Editorial: Una ley hecha humo

Muchos sitios han encontrado la forma de saltarse la prohibición de fumar en áreas cerradas.

    El estreno de la Ley 1335, de julio del 2009, o Ley Antitabaco, vino precedida del apoyo tanto de la mayoría de los ciudadanos como de los dueños de los establecimientos. Los primeros ya habían avalado las bondades de los espacios públicos libres de humo, creados en mayo del 2008, mientras que los segundos, lejos de verse afectados por la medida, dijeron haber ganado nuevos clientes entre la población de no fumadores.

    Por eso, cuesta entender que, veinte meses después, este logro de salud pública se haya diluido por falta de control y de promoción de la ley. Poco a poco, y bajo la mirada permisiva de las autoridades, bares, restaurantes, discotecas y otros sitios han ido encontrando la forma de hacerle el esguince a la prohibición de fumar en áreas cerradas.

    En muchos de estos lugares se han habilitado terrazas con techos y divisiones, en las que se permite y estimula el consumo de cigarrillo. La mayoría está en las puertas de los locales, lo cual permite que el humo entre y circule libremente por sus espacios y afecte a todos los clientes por igual.

    Vale recordar que un reciente estudio de la Organización Mundial de la Salud, publicado por la revista The Lancet, concluyó que cada año cerca de 600.000 personas no fumadoras mueren a causa de los efectos del humo ajeno.

    El problema se agudizó luego de que la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco) distribuyó volantes entre clientes y trabajadores de los establecimientos en los que aseguraba que, según la ley, era legal fumar en esas terrazas, cuando no es así.

    El Ministerio de la Protección Social, el Instituto Nacional de Cancerología, la Liga Colombiana contra el Cáncer y los legisladores que redactaron la 1335, no solo han calificado de inadecuada la interpretación que Fenalco hace de la norma, sino que han instado a las secretarías de salud y a la Policía a ejercer control sobre los sitios donde la ley se viola.

    Hacer respetar la norma no solo es responsabilidad de las autoridades de policía, que han brillado por su ausencia en este proceso. En deuda también están el propio ministerio y las secretarías de salud, que han fallado en la promoción y difusión de su contenido, y los dueños de los locales, que tienen la obligación de proteger a clientes y empleados.

    En materia de control del cigarrillo, este no es el único asunto que preocupa. Pese a que el Convenio Marco para el Control del Tabaco, de la OMS, suscrito por Colombia y declarado exequible por la Corte Constitucional, plantea una sustitución gradual de cultivos de esta planta, lo que se observa es lo contrario: un incremento de las zonas sembradas con ella. ¿En qué se está fallando? ¿Por qué se incumple el tratado?

    El país no podrá consolidar este avance en salud pública si no toma decisiones claras respecto al tema.

    Tarde o temprano, asimismo, deberá encarar la discusión sobre el aumento de impuestos y de precios de las cajetillas, una determinación que ha demostrado ser muy efectiva para desestimular el consumo entre los más jóvenes y las personas de escasos recursos.

    Mientras ese día llega, se debe defender lo que hay, es decir, los espacios libres de humo y las medidas que el 21 de julio de este año entrarán en vigencia: la total prohibición, directa o indirecta, de la promoción y publicidad del cigarrillo, y la venta menudeada del producto.

    Puede que tales decisiones, de beneficio colectivo, no nos pongan a la altura de naciones muy desarrolladas en este aspecto, pero ciertamente nos convertirán en una que se preocupa por la salud y la vida de sus ciudadanos y de las generaciones futuras.

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