Carlos Aguilar, padre de Christian, el joven colombiano
que fue asesinado por su mejor amigo, Pedro Bravo, el año pasado en Florida
(EE. UU.), les dijo a los medios de comunicación que una de las razones que
tuvo Bravo para matar a su hijo fue la envidia.
El joven cometió el crimen precisamente después de
enterarse que Christian había ingresado a la Universidad de Florida.
En el 2009, se hizo famoso el caso de un muchacho
argentino, de 15 años, que mató a su hermana y a su sobrino porque, según
confesó, sentía envidia de que les fuera bien.
"Los principales casos de envidia patológica en su
máxima expresión y que terminaron en muerte o en agresión están en la
Biblia", nos dice el doctor Saúl F. Salischiker,
psiquiatra y psicoterapeuta argentino. "Caín mata a su hermano Abel por
envidia, y José, hijo menor de Jacob, es vendido como esclavo por sus hermanos
por lo mismo2, recuerda.
La envidia, no solo es una de las más potentes causas de
infelicidad sino que, "siendo universal, es el más desafortunado aspecto de
nuestra naturaleza", según el filósofo británico Bertrand Russell
(1872-1970), Nobel de Literatura 1950.
El griego Aristóteles decía que envidiamos, por lo
general, a quienes son como nosotros en cuanto a género, edad, nivel social y
hoja de vida.
Todos sentimos envidia, en mayor o menor grado, pues
"siempre surgen señales como el de calificar de 'injusta' la ventaja que
tiene otro sobre uno o, de ‘arrogante’ al sujeto de nuestra envidia", nos
dice el doctor Richard Smith, psicólogo e investigador de la universidad
estadounidense de Kentucky, quien escribe un libro sobre el tema.
Pero, para algunos, la envidia es un
vía crucis: los enferma, les impide dormir, comer, amar o simplemente disfrutar
de las cosas buenas de la vida.
La envidia puede ser muy peligrosa e incluso convertirse
en obsesión. El envidioso patológico no dudará en emplear las peores armas para
exterminar a su víctima, tanto social, profesional, familiar, emocional y hasta
físicamente, y utilizará los métodos más despreciables como la difamación, el
chisme o la agresión física o psicológica.
Investigaciones
Hoy los investigadores estudian los circuitos neuronales y
evolutivos de la envidia y el porqué se puede llegar a padecer este mal como si
fuera una enfermedad física.
Los japoneses descubrieron, por ejemplo, que cuando una
persona sentía rabia y hostilidad por su envidiado, se activaba la región
cerebral donde se registra el dolor físico y que, cuando sentía placer por su
ruina, se activaban los circuitos de recompensa del cerebro, según una reciente
publicación de la revista Science.
Otros comienzan a analizar hasta dónde, con el desarrollo
de la tecnología, las comunicaciones y la utilización de la red, se podría
considerar a la envidia como un grave problema de salud pública.
De acuerdo con el doctor Smith, podría llegar a
constituirse en un grave problema colateral de salud pública "si tenemos
en cuenta la validez general de los hallazgos encontrados al respecto en Facebook… Existe alguna evidencia de que el uso de estas
páginas exacerba sentimientos negativos relacionados con la envidia".
Facebook,
en su opinión, "crea la falsa sensación de que los demás la pasan mejor
debido, en parte, a que se presentan de manera positiva y dan una imagen de
felicidad y éxito que, por lo general, no tienen".
Podrían ayudar a respaldar esa tesis algunos de los
múltiples casos de matoneo, en los que se ha llegado hasta el suicidio,
motivado por la difamación empleada por los envidiosos de turno. Según cifras
extraoficiales, entre enero y mayo del 2011 se habrían suicidado unos 64
jóvenes colombianos, muchos de ellos por la presión del matoneo.
En un mundo tan materialista y consumista como el actual,
en el que el dinero y el poder marcan el éxito o el fracaso, asociado a la
inmediata difusión garantizada por la red, "es real que aumenten las
posibilidades de un ser humano vacío y envidioso patológicamente, que no se
detiene ante nada y que echa mano de todo tipo de herramientas para alcanzar lo
que desea", admite el doctor Salischiker.
Pero, hoy no existe un diagnóstico clínico sobre la
personalidad del envidioso, pero "debería existir", sostiene Smith.
Tampoco "hay suficiente material empírico pero, el disponible, se
relaciona, sobre todo, con el sentimiento de infelicidad, la baja autoestima y
una actitud cínica frente a la vida", añade.
