La enfermedad universal

En la República Popular China el 95% de los ciudadanos tiene acceso a los servicios de salud. Con su gigantesca población, los costos son enormes, el gasto público representó US$385.000 millones en el 2011 y se cree que se duplicará a finales de la década.

Aunque China dispone de gran cantidad de recursos financieros, eficaces controles estatales y comunidades bien organizadas, nada de esto parece suficiente para que los problemas que aquejan a los sistemas de salud en el mundo también se manifiesten en el gigante asiático.

El mes pasado, un ejecutivo de la firma farmacéutica británica GlaxoSmithKline fue detenido y confesó en la televisión que su compañía pagó sobornos. La empresa reconoció que al parecer parte de su personal local actuó fuera de los “procesos” de la compañía. Pero el escándalo puso en evidencia que el suministro de medicamentos, y sus precios de venta al público también constituyen un asunto litigioso en China.

Por decir lo menos, confirma que la corrupción ha encontrado en los sistemas de salud de todo el mundo una fuente inagotable de crecimiento. Si esto pasa en China, una dictadura férrea donde todo está severamente controlado, ¿qué no sucederá en las más laxas democracias occidentales?

Por ahora el gobierno chino ha dejado claro que se requiere de una reforma para controlar los costos. Y para ello está empezando con la industria e investigando un posible acuerdo de fijación de precios de unas 60 empresas extranjeras y chinas. No es un secreto que en la cadena de la producción, distribución y venta de medicamentos, se producen algunos de los sobrecostos más significativos.

De acuerdo con la Organización Mundial de Salud cada año se gastan en todo el mundo US$4,1 billones en servicios de salud, y de esa cantidad US$750 000 millones se gastan en el mercado farmacéutico. Entre el 10% y el 25% del gasto público en concepto de compras, incluidos los productos farmacéuticos, se pierde a causa de la corrupción. Se ha calculado que en los países desarrollados el fraude y los abusos en la asistencia sanitaria cuestan a cada gobierno hasta US$23 000 millones por año.

Tal drama lo viven los chinos, e igual sucede, con mucha relevancia, en Colombia. Aquí, como lo ha sostenido el gobierno, existen medicamentos que se venden a los precios más altos del mundo. Y en China, aunque no se ha llegado a esos extremos, ya sabemos que multinacionales se atreven a pagar sobornos para colocar sus medicamentos, pese a la severa vigilancia del despótico Estado chino. ¿Hasta qué extremos no se llegará en Colombia?

La experiencia china y su afán por controlar los precios de los medicamentos, incluyendo medidas como sancionar con cárcel a ejecutivos de multinacionales por realizar sobornos, es una lección que debiéramos aprender bien en Colombia, pues se trata de una de las venas rotas por donde se desangran los recursos del sistema de salud.

No hay que pensar que “mal de muchos, consuelo de tontos”, sino aprovechar la experiencia universal para hacer más eficiente nuestro propio sistema de salud, que aún se encuentra convaleciente.