio una especie de preinfarto y fue preciso llevarlo al
hospital donde terminó en cuidados intensivos. Como muchos de los intoxicados.
La
diferencia es que estos se bebieron todo un porrón de agua cristal de 20
litros, cargado de aguardiente adulterado, en la fiesta de la familia Asprilla del viernes 16 de septiembre en El Cerrito. Una
provisión clandestina que los anfitriones encargaron a una amiga de Palmira,
quien sabía de ‘alguien’ que vendía aguardiente en porrones a $150.000.
Víctor
Asprilla, reconoce que sospechaban que el aguardiente
no era legal, pero “compramos algo por ahorrar, lo compramos en porrón, pero
también en botella y venía adulterado”, dijo Asprilla.
Los
efectos no se dejaron esperar. Jackeline Rivas, una
de las víctimas, recuerda que “rumbeamos y tomamos, pero no sabíamos que el
trago estaba malo, yo sí me sentía mal, pero pensé que era guayabo y resulta
que era intoxicación”.
La
peor parte la llevó Liliana Murillo, una amiga de la familia. El metanol, ese
veneno que le mezclan al aguardiente, la mató en pocas horas. María del Socorro
Molina, gerente del hospital local, confirmó que los intoxicados que llegaron
“son familiares y amigos entre sí y viven en uno de los barrios de El Cerrito”.
Pero
la tragedia no terminó allí. En la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital
Universitario del Valle terminaron tres personas más a las que, según la
toxicóloga Angélica Téllez, se les practicó hemodiálisis para que superaran el
envenenamiento. El jueves, el mismo gobernador del Valle, Francisco José Lourido indicó que el parte médico era que los tres
pacientes tenían muerte cerebral. Y que el departamento estaba en alerta.
Estaba
claro. A los alambiques clandestinos se les había ido la mano y distribuyeron
aguardiente envenenado, hecho con metanol y lo estaban vendiendo por porrones.
No sólo en botellas. Y las víctimas terminaron siendo los más incautos.
¿Todo un cartel?
El
comandante de la Policía Valle, Julián González, ofreció $50 millones a quien
denuncie a los responsables de ese ilícito. No se han ubicado aún, pero se
sospecha que son alambiques ubicados en Palmira y sus alrededores que surten el
mercado circunvecino.
Este
año, 62 personas han sido judicializadas por fabricar
o distribuir licor adulterado o de contrabando en el Valle: 15 por parte de la
Policía Valle, 17 por la Metropolitana de Cali y 30 por la Oficina de Rentas
del Departamento.
También
se han incautado 52.147 botellas y canecas de licor falsificado y se han
abierto 300 procesos que deben estar arrojando resultados en un mes, dijo el
coronel Marco Aurelio Puentes, subsecretario de Rentas del Valle.
Pero
el mercado del licor falsificado es muy grande. La Asociación Colombiana de
Industria de Licores calcula que un 25% del alcohol que se comercializa en el
país es adulterado. Eso quiere decir que si el mercado de licores en el Valle
es de
27 millones de unidades en un año, casi siete millones son licor falsificado.
Porque
no sólo se adultera aguardiente, sino también, ron, vino, whisky,
vodka, ginebra y hasta cerveza. El mercado del alcohol parece todo un cartel
que mueve miles de millones de pesos.
Por
otra parte, las incautaciones que hacen las autoridades de ese licor es mínima y no parecen hacerle mucho daño a los delincuentes.
De hecho el coronel Puentes señaló que en un año se pueden incautar 70.000
botellas, lo que significa apenas el 1% de todo el licor adulterado. Eso
implica, que el 99% del licor falso está circulando en el mercado doméstico sin
mayor restricción.
El
costo de producción de cada botella de aguardiente es $4.500 y en el mercado
vale $20.000. Los impuestos son de alrededor de 10.000. Si se proyecta ese
valor a siete millones de botellas adulteradas, las pérdidas por este concepto
para las rentas departamentales serían del orden de $70.000 millones.
En
ese sentido, la concejal Clementina Vélez denunció que
Rentas Departamentales no cuenta con el presupuesto, el personal, los peritos,
los vehículos y los laboratorios suficientes para ejercer ese control de manera
oportuna y eficiente.
Como
si fuera poco, una fuente de la Industria de Licores del Valle hizo notar que
mientras hace cinco años esta compañía comercializaba 20 millones de botellas,
al término del año pasado con Feria de Cali incluida se fijó la meta de vender
12 millones de botellas, pero sólo se terminaron comercializando nueve
millones.
Eso
quiere decir que hoy se está colocando menos de la mitad del aguardiente legal
que se vendía antes, lo que abre el gran interrogante sobre qué pasó con ese
mercado de once millones de botellas que se perdió en el último lustro. ¿Dónde
está y quién lo está surtiendo?
Como
dijo el toxicólogo del HUV Jorge Quiñónez, es probable que detrás de esto haya
“mafias poderosas que están controlando el mercado”, incluso con la anuencia de
funcionarios corruptos de la Industria de Licores, ILV.
Bernardo
Collazos, gerente de la ILV, sostuvo que esa empresa no vende licor en porrones
y no descartó que detrás de la adulteración haya bandas organizadas. La Policía
anuncia que está detrás de ellas. Pero el negocio parece tan grande que apenas
si se rasguñan pedazos de sus tentáculos.