"El envidioso tiene la sensación de haber sido
maltratado por el destino en la repartición de las riquezas y atributos y, por
eso, para equilibrar, acude a la arbitrariedad, al abuso de poder, la
zancadilla, el descrédito, etc., para hacer daño a su envidiado", dijo en
una ocasión el psiquiatra colombiano Carlos Climent.
¿Qué es la envidia? Es definida como el sentimiento o
estado mental que produce dolor y desdicha, por lo que tiene el otro en
talento, inteligencia, éxito, dinero, cualidades sobresalientes, belleza o
suerte, entre muchas otras cosas. También es "el pesar o la amargura que
siente una persona cuando a su prójimo le va bien".
Otros la califican como "un vicio", que pocas o
pocos tienen la fortuna de evitar y que, casi nadie desea experimentar porque
nos hace sentir pequeños e inferiores.
Somos envidiosos cuando ambicionamos lo que tiene el otro
y nos sentimos infelices con nuestros logros y con la vida que nos tocó.
Además, "cuando no agradecemos por las cosas valiosas que hemos recibido y
nos alegramos con el mal ajeno, especialmente si afecta a la persona
envidiada", dice Smith.
"Cuando la envidia se convierte en obsesión, este tipo de envidioso
tiende, por lo general, a tener dificultades para apreciar lo bueno que le
rodea", añade.
¿Hay envidia de la buena?
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define
envidia como la "tristeza o pesar del bien ajeno", pero no precisa si
existen varios tipos.
Los doctores Smith y Salischiker hablan de dos
clases: la benigna y la maligna.
La primera está asociada con el deseo personal de mejorar
o con la admiración que se siente por el otro.
"Por lo general, está libre de hostilidad, aunque
alberga, en el envidioso sano, una sensación de injusticia. Todos sentimos
envidia sana, en mayor o menor grado, pero es preciso canalizarla haciendo
cosas positivas como emular al individuo a quien envidiamos. No hay que
satanizarla", sugiere Salischiker.
La envidia maligna es hostil y está cargada de rabia
frente a la sensación que tiene el envidioso de que la persona envidiada
disfruta de ventajas "injustas". En el contexto organizacional, este
tipo de envidia está vinculada con un comportamiento destructivo, dice el
doctor Stmith.
La envidia mala se basa en el ansia de destrucción del
otro. Aquí se estaría hablando de una persona con autoestima muy precaria y con
trastornos psiquiátricos, sobre todo de personalidad, dicen los dos expertos.
El "envidioso patológico (envidia maligna) no solo
evidencia señales graves de inferioridad sino que está psiquiátricamente
enfermo. Estaríamos hablando de un sujeto probablemente con trastornos
psiquiátricos y de la personalidad. En este caso se trataría el trastorno de la
personalidad y no la envidia", afirma Salischiker.
Por culpa de la envidia
Se responsabiliza a la envidia por muchas cosas: desde las
guerras hasta la pérdida del novio. La Iglesia católica la cataloga como el
sexto pecado capital, entre la ira y la vanidad, porque es una falta grave que
exacerba o genera otras de igual o mayor calibre.
El hombre habría creado las guerras por envidia, para
compensar su incapacidad de concebir vida, como sí lo hacen las mujeres, según
un artículo del reconocido actor británico Peter Davison (1981), principal
estrella de la serie La Ley y el orden: RU (Law &
order: UK), publicado por la revista Perspectiva en
1993.
"La guerra reemplazó la necesidad masculina de
controlar la vida misma, por la ilusión del control absoluto y brutal de sobre
la muerte… la guerra es una cosa de hombres. Es algo incomprensible para las
mujeres que conciben la vida y no pueden estar de acuerdo con el asesinato
sistemático de sus hijos ni el de otros", afirma.
La envidia también es apuntada como la primera causa del
acoso moral en el trabajo, que es un delito colectivo mucho más grave, amplio y
permanente que el acoso laboral que todos conocemos.
Eso según el resultado de una encuesta realizada entre
trabajadores suecos y que menciona en un ensayo la investigadora española Lucía
Artazcoz Lazcano, del Instituto Municipal de Salud
Pública de Barcelona.
Igualmente, es evaluada como un cáncer social que envenena
todos los ambientes.
Por todo lo anterior, es importante estar atentos a los
sentimientos que albergamos y a la forma como los manejamos.
El doctor Salischiker pronostica
que "si se tiene una alta autoestima y si somos lo suficientemente fuertes
para elegir lo que es valioso y lo que más queremos o no de lo que nos exige la
familia o la sociedad, podrían predominar en el futuro individuos más
reflexivos, pensantes y menos envidiosos".
Gloria Helena Rey
Especial para EL TIEMPO