El lado humano del tratamiento antidepresivo
Abril 04 de 2010



Por Carlos E. Climent

La relación de confianza entre el terapista y su paciente, elemento determinante para la mejoría de un cuadro depresivo.

Los enormes progresos en medicina y cirugía son más efectivos si están acompañados de un interés genuino de parte del médico hacia su paciente. Pues ello le permite, a este último, concluir: “Este médico realmente me quiere ayudar”.

En el caso del paciente deprimido el éxito de cualquier intervención terapéutica tiene mucho que ver con el apoyo emocional que ofrece el médico. Esta es la única manera de “ver” al ser humano que está escondido detrás de la avalancha de síntomas depresivos. Este apoyo es fundamental en todas las formas de depresión.

Algunas depresiones leves pueden no requerir antidepresivos. Especialmente cuando se trata de estados emocionales pasajeros en los que coexisten el desánimo y la disforia (descontento), con la tensión emocional, y las preocupaciones. Estas vivencias pueden simplemente hacer parte de las oscilaciones anímicas muchas veces relacionadas con las frustraciones de la vida cotidiana y requieren que el paciente desarrolle efectivos mecanismos de adaptación. En este caso, se pueden lograr grandes cambios gracias al apoyo emocional efectivo de alguien capaz de escuchar con atención sin saltar a conclusiones apresuradas.

En contraste con la situación anterior, las depresiones severas siempre requieren fármacos antidepresivos y nada los puede reemplazar. Quien se oponga al tratamiento con antidepresivos en este tipo de pacientes -por la razón que sea -deberá hacerse responsable de las consecuencias, que van desde el sufrimiento sin esperanza al suicidio.

El utilizar fármacos no excluye el uso de otras herramientas complementarias como el ejercicio aeróbico para estimular la producción de las endorfinas, excelentes antidepresivos naturales. O la relajación, el yoga, la meditación, los productos naturales, las plantas medicinales, la acupuntura o la homeopatía, entre muchos otros.

Pero en especial, está el deseo genuino de ayudar y conocer al paciente y sus circunstancias, en salirse del libreto de teorías obsoletas y en dedicarle tiempo, más allá de los 10 minutos por cita apenas suficientes para prescribir unas pepas.

Gracias a una relación de confianza se:

*Corrigen distorsiones que han dominado los pensamientos del individuo por mucho tiempo. Con lo cual, el paciente logra tener una visión más objetiva de sus problemas y se prepara para soluciones más realistas.

*Neutralizan las actitudes derrotistas frente a la dificultad, tanto propias como ajenas,

*Pone orden al respecto de preocupaciones obsesivas o miedos apocalípticos que se han ido volviendo inmanejables. Ya sea por circunstancias infortunadas, fracasos, errores, predisposición genética o rasgos inmodificables del carácter.

*Disminuye la desconfianza, el aislamiento, la paranoia y otros rasgos patológicos.

* En suma, se establece una poderosa alianza terapéutica sobre la cual se construye una mejoría más perdurable.

carloscliment@elpais.com.co